Doce.

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—Ya te dije que no, maldición, no quiero ningún mocoso en mi propiedad. –El de esvástica bufó haciendo caminar a la albina, había tenido que tomarse la molestia de ordenar ropa común porque no podía sacarla simplemente en camisón y descalza—.

—Por favor, por favor yo lo cuidaré, se lo juro.. no me lleve, haré todo lo que quiera pero le suplico que no me lo quite –Tratando de hacerse para atrás la más baja se negaba a alejarse de la mansión ya sabiendo para qué el otro quería sacarla de la propiedad—.

—A mi no me gustan los niños, los aborrezco y detesto oirlos cerca, deja de hacer berrinche y sube al auto antes de que me enoje. –Estaban haciendo una maldita escena en el estacionamiento a vista de los guardias de la entrada, pero al menos estaban lo suficientemente alejados como para que solo el chófer llegara a oír—.

—Por favor.. no me quite a mi bebé… –La de ojos azules comenzó finalmente a llorar aferrándose a la mano contraria, de pie entre la nieve encogiéndose por el frío y por el miedo a que la llevara a un lugar desconocido a lastimar su cuerpo—.

—No te pongas a llorar como una niña, sube ya o.. –Reich intentó volver a jalar su mano pero fue interrumpido por las palabras de la menor en medio de sollozos—.

—Es solo un bebé, no va serle molestia… me encargaré de todo yo sola, no permita que me hagan daño.. soy su mascota…. –Balbuceó aún llorando, sin soltar la mano ajena usó su diestra para secarse las lágrimas con el guante de lana que llevaba, luego sintiendo cómo el otro se zafaba—.

—¿Cuidarlo sola dices?, no puedes ni cuidarte por ti misma, Blau, deja de decir estupideces. –Por enojo la tomó del pecho del abrigo que llevaba, mirándola directamente a los ojos de manera intimidante, su mal humor comenzaba a aumentar—.

—Usted cuida de mi y yo cuidaré del bebé, ¿Así es como se hace, no?.... –Olesia murmuró mirándolo, después de todo así había crecido observando y también estaba plasmado en las propagandas alemanas de territorio ocupado—.

—¡¿Qué te hace creer que somos una maldita familia?! –El de ojos rojos la soltó retrocediendo un paso a la par en que movía las manos con dijo, luego soltando palabras entre dientes y el ceño fruncido– Ese collar en tu cuello te hace de mi propiedad, no mi mujer.

Cualquier expresión en el rostro de la polaca desapareció dejándola en blanco bajando la mirada hasta la nieve sin volver a decir nada, solo como si fuese una estatua con un aura lúgubre en medio del frontis blanco.

Cuando el germano estaba por volver a repetirle que subiese al auto los ojos ajenos se pusieron blancos un momento y se desmayó cayendo sobre el cúmulo de nieve que amortiguó su caída, tuvo que llamar a la guardia para que la regresaran a la sala de estar en el área privada de su casa donde solían estar para no ser interrumpidos. Ordenó que la dejaran en el sofá de dos plazas y se sentó en el individual suspirando exasperado, por un error más desinformación de las cualidades que conservaban al hacerse representaciones no pensó que aún pudiesen concebir, no se había oído de algo así como para siquiera tenerlo en cuenta desde que comenzó a tomar a la bicolor como su pareja sexual, ahora ya era relativamente tarde y esta se aferraba a un corto embarazo indeseado.

.   .   .

Dos horas después la albina fue forzada a despertar aún estando acostada en el sofá, el mayor no quería perder más tiempo ese día ya que había antes aplazado sus pendientes para tomarse la molestia de llevarla personalmente al lugar en donde lo esperaba el doctor para realizar el aborto, no podía encargarle a nadie más esa tarea pues los concideraba tan estúpidos como para ser capaces de no poder controlarla y que se les escapara en un descuido.

—Ya deja el drama, es hora de irnos. –El de piel carmesí la miró con seriedad tomándola del brazo para que se levantara de una vez, serían casi las cuatro y detestaban el tráfico—.

—No, no quiero.. por favor no me haga esto, juro que me voy a portar bien –Rogó otra vez la encarnación de Polonia tomando con ambas manos la ajena demostrando que estaba dispuesta a implorarle incluso de rodillas—.

—¡Ya te dije que yo no quiero un bebé! –Reich le gritó a la cara frunciendo más cejas, comenzando a hartarse de repetirle lo mismo– ¡¿Acaso crees que me voy a sentar aquí alegremente a cuidar de un hijo que ni siquiera quiero?!

—Pero, Amo… –Esta en medio de llanto silencioso se dejó caer sentada de vuelta al sofá mirándolo a los ojos con inmensa tristeza—.

—¿Qué es todo eso que acabo de escuchar?, que grosería muchacho. –La voz del dictador del siglo se oyó desde el inicio del pasillo acercándose junto a otro par de pasos más, alarmando a ambas representaciones inmediatamente—.

Envuelta en pánico la polaca se hizo ovillo cubriéndose el rostro con los brazos y su largo cabello tratando de desaparecerse, seguramente la mandarían a matar si veían los colores en su piel, comenzó a darle un ataque de ansiedad oyendo los pasos más cerca mientras que el de esvástica estaba congelado aún de pie tratando de pensar en qué excusa ponerle a Adolf.

—¡Dritte!, ¿Qué es eso que acabas de decir? –El hombre de bigote corto se mostró en la sala de estar junto a uno de sus socios, cruzado de brazos y mirando con seriedad al carmesí por las palabras que este gritó momentos atrás– Vamos ahora a tu oficina, me parece una falta el respeto que digas esas cosas luego de que te eduqué.

—Pero Adolf.. –Quiso este cambiar de tema ya con el enojo extinto, pero fue ignorado por el mayor—.

—Pero nada muchacho, ve. –El austriaco miró seriamente al de ojos rojos que oía todo con una mueca pero en silencio, entonces se acercó a la más baja que aún estaba cubriéndose el rostro temblando– Mira nada más, ¿Acaso no te da pena decir esas cosas tan feas?, deberías tratar mejor a tu esposa. Ya no llore señorita, traigan un vaso con agua para ella ahora.

Olesia mortificada por el pánico sintió frío durante un momento y se resignó a levantar el rostro, pero no hubo ninguna nueva extraña o de odio en el de traje café que se limitó a darle algunas palmadas en el hombro como si nada.

Entonces en el momento en el que alcanzó a ver su reflejo en un adorno metálico, la representación del fascismo notó con sorpresa de que parecía una humana común con albinismo y ojos de un azul menos vibrante, no supo qué decir antes eso pero lo mejor era no mencionarlo.

—Ahora tú y yo tendremos una charla acerca que la cosa horrible que dijiste sobre ese bebé que es tu hijo, camina muchacho. –Hitler le señaló al pasillo de la oficina y comenzó a caminar haciendo que el otro resignado lo siguiera cual niño debido a la jerarquía de respeto que tenían—.

Augen Himmel (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora