Treinta y Cinco.

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La albina lloró un par de veces y se aferró al brazo ajeno otras más, en todo ese tiempo sus emociones se habían vuelto un revoltijo impulsado por los cambios hormonales que la hacían más sensible, pero Reich permaneció paciente en el sofá tras haber ido a llamar para decir que no volvería al cuartel durante un tiempo.

Ahora tenía un plato de pastel de zanahoria sobre las piernas y con la cuchara en su diestra iba repartiendo trozos entre ambos, la más baja apoyaba la cabeza en su hombro y abría despacio la boca al ya estarse quedando dormida, hasta que finalmente cayó rendida y tuvo que dejar el plato a un lado para alzarla en brazos así caminando a su habitación donde la acostó despacio en la cama y giró para cambiarse el uniforme a algo más cómodo.

Volviendo a la cama se acomodó lentamente y se quedó observándola durante un rato, por más ridículo que sonase… había acabado volviéndose loco por su "Esposa" pues solo de verla caminar ya deseaba tenerla entre sus piernas, incluso por más que simple lujuria, había quedado sin aliento al verla con ese vestido amarillo que no tenía nada de vulgar y aún así lo hipnotizó en solo una vista. Luego estaba esa pequeña escena en la noche de la reunión cuando Francia pretendió humillarla y ella actuó tan fuera de lo normal, sin necesitar golpear o gritar… solo con una mirada fría y su anillo se dió a respetar, mierda eso sí que lo puso duro. Mientras comían en la sala pudo atar los cabos de que fue aquella noche en que volvieron a concebir a causa de su jodida calentura, pero no tenía queja alguna..

—Bienvenido.. –Murmuró al vientre contrario, acariciándolo con sumo cuidado sintiendo otra vez esa energía en su propio pecho de la emoción naciente, volvió a su lugar y la rodeó entre sus brazos apoyando la cabeza sobre la coronilla albina—.

Pasaron la tarde cómodamente durmiendo hasta que la puerta fue tocada con Rózsi, quién informó que venía con el almuerzo de la bicolor y las vitaminas que tenía que tomar, a lo que el dueño del territorio dió permiso de que entrara con la fuente de comida seguida de otra mucama que traía la suya.

—Ya sabe cómo es, abra la boca y luego bebe un sorbo de agua para pasar el sabor –La mayor colocó el jarabe de hierbas en una cuchara y la acercó a la albina que sabiendo lo desagradable que era hizo una mueca obedeciendo—.

Apenas acabó lo de la cuchara bebió el agua teniendo una arcada que controló respirando y con leves palmadas en su espalda dadas por su dama de compañía que luego se fue junto con la otra mucama al haber terminado su labor.

—...¿Para qué es eso? –El de esvástica la miró tener aún la expresión de asco mientras destapaba su puré de patatas y acelga, pero sabía que no era por la comida exactamente—.

—Rózsi dice que en su pueblo lo usan para fortalecer la placenta y…. para prevenir abortos… –Bajó la mirada un momento y suspiró tratando de recomponerse para tomar los cubiertos y comer pues tenía bastante hambre—.

El azabache sintió momentáneamente un nudo en la garganta, pues eso había sido enteramente su culpa, así que giró parcialmente y la tomó de las mejillas para besarla.

—Yo voy a cuidarte ahora…. vamos a tener un bebé fuerte.. –Le murmuró apoyando la cabeza en su hombro como señal de arrepentimiento, recibiendo una lenta caricia en la cabeza por parte de las delicadas manos ajenas—.

.   .   .

Ambos frente a la puerta ya sin asegurar se tomaron un momento para respirar despacio, no habían estado allí desde la madrugada en que hicieron las paces meses atrás y ahora en su nueva situación era algo significativo.

El de rubíes giró la manija en medio de un suspiro y dejó ver la habitación igual de impecable como la recordaban, entraron lentamente como si fuese algo inhóspito y se dirigieron a la pila de cajas de distintos tamaños que estaban en el fondo, el mayor las bajó al nivel del suelo y la de piel roja las abrió observando todas las cosas pequeñas y preciosas que habían estado guardadas.

—Es.. tan precioso… –Olesia tomó entre sus manos un enterizo con orejitas de oso, sintiendo sus ojos humedecerse, durante ese tiempo perdió la esperanza de volver a tener un pequeño creciendo en su interior y ahora estaban allí para acomodar las cosas a la espera de su llegada—.

—Los envié a comprar a las mejores tiendas de Berlín y Dresden –El más alto volvió a tomar el peluche de conejo que estaba sobre la mecedora y sonrió leve con tranquilidad mientras lo miraba—.

Pasaron algunas horas separando y doblando todas las prendas para acomodarlas en los cajones incluso si eso se lo pudieron haber dejado a las mucamas, la polaca estaba acostumbrada a ser autosuficiente y el más alto no la restringió respecto a eso, solo la observó doblar y recibió las cosas para ponerlas donde ella le indicaba desde la silla mecedora. Incluso Rózsi la había buscado por toda la casa para dejarle un plato con galletas de avena que ahora ella comía una tras otras con entusiasmo, tendiendole algunas al de esvástica que la veía como una niña glotona con la amabilidad de compartir.

—¿Vas a compartirme más de tu pequeño tesoro azucarado? –Sonrió de lado con gracia cuando Olesia aún masticando hizo un ruido para llamar su atención y luego le tendió una galleta mirándolo—.

—Están buenas.. –Al terminar de masticar dijo con tranquilidad, en lo personal les hubiese puesto más azúcar pero las recetas que le ponían debían ser más saludables—.

Augen Himmel (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora