Catorce.

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Un mes después, cumpliendo respectivamente los dos de gestación la polaca iba cada noche con el fascista, ya que mantenerlo tranquilo a costa de su cuerpo era la única forma de mantenerse segura con su bebé cuyo vientre ya había comenzado a estirar un poco así visible y logrando sentir su energía también, lo cual la tenía muy alegre. Como en esa mañana que rato después de desayunar fue llamada a la oficina en donde estaba sentada sobre Reich apoyándose en su pecho masturbándolo con ambas manos en lo que él se tomaba un descanso del papeleo de que según tenía un poco entendido… eran de la invasión a Francia que ya había comenzado por lo que este también se iría pronto para acabar con él.

Pero la muerte de un desconocido no era de su incumbencia así que se centraba en que el de esvástica la alagara porque estando de buen humor pedía postres o la dejaba acostarse en su regazo cuando estaban en la sala y debía admitir que se sentía bien cuando la mano enguantada se hundía en su cabello haciendo caricias lentas que la adormilaban, causando que se acostumbrara a su rutina en ese lugar dejando atrás poco a poco los recuerdos de su territorio natal como de quién era y qué representaba actualmente. Pero después de todo era muy joven para entenderlo todo y simplemente buscaba los brazos del fascista, encontrándose ahora en la sala de estar estando tranquila acostada en la alfombra cercana a la chimenea disfrutando del calor de las brasas en lo que el azabache bebía algo de Brandy para relajarse ese sábado una semana antes de partir a la frontera.

—...Blau –Llamó este luego de estarla observando un rato notando por su postura la circunferencia formándose en su vientre y recordando a qué se debía– Acuéstate hacia arriba.

Murmuró cuando esta giró lento la cabeza a mirarlo con soñolencia, obedeciendo en un pequeño bostezo cerrando los ojos nuevamente, siendo el camisón de hilo relativamente traslúcido por la luz del fuego el alemán podía ver el vientre extendido de la bicolor, que le producía una inquietud a la vez de otra sensación extraña que luego fue reemplazada por la fastidiosa idea insistente de querer comer pastel de chocolate por lo que incomodo chasqueó los dedos atrayendo a una mucama a la que le dió la orden, esperando aburrido los minutos que tardó en traer la bandeja que dejó en la mesa de té cercana. Tras cortar en trozo generoso apenas dió un bocado cuando la albina despertó olfateando el aire, sentándose y mirando con ojos de deseo al postre que aún así no se atrevía a pedir, durante algunos segundos removiéndose donde estaba como un cachorro ansioso.

—Acércate. –Soltó cansado por la expresión ajena de gran antojo, mirándola acercarse gateando rápido hasta quedar a su derecha parpadeando espectante, a lo que tomó otro trozo con la cuchara y lo llevó hasta su pequeña boca de labios rosados que esta abrió inmediatamente– Mastica despacio, ten modales.

La menor se encogió de hombros en silencio y lo miró con ojos brillosos relamiéndose los labios del chocolate, unos instantes más con su mirada de cachorro fueron suficientes para que recibiera otro trozo esta vez con una cereza, a lo que sonrió un poco masticando y se apoyó en la pierna ajena, Reich la miró arqueando una ceja llevándose pastel a su propia boca pero aún así palmeó suave la cabeza ajena premiando su comportamiento dócil como una buena mascota.

Luego de algún rato más comiendo pastel el de ojos rubí la mandó a dormir pues era tarde y quería fumar un poco antes de volver a su trabajo y no podía estar presente debido a lo dañino, la albina se levantó del suelo cuidando su vientre e inclinándose hacia el alemán dejó un pequeño beso tímido en su mejilla que lo dejó observándola mientras se alejaba algo a prisa haciendo revolotear su camisón siempre blanco. Al llegar a su habitación se lavó los dientes manteniendo un sonrojo infantil y se refugió entre las cálidas mantas suaves acunando su pequeña pancita a la cual le deseó buenas noches en un susurro dulce acompañado de caricias hasta que el sueño le ganó.

•   •   •

La más baja frotó sus ojos secándose algunas de las lágrimas silenciosas que caían por sus mejillas rosadas, esperando de pie al lado de la entrada dentro de la mansión viendo cómo sacaban las maletas del carmesí siendo ya el día en que partiría con su ejército a supervisar directamente la invasión de Francia que ya había iniciado con anterioridad dejando los cerca de París, pero a ella no le gustaba para nada la idea de quedarse sola en ese gran lugar rodeada de mucamas que la miraban mal.

—Deja ya de llorar, no te comportes como una niña –Reich viró los ojos acercándose con una gabardina invernal de color blanco sobre todo su uniforme negro, haciéndole una seña al chófer para que fuera al auto puesto a que ya había terminado con las maletas– ¿Por qué lloriqueas tanto?

—....No me quiero quedar sola.. –Le gimoteó tomando la diestra ajena, mirando al suelo apenada por estarse poniendo a llorar así pero se sentía muy sensible—.

—Agh, tienes un complejo de abandono muy grande. Ve a darte una ducha caliente, aquí está helado. –Bufó el de esvástica sacándose la bufanda para envolvérsela debido a que esta andaba solo con un suéter y calcetines, aunque fue sorprendido cuando la albina se estiró sosteniéndose de su abrigo a robarle un beso de unos segundos– Que mimosa, te estoy mal criando demasiado..

Miró hacía otra dirección ladeando la cabeza y estiró la otra mano para tomarla de la cintura, besándola durante algunos minutos luego soltándola totalmente pasando su vista al exterior de la propiedad a través de la puerta abierta.

—Ve a darte una ducha, adiós –Finalizó sin mirarla y salió cerrando la puerta acercándose al auto en el que entró repicando los dedos en su rodilla por una incomodidad en su pecho, así que encendió un cigarro y dió la orden de partir—.

Augen Himmel (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora