Laura Villa

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Pov María José




- ¿Tú? – pregunté, porque no creía que Daniela  Abisambra trabajaría alguna vez en una heladería - ¿Qué haces aquí? – volví a preguntar y ella parecía que había visto un fantasma y vale sí, hace años no nos veíamos.


- Yo… Yo – carraspeó – ¿De que dijo los sabores señorita? – pregunto cómo si no me conociera y creí que bromeaba, sonreí.


- Mami – y sí, mi hermosa sobrina era una celosa y cuando me veía hablando con una chica me llamada así – quiero mi helado – junto sus cejas mostrando su enojo y reí junto con Valentina que veía la escena.


- Claro que sí pequeña – le hable para que se calmara – Abi, los helados. Y ¿Podríamos hablar? – dije al ver que seguía como si fuese visto un fantasma y mas con lo que había dicho Sofia.


- Claro señorita – dijo al fin – y con respecto a lo de hablar no lo creo posible, estoy en horario laboral y no creo que mi jefe le agrade que hable con extraños a estás hora. Permiso – me dejó con la boca abierta, mire a vale y estaba igual que yo.


Tomamos nuestros helados y nos sentamos en una de las mesas casi al final del pasillo, Sofia comía su helado feliz y Valentina estaba con móvil en mano, yo, yo no podía dejar de ver a Abi y ella también me miraba. No habían muchas personas en aquella heladería ya que era casi medio día, yo tenía que dejar a mi hermana y sobrina en casa para ir a la oficina, y en vez de invitarlas a almorzar preferí un helado, Sofia era más feliz así, y mientras yo pudiera consentirla lo haría. Mis pensamientos fueron interrumpidos por un tono de llamada algo alto que al parecer era de Abi porque metió las manos en el delantal que tenía. La mire y vi como su cara se fue transformación de impaciente a miedo. Desapareció por las puertas que decían “solo personal autorizado” y no tardó nada en salir con un bolso en mano y aún con su delantal. Me levanté y la seguí a la salida, no sabía que le pasaba pero no podía dejarla ir así.

- Abi… Abi espera – la tomé del brazo con delicadeza – no puedes irte así tienes que calmarte.


- Suéltame María José – levanto la mirada y no supe descifrar que tenía – necesito irme y tu eres a la última persona que quiero ver ahora.


- Ok – la solté y esto no podía ser más extraño – solo quería ayudarte.


- No necesito tu puta ayuda – espeto con desdén y yo menos entendí – vete con tu hija perfecta que de seguro tu mujer perfecta te espera. – y se fue, tomo un taxi que pasaba en ese momento. Yo me quedé ahí, confundida y sin saber que había pasado realmente.


Entre de nuevo a la heladería y me fui a la mesa donde estaban vale y Sofi, quien estaba llena de helado hasta por la nariz.


- ¿Nos vamos? – pregunté de pie y tomando las cosas que había dejado en la mesa – tengo que ir a la empresa y se me hará tarde.


Valentina se levantó seguida de Sofía, quien como la niña consentida que era me estiró los brazos para que la tomara, fuimos al coche y puse a Sofía en su lugar. Tomé rumbo a la casa de Valentina sin dejar de pensar en la actitud de Abi, era extraño por qué nunca nos habíamos tratado así, fue una gran amiga antes de lo que pasó y no pensé que fuese esa su reacción al verme. Deje a las chicas en casa y fui directo a la oficina, treinta minutos más tarde ya estaba ahí, baje del coche y fui directo al ascensor saludando a Sonia, la recepcionista en el camino, subí a la caja metálica y fui a mi piso, el último, dónde estaba mi oficina y la de mi mejor amiga Laura Villa. Saludé a Alan, mi asistente, secretario o como de diga. Y entre a mi oficina, me senté en mi silla dando un suspiro pesado, ver a Abi hoy me trajo recuerdos de los cuales a diario quería olvidarme.


Trabaje por horas, sin darme cuenta eran las seis de la tarde cuando Alan entro a la oficina con lo que parecía una  bolsa de mcdonald’s , y lo único que deseaba era que dentro hubiese un Big Mac, la puso en mi escritorio y asentí con la cabeza como agradecimiento el salió y yo abrí la bolsa, y bingo, mi hermoso y delicioso almuerzo. No había comido nada en todo el día, ni siquiera el desayuno por irme rápido con Sofía, esa niña me controla más a mi que a su madre.


Pasada una hora unos golpes que conocía bien sonaron en mi puerta, sin dar el pase está se abrió y entro como perro por su casa mi tormenta, pero también a veces mi calma, Laura.


- Si yo no vengo, no te veo, si yo no te busco no se nada de ti, si no te pido tu almuerzo tu no comes, y si no me abrazas ahora mismo te pediré el divorcio – rei y me levanté para ir a abrazarla – mucho mejor – me apretó más contra ella.

- Si sabes que no estamos casadas ¿no? – dije separándome del abrazo, era mucho por hoy.

- No lo estamos porque tú no quieres, además tenía dos meses sin verte, mínimo merecía el abrazo – tenía razón pero ella no iba a enterarse de que le di la razón.

- Bueno ya, mucho. ¿A qué viniste? –

- Resulta ahora que no puedo venir a la empresa de la cual soy un cincuenta porciento dueña, fíjate – me miró con los ojos entrecerrados y yo la mire igual, parecíamos dos niñas.

- Sí, si puedes. Pero te pregunto es que haces aquí, en mi oficina Lau – rodó los ojos y yo igual, porque si ella lo hacía yo también y si yo lo hacía ella también.

- Ya te dije, tenía dos meses sin verte, y además, vengo a qué me invites a cenar – me dio una sonrisa inocente que no se la creía ni ella.

- Bueno – suspiré – déjame apagar todo y vamos.

- ¡Yei! – una niña

Con todo listo salí de la oficina poniendo clave a la puerta. Me despedí de Alan y le di su salida, quien rápidamente empezó a recoger sus cosas. Laura y yo íbamos en el ascensor mientras me contaba como le fue en su viaje, de lo que también hablo en el coche.

Conocí a Laura dos semanas después de lo que pasó con calle, cuando sentía que mi vida no tenía sentido por que se había ido mi gran amor. Me fui de viaje a la semana de ella haberme dejado para despejar mi mente y fue en ese viaje que conocí a Laura, me ayudó, me emborracho y terminamos contando nuestras desgracias en ese momento, me sentí también con ella que al volver a casa me puse triste, ella también se iba a su casa y sorpresa fue que íbamos a la misma ciudad, mi tristeza fue menos en ese momento, tendría a mi amiga conmigo. Pasados los años nos volvimos más unidas, creamos nuestra empresa constructora y exactamente ahora es una de las mejores en el país y muy pronto fuera de este.
Llegamos al restaurante y baje del coche, Laura se quedó adentro esperando no se qué,  cuando voy llegando a la puerta del restaurante ella bajo.

- Se supone que tenías que abrirme la puerta – dijo enojada – soy tu mejor amiga, me debes respeto.

- Y te respeto, te respeto tanto, pero tanto, que respete tu derecho de que puedes ser independiente y abrir la puerta del coche solita- le dije y ella todo los ojos, yo igual.

- Vamos dentro antes de que te deje aquí. –

Entramos y nos sentamos en nuestra mesa de siempre, llegó el mesero y ordenamos, a los quince minutos llegó nuestra comida con un vino, estuvimos hablando y bromeando como hace mucho no lo hacíamos, sí, extrañe a mi mejor amiga, pero eso ella no lo sabría.


- Hoy ví a Daniela – le dije, y creo que fue mala idea porque soltó el vino que tenía es boca y abrió los ojos tanto, que parecía caricatura – vale, creo que dije el nombre incorrecto, Daniela abisambra, Abi la mejor amiga de “esa” Daniela – hice el gesto de comillas con mis dedos.

- Si idiota – me dijo limpiando su boca – has dicho el nombre incorrecto, joder que me ha dado un susto grande. –

- ¿Susto por qué? – pregunté – claramente en algún momento tengo que verla.

- Lo sé, pero cariño… - dejo de hablar porque frente a la mesa está uno de los camareros, levanté la mirada, y joder, no.

- Permiso – hablo y yo solo la mire con miedo – vengo a retiras los platos desocupados de la mesa para su comodidad – Laura y yo nos separamos un poco y ella empezó a hacer lo que dijo que haría, pero yo no le quite la mira en ningún momento. Dos veces en un día, una con Sofía llamarme  “mami” y la otra con Laura en el preciso momento en que me dice “cariño” el teatro de temprano de “ve con tu hija perfecta y tu mujer perfecta te espera “ su cabeza debe estar maquinado todo, así como yo. Termino y de fue como vino, caminandito.

- Ella es Abi – le dije a Laura que otra vez botaba el vino, yo rodé los ojos, no podía con ella.




Falalala la

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