Veintisiete.

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—¡Terzo!, Llevo media hora esperando ser atendido, ¿En qué estás perdiendo el tiempo ahora? –Sin siquiera dar aviso previo el tricolor abrió la puerta, topándose con el nombrado teniendo a una mujer country a la cual toqueteaba– ¿Una cagna polacca, en serio?

—Cuida bien cómo te refieres a mi esposa, contrabandista de tercera. –Reich frunció el ceño jalando inmediatamente su gabardina para cubrir a la más baja que estaba desnuda bajo el camisón que oportunamente tenía puesto– ¿Quién te dio puto permiso para entrar a mi oficina?

—¿Moglie?, ¿Tú, Terzo Reich, casado? –El europeo del sur parpadeó estupefacto quitándose el sombrero a juego con su ajustado traje negro de sastre– Imperio tiene que saber de esto, seguro te golpeaste la cabeza en Francia.

—Vete a la mierda y de paso largo de mi casa –Realmente le estaba sacando de sus casillas la inoportuna presencia de Reino en su casa y más aún cuando estaba teniendo un momento privado con su mujer que ahora estaba hecha ovillo escondiendo el rostro en su hombro—.

—Venía a saber por qué casi saqueas mi territorio con tus soldados buscando quesos y pasta, pero creo que ya se me respondió la cuestión –Con cierta burla apoyándose en el marco de la puerta para tratar de observar con más escrutinio a la bicolor sobre su socio de guerra– Siempre creí que de meterte con una mujer, sería una de tu país, siendo como eres.

—Tú metes una prostituta distinta a tu cama cada noche, no estás en posición de juzgarme, ¡Ahora sal de mi vista o te vuelvo un colador! –Sacando su arma del cajón el de esvástica ya echando humor apuntó al castaño que levantó ambas manos y las cejas haciéndose hacia atrás para luego cerrar la puerta dejándolos solos– Ese imbécil maldito..

Al oír la puerta Olesia levantó la cabeza incómoda, sintiendo la mano del carmesí en su espalda relajar un poco el tacto tras un bufido, así que se levantó despacio y se colocó la gabardina cerrando algunos botones para cubrirse hasta los tobillos debido al tamaño de la prenda.

—Ve a la habitación o al jardín, me encargaré del idiota –Reich gruñó bajo y también de levantó del escritorio, inclinándose un momento para darle un beso en la boca que duró unos segundos antes de dejar la oficina para buscar al de escudo—.

•   •   •

Se pasó el rato en el jardín, sentada limpiando cuidadosamente las rosas de cristal con un pañuelo, desde que la nieve dejó el territorio habían comenzado a crecer pequeñas flores blancas alrededor de la lápida haciéndola ver más bella y dándole más tranquilidad respecto al descanso de su hijo.

—¿Quién eres? –Una voz ronca de acento extraño se dejó oír a un metro de la albina, dejándola fría al no haber sentido a alguien acercándose—.

Olesia giró lentamente encontrándose con otra representación; Un asiático alto y delgado, usaba gafas pequeñas y redondas vistiendo un traje militar verde, con un sol rojo naciente en el rostro.

Reich le había repetido que no debía bajar la cabeza ante nadie pero ese desconocido tenía una mirada incluso peor que la de él, aún así se puso de pie y lo miró como lo haría una aristócrata alemana segura de sí misma, lo que debía fingir ser.

—¿Qué hace usted en mi casa? –Siseó tratando de no flaquear en su tono o en que su respiración tensa fuese notoria, mirando con disimulo a los lados para saber por dónde debía huir si el tipo resultaba ser peligroso debido a las cosas en las que estaba metido el alemán—.

Ante la pregunta sin contestar el mayor retiró la katana que tenía de su funda, inmediatamente aterrorizando a la polaca que retrocedió pasos sabiendo que estaba acorralada en ese lugar reducido entre los árboles y arbustos.

—¡DRITTE, DRITTE AYÚDAME! –Gritó a todo lo que le dió la garganta, sabiendo que este la oiría desde cualquier parte de la mansión—.

Efectivamente el de esvástica se detuvo intempestivamente en medio de su charla brusca con el tricolor que lo miró raro, soltando la copa que tenía en mano salió a prisa casi corriendo del recibidor de la entrada yendo hacia el jardín, seguido el italiano que únicamente lo siguió por curiosidad. Cuando llegando al inmenso jardín vió a Imperio Japonés arrastrando de la muñeca izquierda a la joven por lo que soltó un sonido sabiendo el problema que se armaría.

El carmesí no esperó ni un esperó ni un segundo para acercarse hasta darle un manotazo al asiático que lo miró incrédulo hasta que la albina al sentirse liberada del tacto brusco se le lanzó encima al dueño del territorio llorándole asustada y temblando debido a sus horribles recuerdos con los soldados que se llevaban a la gente de su pueblo. Sin decirle nada el de esvástica la sostuvo en brazos aferrándola aún sintiéndose agitado en reacción al tono en que esta había gritado llamándolo, desde un lado Reino observaba con las cejas alzadas que su socio facsista no era un ente sin corazón como el que tenía al lado que también miraba tratando de comprender qué pasaba.

—Te acabas de meter en la boca del lobo, Sono marito e moglie –Canturreó levantando las manos como si fuese una sorpresa recibiendo poco después una mirada del alemán que parecía querer tragarse sus almas– Yo no tengo nada que ver en este negocio.

—¿Qué puta mierda te pasa, Imperio? –El de uniforme negro gruñó entre dientes como una bestia, teniendo en brazos a su pequeña polaca llorosa que se escondía resguardándose bajo sus brazos tras el enorme susto—.

—Nadie dijo que habría una cuarta representación en esta propiedad, no se identificó cuando se lo ordené. –Se limitó a responder con sequedad el de sol naciente analizando las reacciones del azabache que se comportaba de manera extraña—.

—No tienes por qué dar órdenes en mi casa y menos a mi esposa, ¡Ninguno de los dos le puede poner una jodida mano encima! –Estaba furioso, incluso lo siguiente de eso, lo había llenado de rabia verla llorando así mientras era jalada de su delicado brazo—.

Augen Himmel (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora