Trece.

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—Pero Adolf, yo no quiero un hijo –Se quejó el de traje negro apoyándose en su escritorio con los brazos cruzados de mala gana, no era un niño para que le dieran órdenes y lo detestaba—.

—No es lo que tú quieras ya, esa criatura está en ese momento en el vientre de tu esposa a la que estás haciendo llorar como si no tuvieras modales. –Continuó regañando el adulto igual a cuando lo estaba educando para quitar todas esas malas costumbres que tenía el otro cuando lo encontraron, ya había dejado de comportarse como un delincuente sin clase pero aún seguía siendo grosero—.

—Argh, Blau no es mi esposa. –Reich gruñó entre dientes, jamás se casaría con una mujer fastidiosa y menos con una polaca vulgar como ella—.

—¡Peor aún, ¿Dónde está tu moral?! –Sacó el periódico que tenía bajo el brazo y lo enrrolló dándole con eso haciendo que el sombrero le tapara la vista– No puedes ir embarazando a las señoritas como si fueras un callejero y menos aún decir esa barbaridad de que aborten cuando yo mismo te mandé a acabar con esos lugares nefastos manejados por Judíos.

—Estamos a semanas de invadir Francia, ¿De dónde voy a sacar tiempo para un pequeño mocoso?, sabes que no me gustan los niños –Reich tuvo que contenerse de soltar improperios mientras se acomodaba el sombrero, como odiaba cuando le daba con el periódico como si fuese un perro—.

—La madre está para cuidar de los hijos, tu deber como hombre es proteger a la familia, darles sustento y dejar de decir tonterías como esas muchacho insensato –Ya finalizando su sermón el humano se acomodó el traje girándose hacia la puerta a paso tranquilo– Y más te vale que cuando regrese no vuelva a oír algo como eso… y también que usen anillos como la gente decente, no voy a permitir que andes por ahí engatuzando señoritas como un vulgar.

—¿Anillos?, pero, ya te dije que yo no.. –Quiso seguir quejándose para ver si lo hacía cambiar de opinión respecto a eso, pero no obtuvo respuesta hasta llegar a la sala en donde la albina estaba sentada hecha ovillo frente a la chimenea y el otro inútil en el sofá fumando– Apaga esa mierda barata, apestas mi sala.

—Ese lenguaje. Pero si, apaga eso Albert, el humo del tabaco hace mal a las embarazadas y a los niños, no seas descortés con la señorita Blau –Ordenó Hitler mientras caminaba con tranquilidad hacia el pasillo dispuesto a irse ya, aunque antes hizo una pausa para mirar a la joven tensa– Espero que tenga un bebé sano, si Dritte sigue con sus tonterías no dude en darme las quejas.

Y dicho eso desapareció por el pasillo seguido del otro que bufando apagó el cigarrillo en un florero cercano a donde estaba sentado, dejando solos a los otros dos que se mantuvieron en silencio.

—Mierda… ahora debo de fingir un maldito matrimonio y cargar con un hijo indeseado…. al menos si es mío. –El de esvástica tuvo que resignarse de muy mala gana a las exigencias del líder de NSDAP, aunque igualmente mirando enojado a la polaca que seguía sin regresar a sus colores– Vete a tu habitación Blau, estás castigada.

Esta no perdió ni un segundo en levantarse para caminar con rapidez a su habitación dejando atrás su expresión de temor por una más calmada, quitándose la ropa de salir dejándola doblada en el fondo del clóset para ponerse un camisón bonito y acostarse en la cama a arrullarse un rato pensando en que irónicamente gracias a ese genocida podría quedarse con su bebé a pesar de la negativa del carmesí. A lo que rato después se quedó dormida y no fue despertada hasta la cena en donde la mucama nueva entró para vestirla con otra cosa y arreglar su cabello con un bonito lazo rosa ignorando las miradas secas de las demás alemanas a diferentes de ella, una húngara designada para ser la dama de compañía de la albina que ya había vuelto a sus colores.

