Veintiséis.

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Tras limpiarse se mantuvo un rato acariciándola; Hombros, espalda, cadera y muslos. Sus manos pasaron por cada centímetro de piel con lentitud disfrutando del tacto cálido sintiéndola respirar con tranquilidad contra su pecho. Como le encantaba. Ya no podía negar que algo tan simple como acariciar le era adictivo, pero también estaba el hecho de que no tenía nada de malo, después de todo ella era su mujer y a pesar de no ser una unión del todo legal tenían anillos, así que nadie podría juzgarlo incluso si se atrevían a murmurar a sus espaldas.

La de piel roja bostezó acurrucándose con cuidado en su hombro, los latidos ajenos iban a un ritmo tranquilo en el que se concentraba arrullándose, ciertamente no había notado cuánto necesitaba eso hasta el momento. Rato después entre las caricias se quedó dormida, siendo observada de soslayo por Reich que tras un tiempo apoyó lentamente su diestra en el vientre ajeno, por más que sabía de lo sucedido había algo en su interior que se inquietaba por no sentir al pequeño bebé, ya había aceptado su enorme equivocación pero su energía rezagada aún no parecía aceptar la pérdida tratando de conectar.

Se forzó a retirar su mano y suspiró pesadamente cubriéndose el rostro con la misma, desde ese día se había arrepentido internamente de lo que intentó hacer antes al darse cuenta de lo mucho que comenzó a desear ser padre en esos últimos momentos.

Pero ya era tarde así solo se dedicaría a cuidarla, siendo tan joven la había lastimado y no hacerla pasar nuevamente por algo así, tal vez… darle la vida que hubiese querido darle a su querida madre, comenzando por dejar de tratarla como un animal.

—Vamos a dormir, Blau, sostente.. –Murmuró levantándose con ella en brazos rumbo a su propia habitación, una vez dentro le dejó de pie para desvestir la totalmente bajo su mirada soñolienta y solo la cubrió con una camisa suya—.

También deshaciéndose de su ropa sucia cambiándola por la que usaba en cama, donde me señaló subir esperando a que se acomodara para posicionarse tras ella y rodearla con los brazos por la cintura. La habitación de por si era oscura así que el ambiente era sereno, estando ambos cómodos no tardaron en quedarse dormidos con el pasar de los minutos.

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Para cuando anocheció el germano despertó parpadeando para quitarse la soñolencia, divisando que estaba en su habitación con la albina abrazándolo y marcando las curvas de su cuerpo debido a la posición.

Se acomodó girando para recorrerlas con la mano izquierda y dejó algunos besos en el hombro de esta haciéndola despertar con un bostezo.

—Es hora de cenar, levántate o serás tú lo que coma.. –Le murmuró mordiendo ligeramente su piel, dejando la cama cuando recibió un asentimiento y tomó un suéter de botones que le dejó sobre los hombros cuando ella se acercó—.

No le molestaría verla andando por ahí únicamente vistiendo su camisa, pero le desagradaba el hecho de que alguien más la llegará a ver, era solo suya.

Salieron de la habitación hacia el comedor donde el personal estaba por terminar de servir la fina y costosa selección de carnes y pastas traídas desde el territorio italiano, incluso habían velas repartidas por la amplia mesa dando un toque más acogedor.

—......Las esposas alemanas deben ser correctamente agasajadas.. –Reich desvío un poco la mirada esperando a que ella se sentara, haciéndolo también ya cuando el personal se fue rápidamente dejándolos solos—.

—Gracias.. me hace feliz comer acompañada… –La bicolor suspiró y sonrió ligeramente mirándolo para después tomar sus cubiertos y comenzar a cortar las carnes del plato principal, le recordaba un poco cuando la sopa de carne era su más grande manjar estando embarazada– Es la primera vez que probaré pasta.

—Hice que mi socio la enviara en avión –Confesó en tono bajo, en realidad había amenazado por teléfono al italiano aquella tarde para que enviase insumos de su gastronomía en uno de sus Messerchmitt para evitar demoras–.

—Oh.. –La polaca sintió cierta sorpresa ante esa información y decidió tomar un poco de la pasta a la bolognesa, dándome un bocado y maravillándose ante el sabor– Delicioso..

—La comida es una de las pocas cosas que hacen bien –Bufó él con cierta gracia tranquila, debido a que constantemente sus socios se recordaban sus errores entre sí—.

Pasaron el resto de la cena comiendo en un silencio libre de incomodidad, disfrutando de la mezcla entre carne alemana y pasta italiana en compañía de un vino costoso sacado de la oficina del fascista, al terminar la comida se dirigieron a la sala de estar acomodándose en el sofá de una plaza frente a la chimenea, el azabache la sentó de lado sobre sus piernas y se dispuso a besarla con calma, siendo correspondido por la más baja que apoyó la mano en su mejilla.

Sin nadie que molestara o los obligara actuar bajo apariencias de la sociedad, así que podía comportarse solo como un hombre más y acariciar a la albina que ya no lo repelía, desde esa noche la transferiría a su habitación y haría que trajeran ropa diversa para que escogiera lo que quisiera.

Augen Himmel (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora