Treinta y Siete.

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En el amplio baño resonó otra arcada seguida de vómito, el carmesí sostenía el cabello de la más baja desviando la mirada para evitar ver debido a la sensación de asco que se causaba espectar aquello tan temprano, sin embargo cuando la sintió levantarse con prisa de la cama oyendo la primera arcada acabó por seguirla al baño.

Para cuando ella se enjuagó la boca se sintió más tranquilo y abrió las ventanas de la habitación para que el aire fresco ayudara al ambiente algo estresado por ese inicio de mañana, al girarse dispuesto a abrir la puerta y salir a desayunar la vió de pie jugando con sus manos como si quisiera algo. Así que tras mirarla unos instantes pudo entender su lenguaje corporal.

—Mimada. –Bufó algo burlón pero relajado mientras extendía sus brazos hacia la polaca que al instante se aferró a sus hombros cuidando no apoyarse en su vientre—.

Un par de días atrás había cumplido cuatro meses y comenzó a tener pereza de caminar, de igual manera Rózsi la levantaba para salir al jardín a sentir el aire mínimo tres veces al día para que no se la pasara durmiendo como un gato. El de ropa oscura caminó sin apuro entre los pasillos teniéndola en brazos hasta llegar al comedor donde el desayuno ya esperaba servido, al bajarla despacio se quedaron observando mutuamente con los pechos apegados, Reich podía sentir claramente la calidez que emanaba del vientre ajeno pero a la vez estaba perdido en el mar azul de esos ojos tan profundos.

Y ella le sonrió, lo hizo con toda la autenticidad que pudo haber expresado sinceramente hacia el azabache, quién se inclinó a besar su frente con suavidad sintiéndose bien de hacerlo.

Al separarse se sentaron a comer mirándose de soslayo con cierta complicidad silenciosa, degustando de la fruta picada y los yogures que habían sido agregados al menú a insistencia de la dama húngara. El desayuno transcurrió con normalidad hasta que la bicolor comenzó a respirar extraño acabando por gimotear haciendo puchero mirando a su plato como si alguien le hubiese gritado.

—¿Por qué estás llorando, algo sabe mal o te duele? –El de ojos rojos levantó la vista de su propio plato para mirarla esperando respuesta, pero la menor solo se estaba secando las lágrimas con las manos aumentando su ansiedad—.

—.....Se acabó la granola.. –Un minuto después la polaca lo miró con ojos de cachorro, haciéndole notar que efectivamente tanto en su plato como en el cuenco no había lo mencionado—.

—Por Dios, Blau. –Reich resopló cubriéndose la cara con la diestra durante un momento calmando esa punzada en la nuca de pensar que algo estaba mal con el bebé, después le dió dos palmadas a la mesa atrayendo la atención de cualquier mucama cerca– Traigan más granola, rápido.

—Lo siento… –Esta murmuró encogiéndose, sus emociones eran un lío de sensibilidad que solo estaba empeorando llevándola a lloriquear por cosas tan simples como la granola, pero realmente le gustaba comerla y que se acabará la hizo sentir triste—.

—Solo come, quiero que termines todo lo de tu plato –Dijo el de esvástica entre dientes mientras una mucama joven dejaba otro cuenco con lo solicitado, bufando para volver a comer las salchichas en su segundo plato—.

•   •   •

En la oficina el más alto revisaba informes estratégicos para aprobar o declinar, teniendo a la albina durmiendo sobre él con una almohada separándolos para que no se apoyara sobre su pequeño vientre abultado, aún con ello su peso era bastante ligero a pesar de que se alimentaba bien. Probablemente era a causa de su baja estatura y figura esbelta natural, pero le gustaba bastante eso. Aún con la vista puesta en su trabajo fue bajando lento su mano hasta llegar al trasero ajeno y darle un ligero apretón que luego amasó deslizándose poco a poco hasta el medio de sus piernas.

—Mmm…. –La de piel roja bostezó despertando al sentir que era acariciada y la temperatura en su cuerpo subía, haciendo que se acomodara apoyando el rostro en el cuello del alemán—.

—¿Nos tomamos un momento? –Murmuró él ahora colocando ambas manos dando apretones, al recibir un asentimiento flojo le levantó el camisón hasta quitárselo y para evitar molestias cortó los lados de la ropa interior blanca contraria– Luego te compro otras, bonita.

A pesar de no estar ebrio la calentura últimamente ocasionaba que fuese algo meloso, pero lo pasaba por alto al tener el cuerpo de la albina expuesto justo frente a él haciéndolo relamerse y besarla a la par en que introducía los dedos en su interior simulando embestidas que la hicieron jadear en medio del beso.

—Estuve casi cuatro meses sin follar contigo, me estoy volviendo loco. –Le murmuró al oído luego dejándole una marca en el cuello, usando la mano izquierda para desabrocharse el pantalón lo suficientemente como para que su pene ya duro quedase a la vista– Sostente de mis hombros.

Avisó antes de tomarla por la cadera y hacerla levantarse lo suficiente para poder acomodarse y entrar sin problemas, haciéndola bajar lentamente hasta que sus cuerpos se sintieron en medio de un jadeo, debido al embarazo los pechos ajenos estaban un poco más grandes y firmes por lo que le causaba más hambre verla encima suyo. Comenzando a mover la cadera ella gimió bajito recibiendo luego una caricia en la espalda baja sin detenerse el ritmo inicial que poco a poco aumentaba debido a las ansias del de esvástica que le recorría el cuerpo con las manos dejando algunos besos entre su cuello y pecho hasta que el sonido de lo que hacían fue haciéndose un poco más audible, aunque este prefería hacerlo relativamente lento para evitar los movimientos bruscos que pudiesen dañar a su hijo.

—Mmm.. Reich… –La menor gimió bajito ocultándose en el cuello del nombrado a la par en que jadeaba, su cuerpo estaba sensible y sus hormonas lo suficientemente alborotadas como para sentir el doble de placer, llevándola a decirle por su nombre sin pensar mucho—.

—Shhh… tranquila, un poco más.. –Apoyando el lado izquierdo de su rostro sobre la cabeza contraria, le acarició el muslo con la diestra luego usando dos dedos para acariciar los bordes de su vagina mientras entraba y salía causando ligeros brincos en ambos– Ah, maldición.. me encanta cuando aprietas así…

La bicolor lo abrazó por el cuello y breves momentos después juntó un poco más sus piernas sintiendo los efectos del orgasmo en su cuerpo, aunque el azabache no se detuvo y siguió penetrando llevándola a prolongar las sensaciones.

Augen Himmel (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora