Dos.

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La albina una vez sola se acercó despacio al ventanal cubierto por cortinas que llegaban hasta el suelo, la vista daba al jardín inmenso que tuvo al lado mientras estaba en el primer nivel, hacia el final estaba lleno de árboles que daban oscuridad pero se podían distinguir rejas altas por lo que intentar huir no era opción. Así que suspiró cubriéndose el rostro aguantándose las ganas de llorar durante algunos minutos antes de acostarse de lado en la cama, era bastante suave y podía ver el cielo por la ventana…. Pero no era su casa, su hogar.

Sin saber cuándo se quedó dormida hecha ovillo abrazándose a sí misma hasta que a la mañana siguiente la puerta fue abierta sin cuidado por un pequeño grupo de tres mucamas distintas que traían cosas en brazos, estas sin prestarle atención abrieron el clóset dejando  perfectamente doblados varios camisones de costuras bonitas, ropa interior y otras cosas como sábanas con toallas blancas.

—Tiene diez minutos para vestirse y bajar a desayunar con el gran amo. –Una de estas soltó entre dientes antes de darse la vuelta cerrando la puerta para volver a sus labores en la mansión—.

La menor tragó en seco mirando a su alrededor y se acercó nerviosa al clóset para buscar otro camisón el cual se puso con prisa para luego acercarse al tocador que había a arreglarse el cabello para no verse tan mal, tenía miedo de que por su apariencia descuidada la castigaran o dañaran de alguna manera pero optó por mejor ir ya a donde le indicaron…. lamentablemente el lugar era demasiado grande y no sabía dónde estaba exactamente, así que le tomó cerca de diez minutos ubicarse.

—Eres como un maldito perro. –Soltó el de traje negro perfectamente planchado, mirando hacia el frente donde estaba el retrato de su antecesor, la más baja estaba agitada y casi había entrado a prisa al comedor– Siéntate.

La joven nerviosa inmediatamente se precipitó hacia el suelo sobre sus rodillas como la tarde anterior, tratando de no temblar esperando a que no fuese castigada, no sabía si mantener la mirada al suelo o hacia el de esvástica por si le hacía alguna seña.

—Ahí no, en la mesa. ¿Acaso no tienes modales? –El azabache arqueó una ceja frunciéndolas un poco, se iba a ensuciar la jodida ropa en iba a estar así en su mesa—.

Entonces le tembló el labio y con la misma rapidez se levantó para sacudirse ya muy visiblemente cohibida antes de acercarse a la gran mesa oscura como si algo la repeliera, tampoco estaba segura de qué lugar debería tomar hasta que la mano enguantada ajena señaló justo a su izquierda en el lado donde ella estaba. Tragó en seco y movió la silla lo más cuidadosamente posible que le dejaron sus pequeñas manos temblorosas hasta tener un espacio decente donde se sentó lento por si era una trampa.

—El desayuno. –Volvió a hablar en tono algo más alto y con desinterés, apenas dos segundos después entraron algunas personas con fuentes y cubertería que ordenaron milimétricamente en la mesa para luego retirarse en una reverencia—.

Viendo el plato frente a ella la de ojos azules nuevamente no sabía qué hacer, estaba tan tensa que hasta respirar le era un poco complicado pero también tenía hambre, el carmesí se sirvió primero de la variedad de frutas frescas y exóticas que habían seguidas de una taza con café oscuro sin azúcar y una pieza de pan recién hecho. Finalmente extendió su mano hacia un pequeño plato cubierto por una tapa metálica y lo dejó sobre el llano frente a la chica.

—Tienes diez minutos para comer, apenas baje mis cubiertos no me interesa si te faltó tiempo. –Le dijo cortante para proceder a quitar la tapa dejándola a un lado y pasar a centrarse en su propio plato—.

Lo que contenía el pequeño plato era una cosa extraña y a simple vista insípida, con temor tomó la cuchara a su derecha y trató de llevarlo a su boca, se le escapó una mueca ante el sabor ausente, pero se forzó a seguir comiendo aquello para siquiera tener algo en el estómago. Aunque se distrajo mucho tratando de que no se le cayera que llegó a mancharse un poco la ropa por error, pero no lo había notado hasta que la fría voz contraria la hizo dar un ligero salto.

—Comes como una rata, me asqueas. –Con mala cara el azabache la miró de soslayo teniendo su taza en la mano derecha, inmediatamente la más baja se encogió bajando la vista a su regazo—.

Ella prefirió no seguir comiendo pero tampoco alcanzar una servilleta debido a que el alemán no le dijo ninguna orden al respecto de limpiarse, así que no pudo comer más así que solo espero encogida hasta que oyó el ruido de los cubiertos siendo dejados sobre el plato, esa era la señal para que la servidumbre entrara a llevarse las cosas de la mesa.

—Retírate, tengo cosas que hacer. –Reich se levantó de la mesa y sin esperar nada se encaminó hacia el pasillo a su derecha dejando sola a la de largos cabellos lisos—.

La bicolor se quedó de pie aún por unos momentos y luego trató con miedo de volver sola a la habitación, le causaban terror los soldados que estaban entre los pasillos custodiando puertas, le daban malas miradas que la hacían querer correr pero se retenía para que no pensaran que estaba robando o era culpable de algo. Por suerte logró ubicarse en uno de los pasillos al Este y encontró la habitación que le asignaron, inmediatamente se metió entre las sábanas y se hizo ovillo durante un rato. Probablemente había pasado una hora cuando la puerta se abrió sigilosa, dejando ver a una mucama que se asomaba con algo envuelto en una servilleta de papel y esta se acercó a la cama tras juntar la puerta.

—Coma, aún falta tiempo para el almuerzo. –Le susurró extendiendo el sándwich de jamón hasta dejarlo en las manos de la confundida polaca y luego se fue igual de rápido—.

Debido al hambre y al aroma ahumado del jamón no lo pensó dos veces antes de comenzar a darle mordiscos aliviados ante el sabor magnífico ante su paladar, al terminar algunos minutos después se relamió los labios más tranquila, siquiera con eso podría sobrevivir al almuerzo si era igual que el desayuno.

Augen Himmel (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora