Dritte Reich entró a pasos pesados en su oficina luego de que le abrieran la puerta, arma en mano pasó el área de los altos libreros repletos y entonces se topó con una mata de largos cabellos albinos sobre su alfombra, había una silueta femenina en el suelo con las manos atadas a la espalda por una soga que reconocía como parte de la la indumentaria de sus soldados, extrañado la rodeó y movió con la punta de su bota, el rostro ajeno se movió despacio corriendo el cabello dejando ver sus vibrantes ojos azules antes que los colores en su rostro.
El más alto la estudió con la mirada durante largos minutos antes de salir del lugar regresando el arma a su cinturón, no tenía idea de por qué había una mujer con esos malditos colores. Tardó casi una hora haciendo averiguaciones entre sus soldados antes de regresar y encontrarla ya sentada en el mismo lugar con las rodillas levantadas en las que se escondía al tener bien atadas la manos.
—...¿Por qué tienes esos colores?, habla. –Soltó en tono serio y seco mirando con las cejas fruncidas a la albina que tembló desde que inició la frase, era una pequeña cosa patética—.
—...........No… no lo.. sé….. –La menor balbuceó en tono muy bajo, sin dejar de temblar en su lugar, cerrando los ojos con fuerza deseando esfumarse—.
—Di la verdad. –Entre dientes habló nuevamente el carmesí dando algunos pasos más para acercarse a la del vestido barato y cabello desordenado hasta algo sucio, le causaba asco—.
—Por favor, no lo sé… no lo sé.. –Casi en las lágrimas esta levantó la mirada cuando sintió que la tomaban del cuello del suéter, sus ojos chocaron contra los fríos rubíes del alemán y fue incapaz de moverse como si fuera una presa hipnotizada—.
Ahora más de cerca el de uniforme negro observó a la polaca pálida; Tenía unos grandes ojos azules que reflejaban pánico, labios cuarteados por deshidratación, cabello enmarañado como hubiese tenido algo encima y la piel recién estaba haciendo más fuertes los colores rojo y blanco.
Se pasó otra cantidad de minutos pensado mientras la contraria se removía como una gelatina por el pánico que le daba igual, luego la soltó y limpió su guante con un pañuelo.
—Llamen a la servidumbre, que la metan a duchar. –Ordenó encaminándose a su escritorio, acto seguido dos guardias entraron a levantarla del suelo y sacarla al pasillo—.
. . .
La joven trató de hacerse a un lado en la habitación de baño pero la mujer más madura la miró de mala manera, haciendo que las otras dos la sostuvieran para así despojarla de su ropa y forzarla a entrar en la tina llena de agua, sin nada de cuidado frotaron con esponjas su piel y lavaron su cabello haciéndola tragar agua un par de veces hasta que finalmente la hicieron salir para secarla. La vistieron con un camisón largo de color blanco con bordados negros de flores en mangas y cuello, era muy bonito pero estaba más concentrada en que le estaban cepillando el cabello sin cuidado y dolía tanto como la esponja de antes.
Rato después se vió impecable en el espejo pero su rostro estaba enrojecido a causa de las lágrimas retenidas a causa de los jalones, no le habían dado calcetines o zapatos así que estaba descalza sobre la alfombra, la hicieron volver a caminar a un pasillo diferente hasta dejarla sola en lo que parecía una sala de estar, el lugar aparentemente era una gran mansión quién sabe dónde.
—Sentada. ––El azabache entró al lugar desde otra puerta, su postura era algo más relajada pero no dejaba de ser recta e intimidante por lo que la menor obedeció inmediatamente sentándose en el suelo– Muy bien. Este lugar es mi territorio y tengo reglas; Tienes prohibido hablar sin permiso en mi presencia o con cualquier otro individuo, no puedes alejarte más allá del jardín o soltaré a los perros, tienes terminantemente prohibido referirte a mi por mi nombre cuando te permita hablar, te vas a vestir con lo que yo elija, no vas a desobedecerme en nada o habrán consecuencias, ¿Entendiste?
La pequeña polaca tragó en seco mirándolo, no sabía si responder o quedarse en silencio aún, pero acabó por asentir encogiéndose y eso por suerte pareció satisfacer al hombre. El cual desvío la mirada hacia sus pies sin nada que los cubriera, eso la hizo tensar pensando que tal vez esas mujeres del servicio lo habían hecho a propósito.
—Camina. –Simplemente el de esvástica redirigió su mirada hacia otro pasillo y comenzó a andar oyendo a la joven levantarse del suelo con prisa, incluso podía oler su miedo a distancia– Ya sabes tus reglas particulares ahora oye bien las demás; He tenido la gentileza de asignarte un espacio así que más te vale mantenerlo en orden, debes mantener la cama bien tendida, tienes prohibido meter comida o bebidas, usar zapatos en el piso alfombrado y sobre todo ensuciar de alguna forma.
Habló mientras caminaban por el largo pasillo lleno de puertas hasta llegar a una de ellas tantas, la cual abrió dejando ver una habitación mediana con muebles básicos y otra puerta más que tal vez era un baño, las paredes eran de un tono chocolate haciendo que la luz fuera más cálida y curiosamente más acogedor que el resto de la casa de paredes blancas con adornos plateados.
—Ahora quédate aquí, por estos días tienes prohibido salir sin mi autorización. –Reich dió media vuelta dejándola de pie a un lado, ya había asignado guardias antes para vigilar que no intentara escapar de ninguna manera de la propiedad—.
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Augen Himmel (T.R × Reader)
FanfictionPara conservar la soberanía, los espíritus de cada nación pasan de humano en humano mientras el territorio sea libre, cuando el último Polonia cayó en manos del fascismo... La tierra la eligió para portar sus colores, convirtiéndola así por desgraci...