Se sentó a la mesa donde ya estaba el de ojos rubí comiendo sin esperarla, este ni dijo palabra alguna pero se limitó a verla de soslayo en contadas ocasiones hasta terminar el contenido de su plato en irse, se conformó con que no hubiesen malos comentarios o castigos acerca del bebé, así que se mantuvo tranquila el resto de la semana en la ley del hielo impuesta por el germano que se centró en sus planes de invadir territorio francés con la Blitzkrieg.

Aunque sin poder salir al jardín debido al frío y la soledad silenciosa de estar todo el día en la habitación, Olesia salió en silencio de su habitación encaminándose a la sala valiéndose de la oscuridad en los pasillos al ser ya algo tarde en la noche, desde hace algún tiempo notó que podía sentir las energías en la casa y la del azabache era diferente al resto así que notó que estaba en la sala, por lo que se acercó despacio desde la derecha hasta sentarse en el borde de la alfombra sabiendo que este la había notado fue acercándose despacio gateando hasta llegar a cierta distancia de las piernas ajenas.

—¿Qué quieres, Blau?, estoy ocupado. –Siseó dando otra calada al cigarro en su mano, bufando el humo hacia la izquierda de mala gana—.

—.......Me siento sola.. –Ella murmuró apoyando despacio su cabeza en la rodilla derecha del mayor, desde que se habían llevado a sus padres el sentimiento de soledad era el que más detestaba—.

—Igual que un perro arrepentido. –Dritte viró los ojos viendo el brillo de la placa dorada a través de un adorno de plata que tenía en frente– ¿Qué acaso no querías al condenado "Cachorro" para acompañarte?

—Aún es un pequeño… –La de largo cabello cegada por la atención giró su cuerpo levantando el borde de su camisón con la mano izquierda, dejando ver su vientre plano pero también su ropa interior blanca con encajes de hilo fino a los lados—.

—...Polaca descarada. –Frunciendo las cejas el alemán miró a la aludida con seriedad, dejando caer el cigarro al cenicero para así separar las piernas y palmear una rodilla con su diestra– Ven a las piernas de tu amo.

Olesia gateó obedeciendo sin rechistar como antes había prometido entre lágrimas fuera de la casa, observando cómo el de uniforme negro se desabrochaba el pantalón dejando en claro lo que seguía así que solo se sentó cerca y esperó a que se acomodara, esperando a la seña ya impuesta en la que debía inclinar su pecho y abrir la boca ignorando la vergüenza para cumplir con la orden, tal vez con ello el más alto dejaría de estar tan enojado y le levantaría el castigo.

—¿Por qué tan inspirada hoy? –Hizo un mueca al jadear, internamente sorprendido por que la joven estuviese lamiendo y chupando tan bien sin que la corrigiera, así que no pudo evitar acariciar su cabeza como signo que que iba bien– Eso, chupala lento… maldición, sigue así..

Tuvo que cubrirse la boca con su diestra para retener un gemido ronco mientras observaba a la polaca mamarsela con aparente esmero, para desgracia a esta le estaba funcionando y la tomó del cabello en un impulso de que tragara más, al sentirla tener una arcada tuvo que soltarla a regañadientes para que tomase aire un momento antes de volver al buen trabajo que estaba haciendo para sorpresa, tal vez había memorizando cada orden que le había gruñido antes y por ello ahora le estaba acariciando con cuidado la base mientras chupeteaba la punta como si fuese un dulce y había conseguido excitarlo dejando de lado su mal humor para observar ese pequeño espectáculo.

—....Cierra la boca antes de que me arrepienta.. –Bufó en tono bajo tomando su pene para sacarlo de la boca ajena, masturbándose unos momentos lo que le faltaba para alcanzar el orgasmo y correrse en el rostro ajeno por falta de tiempo– Eso fue asqueroso….. pero curiosamente no te sienta mal.

Olesia lo miró con sus grandes ojos redondos sin saber si limpiarse o quedarse quieta, pero el alemán desvío la mirada sacando un pañuelo de su bolsillo con el cual la limpió superficialmente lo que pudo y le jaló un poco el camisón para que se levantara hasta su altura, haciéndola apoyarse en su pecho donde ignorando lo anterior comenzó a besarla siendo correspondido por primera vez con algo de torpeza.

Augen Himmel (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora