Cuarenta y Nueve.

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Ambas bebés lloraron al unísono, justo a la par en que su padre soltaba un sollozo al ver que los ojos de la polaca se abrían despacio con desorientación seguidos de un parpadeo.

—Jarek nos odia.. –Fué lo primero que pudo murmurar en voz muy baja y luego respiró profundo moviendo un poco la cabeza– ¿Mis bebés..?

—¿Quién es Jarek? –Reino algo ebrio se asomó por la puerta, pero dentro de todo aliviado de ver que la bicolor estaba consciente—.

—...El anterior Polonia. –Hungría se cubrió la boca con su diestra procesando, sin saber cómo era posible que ella supiera el nombre de ese soldado que murió antes que ella a mano de Reich—.

Por su parte el de esvástica se mantenía aferrado a la más baja tratando de lidiar con las secuelas del momento traumático que pasó al verla casi morir.

—Gracias, gracias por no dejarme,por favor no vuelvas a hacerme esto, te lo suplico –Con la voz temblorosa habló entre murmullos acariciándole el cabello, tenía los ojos cerrados y estaba apoyado en su hombro sintiendo la respiración ajena—.

—¿Reich?... –La albina se extrañó de oír así la voz del fascista y cuando finalmente se miraron sintió sorpresa de ver sus ojos irritados además de tener rastros de lágrimas así que se asustó– ¿Dónde están mis bebés?

La de piel escarlata entró seguida de la húngara con dos bultitos en sus brazos, colocándose en el lado contrario al alemán para dejar en los brazos de su madre a las pequeñas preciosuras de cabellos rubios.

—Son.. son gemelas –Olesia sintió asombro que se transformó en algunas lágrimas, no tenía mucha fuerza aún así que el azabache la ayudaba a sostenerlas para poder apreciar sus delicadas caritas– Que preciosas..

Entonces al fin se soltó a llorar, siendo abrazada por sus allegados cercanos que la consolaron durante un rato antes de que el fascista se la llevara en brazos a su habitación para ducharla puesto a que lo perturbaba verla llena de sangre.

—Solo un poco más y podrás salir.. –Le dijo el de camisa blanca pasando la esponja jabonosa por la espalda de la menor, ya había lavado su cabello en incluso sus piernas mientras ella estaba pensativa—.

—.......¿Por qué haces todo esto? –Olesia cortó el silencio mirándolo de soslayo, agradecía que su cuerpo ya respondiese mejor pues de lo contrario no podría siquiera sentarse—.

—Yo…. no puedo soportar que me dejes para siempre.. –Deteniéndose estando de por si arrodillado junto a la tina el azabache bajó la mirada aún sintiendo el mortificante vacío en su pecho– Vivir esta vida sin verte es la peor tortura del mundo…

—Ni siquiera me diste la oportunidad de explicarte o el beneficio de la duda. –Claramente aún seguía resentida por lo que este le dijo, luego de haberle prometido que todo sería mejor luego de la tragedia de Blas—.

—..Excusarme no tendría caso, yo odio a los Judíos con todo mi ser…. Porque causaron la muerte de mi madre. –El de rubíes finalmente reveló la pieza faltante de su infancia y el detonante que lo hizo amoldarse apoyando los ideales de los fascistas por puro rencor– Ella era la cocinera de una maldita familia judía con dinero incluso después de que nos derrotaron en la Gran Guerra, todos los días sin falta la hicieron cocinar grandes banquetes pagándole sólo con una miseria ración de comida… me alimentó a costa de su hambre y murió por malnutrición porque esos bastardos fueron egoístas igual que todos los de su estirpe.

—No todos los Judíos son malos. –Suspirando la más baja miró su reflejo en el agua, en parte entendiendo la furia de Jarek por haber roto todo el esfuerzo de su gente al no luchar por la libertad, pero ella era madre y solo velaría por la seguridad de sus hijas porque el resto no la protegió– Que los aristócratas en general sean bastardos no significa que todos los demás sean malas personas, a mi me adoptaron Judíos y me criaron con amor.

—No quiero discutir por eso ahora, Olesia, lo único que quiero es acostarme a tu lado y abrazar a mis hijas.. –Reich tomó su mano y apoyó su frente sobre estas como señal de sumisión, lo último que quería era seguir peleando– Porque te amo y ya no habrá nada que me haga cambiar de parecer.

La albina lo miró sin convencerse del todo sobre las palabras del de esvástica, pero se limitó a continuar limpiándose para salir a ver a sus bebés, aún no podía creer que era madre de dos hermosas gemelas idénticas. Cuando dejó la tina se secó rápido con las toallas blancas y salió a su habitación para vestirse cómoda en ir a la habitación blanca donde aún estaban los demás que se quedarían esa noche en habitaciones de la mansión principal.

—Mira esos preciosos ojitos celestes, parecen pedacitos de cielo.. –Austria sonrió enternecida meciendo a una de las niñas entre sus brazos para que así se arrullara y pudiese dormir durante un rato al igual que su hermana—.

El japonés sostenía a la otra perdido en su pequeña existencia, recordándole a los hijos que perdió y jurándose que no permitiría que nada le sucediese a esas bebés, incluso el sureño parloteó acerca de que les compraría pulseras de oro para cuando las bautizaran con Vaticano. Para cuando Olesia llegó solo se quedaron el matrimonio Austro-Húngaro poniéndose a cada lado del sofá que había en la habitación, ella se acostó en la cuna que al ser grande permitía que un adulto o dos entrasen cómodamente, allí acariciaron su cabello para relajarla como antes.

—Recuerda que cuando lo necesites puedes levantar ese teléfono y nosotros vendremos, no tengas pena de contarnos si algo te pasa o te pone triste.. –La rubia tomó su mano y la acarició con el pulgar tras pasarle a las bebés que dormían pacíficamente hacia el lado de la pared—.

—El nazi ya está avisado de que le cortaré los huevos si te hace algo –Hungría cruzó sus brazos y la miró con tranquilidad, había sido un día jodidamente largo y esperaba que no se repitiera algo así– Descansa ya, la maternidad consume energía y más si son dos.

Augen Himmel (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora