Cuarenta y Uno.

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Rózsi caminaba sosteniendo el brazo de la polaca a la par de la sombrilla sobre ellas para evitar el sol de la tarde, había duchado a la menor y colocado ropa cómoda para sacarla a caminar por la ciudad, Hungría le había dejado algunas instrucciones para evitar que la bicolor se auto encerrara y empeorara su condición depresiva.

Así que habían comprado una bolsa de galletas de caramelo e iban por el parque viendo a los niños correr con sus juguetes o mascotas de manera alegre, logrando que Olesia sonriera ligeramente por la alegría que contagiaban a su alrededor.

Aunque en medio de su paseo vieron a un grupo de niños sentados alrededor de una caja, la cual contenía gatos en adopción según el cartel escrito con crayones de colores, a lo que se sintió atraída por los maullidos agudos y se acercó despacio para ver a los gatitos peludos de tonos blancos. Una niña de trenzas sacó uno y lo levantó en si dirección para que lo viese mejor y se animara a adoptar, la albina dudó cortos segundos pero acabó por tomar al gatito sintiendo lo suave que era su pelo largo.

—¡Combinan mucho! –Chilló uno de ellos niños señalando al cabello blanco de la joven, haciendo que los demás soltaran sonidos de asombro al caer en cuenta—.

La polaca río bajo y miró al gatito de ojos azules iguales a los de ella, entonces lo abrazó sintiéndose tranquila.

—Parece que adoptaremos al gatito –Rózsi sonrió aliviada de ver una reacción positiva y recibió el asentimiento emocionado de los niños que despidieron al gatito con la mano– Mi señora, volvamos a casa para darle leche.

Así regresaron al mismo paso tranquilo a la mansión, pasando junto al de esvástica que salía de la cocina y se quedó quitó observando a la más baja, pero esta ni siquiera lo miró enfocándose más en el gato, del cual este no hizo comentario alguno por más que le desagradaran los animales por la cantidad de pelo que desprendían.

•   •   •

—Mada tiene un pelo tan lindo, me da envidia –La húngara continuó cepillando el largo pelo de la gatita sobre su regazo a su vez que la joven estaba sentada en su cama tejiendo pacientemente otro suéter pequeño—.

—Como un pompón.. –Olesia sonrió un poco mirando a su mascota con cariño, últimamente cada vez que despertaba de su siesta esta se encontraba acostada sobre su pecho haciéndole compañía—.

—Parece que su cola será un plumero cuando crezca más –Siguió la de cabello oscuro con gracia, luego mirando la hora y recordando la lista de pendientes del día– Oh, ya es hora de que se vista, el señor Hungría vendrá a recogerla dentro de veinte minutos.

—Cierto…. dijeron que me llevarían a comer –Suspiró leve antes de dejar la lana para moverse despacio hasta el borde de la cama y bajar con cuidado, al tener siete meses estaba bastante grande y pesada—.

—Sacaré su vestido celeste, así combinará con sus ojos –Dicho esto la dama de compañía movió a la gatita dejándola en el sofá donde estaba para caminar hacia el clóset a buscar lo mencionado—.

Ya sentada frente al tocador dió una mirada sin interés a las joyas exhibidas entre el maquillaje y demás cosas de belleza, encontrándose con la pequeña caja de cristal donde estaba el anillo de diamante que le había dado el germano tras la primera visita de Adolf Hitler. Sintió sus labios temblar en preámbulo a un llanto que estuvo respirando profundo para calmarse, no quería que la viesen con los ojos irritados otra vez porque la llenarían de preguntas y sería incómodo.

En cortos minutos se vistió con ayuda y su cabello ya algo más largo fue arreglado con ondas sencillas finalizando con un perfume de gardenia antes de salir al pasillo que cruzaron teniendo cinco minutos de sobra, Reich que se encontraba fumando en la sala de estar alcanzó a verla caminar, distrayéndose en lo bien que se le veía el vestido de tela suelta sobre su vientre pero se limitó a callar dando otra calada con resignada amargura.

—¡Muñeca de nieve! –Llamó el tricolor asomándose desde el auto descapotable en el que estaba junto a su esposa, habían decidido conducir ellos mismos para más privacidad al charlar—.

—Buenas tardes Olesia, ¿Cómo te encuentras? –Austria agitó su diestra enguantada con cordialidad desde el asiento de piloto, su esposo era algo extremista conduciendo así que prefería ocuparse ella—.

—Hola.. –La antes nombrada levantó las comisuras de sus labios, sintiéndose algo alegre de verlos otra vez, subiendo con cuidado al auto luego de que la humana le abriera la puerta deseándole una buena tarde—.

—Vamos primero por helados, preciosa, este maldito calor del infierno me está cocinando vivo –El de piel verde miró a la austriaca que asintió, así que cruzó los brazos por detrás de su cabeza y miró por el retrovisor a la joven– ¿Todo bien estos días, cabeza de algodón?

—Si.. hum, ahora tengo una gata –Se decidió por contar la de ojos azules ya más en confianza mientras el viento movía su cabello que en apariencia humana se veía un poco más rubio claro que totalmente albino– Se llama Mada..

—Mi abuela estaba llena de gatos cuando estaba viva, tenía como unos diez probablemente, mucho pelo pero en invierno son buena compañía –Hungría contó soltando una carcajada, habían cosas en su vida anterior que le parecían buenas dentro de toda la mierda que la gran mayoría vivió antes del cambio– La vieja tenía uno de cada color, creo que hasta los coleccionaba. ¿De qué color es?

—Blanca, con los ojos azules –La de vestido celeste respondió mientras contemplaba las tiendas en toda la avenida por ambos lados mostrando toda clase de cosas en los exhibidores—.

—Las mascotas se parecen a sus dueños –La de piel escarlata soltó mirando el camino, aunque cayó en cuenta del involuntario doble sentido debido al silencio de la más baja así que volvió a hablar cambiando un poco el tema– Nosotros tenemos un perro que destroza cualquier zapato que encuentre y hace hoyos en el jardín, la viva imagen de Ungarn.

Augen Himmel (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora