Veinticuatro.

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La albina se quedó en silencio, ambos se observaban a los ojos, uno con incomodidad y la otra con una mezcla de sentimientos en el pecho que minutos atrás ya le había provocado lágrimas que aún se mantenían cristalizadas en sus mejillas.

—Blau.. –Reich fue el primero en hablar extrañado de que estuviese afuera tan tarde, aunque tampoco sabía si se lo estaba imaginado por el alcohol—.

—No, no me hables… –Cortó ella gimoteando unos segundos antes de intentar calmarse al cubrirse la boca con la mano izquierda para no hacer ruido—.

Tontamente antes había llegado a creer que podría vivir tranquila si se portaba bien, que el fascista podría llegar a querer al hijo que llamaba cachorro al preguntar y que incluso esa mentira del matrimonio con anillo podría volverse real poco a poco.

—...De qué sirve hacer todo esto si el daño ya está hecho. –Ella con los nervios comenzando a fallarle volvió a hablar, su voz estaba temblorosa y ronca por la fuerza que hacía para que no se le quebrara a mitad de ella frase hasta que comenzó a gritar– ¿Qué es lo que quieres con él?, ¡Si ya te lo libraste de encima como tanto quisiste ese día!

—Yo ya no.. –Quiso responder el azabache pero recibió un empujón que lo hizo retroceder medio paso al ser de imprevisto y por lo inestable de la nieve bajo sus botas—.

—¡Era mi bebé y te rogué tanto porque lo amaba, quería tenerlo y mira cómo terminó!.... –Olesia se alzó a tomarlo del abrigo haciendo fuerza como si deseara removerlo debido a su estrés mezclado con impotencia—.

—¡Y lo siento, maldición! –Él acabó por gritar apartando las manos ajenas en un resoplido, frunciendo los labios y apretando los puños– Y si no me crees por lo menos ve esto para que sepas que no estoy mintiendo.

Entonces la tomó del brazo para hacerla caminar de vuelta a la casa, incluso si esta intentaba zafarse tenía más fuerza por lo que la hizo ir entre los pasillos hasta llegar al de habitaciones en el Este, justo a dos habitaciones de la designada a la polaca se detuvo frente a la única puerta asegurada y tomó el llavero de su bolsillo para abrir ya tras haber soltado a la más baja que iba a volver a vociferar pero fue interrumpida por el sonido de la puerta, que dejaba ver las cosas blancas que permanecían sin motas de polvo al permanecer totalmente cerrada todo ese tiempo.

—Ordené que la hicieran la mañana tras la cena con Adolf y sus lame suelas, quería que fuese blanca para que todo sea útil fuese lo que fuese… –Desvió la mirada tomando el oso de felpa pasando sus dedos fríos por sobre el suave material, recordando la primera vez que lo tocó– No soy un monstruo mata niños, solo estaba ofuscado.

Ella comenzó a llorar al ver la hermosa cuna vacía, las lágrimas descendieron dolorosamente por su rostro hasta que quedó de rodillas a vista del azabache que no dijo otra palabra dejándola llorar hasta que su respiración volvió a calmarse. Entonces se sentó en la mecedora aún con el oso, no sabía diferenciar entre si el silencio era tenso o lúgubre pero probablemente era ambos, aún así se quedó allí hasta que la albina se sentó abrazando sus rodillas. Y eso le recordó a la primera vez que la vió, atada e indefensa sin tener idea de lo que le depararía.

—Está por amanecer.. –Tras un tiempo en silencio volvió a hablar en un murmullo atrayendo un poco de la atención ajena que aún se mantenía apesadumbrada sobre la cantidad de cajas y peluches de felpa en la habitación– …Ordenaré que hagan el desayuno.

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Cuando la polaca terminó de comer con lentitud su mente aún estaba algo perdida en pequeños escenarios imaginarios en los que hubiese podido estar en aquella habitación blanca cuidando de su bebé, cambiándolo a bellas ropas pequeñas y arrullándolo cada noche en la mecedora para luego acostarlo en la cuna deseándole buenas noches. Contuvo las lágrimas dándole un largo sorbo a la copa con jugo de manzana y suspiró profundamente con pesadez ladeando la cabeza.

—....¿Por qué… le pusiste un nombre polaco?.. –Se decidió finalmente a murmurar sin quitar la mirada del plato al que aún le quedaba pastel de manzana—.

—Por respeto –Reich respondió casi por reflejo, luego teniendo que tomarse un momento para explicar sus palabras con algo de duda– …….Eras su madre y a la par la representación del territorio polaco, a pesar de la situación actual pensé que sería correcto.

—¿Respeto?... –Lo repitió en tono bajo y pensativo, ella había llegado a quererlo en su tiempo y este solo mencionaba el supuesto tema de su actual identidad– No quiero tu maldito respeto..

El de ojos rubí parpadeó observándola durante un momento, decidiendo levantarse de su lugar en la mesa para posicionarse frente a la bicolor que algo tensa levantó la vista, entonces la tomó de ambas mejillas y la miró directamente a los ojos.

—Los germanos casados respetamos a nuestras mujeres –Con tono de neutral seriedad entonó sin apartar la mirada de los ojos azules de la menor que movía las pupilas con la respiración ligeramente agitada a causa del nerviosismo de que él pudiese hacerle algo– Y le tengo especial respeto a la memoria de mi hijo.

Se permitió acariciarle despacio la mejilla derecha, sin dejar de verla porque parecía haber una batalla interna en sus grandes ojos apagados por el dolor de su aún reciente pérdida, aquello lo hacía pensar en cómo se hubiese sentido su madre si lo hubiese visto morir entre sus brazos en lugar de al revés. En parte por ello no dejó que sostuviera el pequeño cuerpo sin vida de su bebé, porque incluso a alguien como él le fue difícil soltarlo para darle sagrado descanso.

—Me hace.. tanta falta ya no sentirlo –Olesia acabó por quebrar su máscara de enojo para volver a llorar apoyándose en las manos ajenas, ya no podía hacerlo en el regazo de su madre y necesitaba un pilar para no venirse abajo por el dolor que la aquejaba– Extraño a mi bebé..

Augen Himmel (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora