Treinta y Uno.

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Para la hora del desayuno los dos foráneos ya habían partido de regreso a sus territorios por órdenes de sus líderes humanos, dejando en paz nuevamente a los habitantes de la mansión germana que desayunaron sin ninguna tensión a pesar de ya haber arreglado el asunto. La menor estuvo durante un rato sentada en medio del jardín disfrutando del sol hasta que fue llamada por Rózsi para volver al interior donde esta la guío a la habitación y le tendió un bonito vestido amarillo de tono bastante suave.

—Herr Reich ha ordenado que se vista, quiere que esté lista para cuando él venga a recogerla llegando de su reunión –La húngara comenzó a ordenar las prendas y accesorios para facilitar su colocación en orden—.

—.......¿Salir…? –Olesia ladeó la cabeza con extrañeza, mirando la elegante ropa sobre la cama por la que momentos después tuvo que comenzar a reemplazar la suya en silencio—.

Ropa interior de conjunto blanco, medias de hilo delgado, el vestido sencillo pero de alta calidad, zapatos a juego y un sombrero de ala ancha color blanco con algunos adornos de flores amarillas. Al girar para mirarse al espejo dejó que sus colores se desvanecieran pasando a verse como era antes, la ropa era perfecta en su totalidad y la hacía verse como nunca imaginó.

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El de esvástica entró resoplando con fastidio hasta la sala de estar, había pasado gran parte de la mañana arreglando errores traspapelados y ahora estaba perdiendo minutos importantes pues al llegar no se encontró a la bicolor en la puerta como debería. Pensó que estaría en la habitación tonteando con alguna cosa pero una silueta en el jardín lo hizo detener su camino, ella se encontraba de pie en el jardín con su apariencia humana, teniendo los ojos cerrados pero sonriéndole al sol mientras el suave aire de la estación hacía ondear su cabello aún corto.

—Blau –La llamó decidiendo calmarse un poco, inmediatamente siendo observado por la aludida que se acercó a pasos rápidos algo incómoda por los tacones que no estaba acostumbrada a usar– Es hora, nos vamos.

Caminaron por los pasillos ignorando al personal de servicio hasta salir de la entrada a donde esperaba un Mercedez negro perfectamente pulido, al cual subieron recibiendo las buenas tardes del chófer a las que solo asintieron.

—Adolf organizó una estúpida cena con sus allegados y otras personas, solo dedícate a sonreír y quédate a mi lado para que no te dirijan la palabra –Comenzó a murmurarle las órdenes apenas el auto comenzó a avanzar entre las calles, el lugar no era muy lejos así que debía ser conciso– Si necesitas ir al baño solo te levantas y vas rápido, evita las charlas y si te hablan directamente solo tose para desviar el tema, tu acento aún es notable.

—¿Y cuando deba ordenar comida?.. –Ella habló en el mismo tono y parpadeando comenzando a ponerse nerviosa con la presencia de múltiples personas—.

—Los disuadí a poner un buffet, si quieres algo que no está cerca me lo pides a mi –Finalizó regresando su vista a la calle a través de la ventana, hasta que sintió un beso ligero en su mejilla a lo que se regresó a mirarla esperando alguna respuesta, pero la polaca solo se encogió apoyándose en su hombro a jugar con sus dedos como distracción y la dejó ser—.

Llegando al hotel berlinés en donde se celebraba la exclusiva reunión en el salón de fiestas fueron recibidos por los otros invitados que llegaban y por los que se habían quedado en la entrada charlando al ser conocidos, la gran mayoría con curiosidad o especulando de quién se trataba la silenciosa joven que se encontraba acompañando al representante de la nación. Por su parte Olesia estaba con la mirada pegada al piso para no entrar en pánico debido a la cantidad masiva de gente bien vestida y de acentos sofisticados haciéndola sentir de regreso a la humilde panadera que era, al dar un paso hacia atrás tratando de volver al auto la mano del carmesí rodeó su cintura generando más murmullos, este no le dijo nada al mirarla de soslayo y con una seña de cabeza le dijo que avanzara.

No dejándole otra opción más que apegarse a él y caminar a pasos cortos mientras esté saludaba con brevedad a los hombres con los que tenía alguna conexión hasta lograr llegar al salón donde las risas del hombre de bigote pequeño resonaban alegres como si la gente no estuviese muriendo en el mundo.

—Vas a tener que saludarlo, mencionará a Blas… así que asiente y murmura que agradeces su pésame, solo es eso –Nuevamente le dió indicaciones mientras caminaban, había tomado su cintura para evitar que se perdiera entre tanta gente pero también para mantenerla cerca evitando conversaciones no deseadas con otros—.

Apenas se acercaron para ser vistos por el austriaco este calló a los demás con ademanes y se acercó a los recién llegados inmediatamente tomando las manos de la albina que tragó en seco quedándose rígida mentalizándose en no correr.

—Señorita Blau, mi más sentido pésame, me complace que haya decidido venir a pesar de ello –Se adelantó al saludo de Reich que hizo una muy ligera mueca con la boca debido a que lo segundo no estaba dentro de su plan de breve conversación—.

—Dritte –Oportunamente una voz femenina cercana los hizo girar, Francia se acercaba atrayendo miradas por su vestido apegado de moda parisina—.

—Frankreich –Este la miró alzando una ceja, preguntándose qué hacía ahí metida, aunque igual ese títere no era su asunto y menos de su interés—.

—Philippe me hizo venir en su lugar, envía saludos. –La coqueta castaña sonrió moviendo los hombros centrando su atención solo en el carmesí que no tenía mucha expresión, como siempre—.

Augen Himmel (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora