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Pov Daniela Calle.

– ¡Mi amor! ¿Que es esto tan lindo? – pregunté con verdadero entusiasmo viendo la imagen frente a mi.

Una manta blanca reposaba en la arena, pétalos de rosas que con el viento se levantaban, una canasta posada arriba de la manta. Detrás, estaba el mar que constranstaba con el hermoso atardecer que nos brindaba aquel día, que para mí era uno de los días más maravillosos.

– Esto y más, es lo que te mereces – Respondió poche abrazando mi cintura con sus brazos. – Se supone que esto vendría después de llegar a la cabaña, pero bueno, ya sabemos que paso.

– Es lo de menos amor, todo a estado perfecto hoy, gracias. – bese su mejilla viendo como una sonrisa adornaba si rostro.

– Vamos antes de que tener de desaparecer los pétalos por la brisa.

Reímos y en pocos pasos ya estábamos sobre la manta, en la canasta habían frutas, comida y un par de sandwich, entre risas, platicas y besos acabamos con lo comestible y la botella de vino blanco estaba más abajo de la mitad.

Poche tenía sus mejillas sonrojadas y los ojos brillosos, y yo no podía apartar la vista de ella.

– Creo que va a tocarte conducir a ti mañana cariño. – hablo poche

– Es lo de menos cielo, mientras disfrutemos.

– Fue muy poco tiempo y en poco tendremos que irnos. – sus labios formaron un puchero.

–Ya vendrán más días así mi amor – le di un casto beso en sus labios.

– Hablemos de esos años. – dijo poché de la nada.

– ¿Cuáles años? – pregunté

– Esos en los que no sabía nada de ti, ni tu de mi.

– Bueno, ya sabes la parte mala, pero las cosas buenas vinieron con el nacimiento de nuestro hijo, desde que escuché su silencioso llanto a penas salió de mi. – sonreí recordando aquellos momentos.

– ¿Cómo fue el parto?

– La verdad, no me enteré que estaba por nacer hasta que mi madre grito al ver un charco de líquido en mis pies. Se desespero y me llevo al hospital, no tuve contracciones, ni fue desesperante como dicen.

– Todo un angelito desde el inicio.

– Por eso su nombre – Respondí.

– Me fuese encantado acompañarte, acompañarlos a ambos. – dijo con una sonrisa melancólica.

– Poché...

– No, no – me interrumpió. – No lo digo a mal, ni en reclamo, ya lo hemos hablado y las cosas ya fueron así. – aclaro, soltó un suspiro y continuo – Me fuese encantado verlo nacer, cumplir tus antojos, escuchar su llanto y cambiar sus pañales.

– Lo siento, de verdad.

– Pues ya pasó. – sus ojos se fijaron en los míos con intensidad. – tenemos el ahora, y no pienso alejarme de ustedes por nada.

– Y yo no voy a permitir que te separes – declare con seguridad. Ambas sonreímos, sellando aquel acuerdo, aquella promesa con un beso.

Caida la noche volvimos a la cabaña, yo estaba un poco ansiosa por mi hijo, era la primera noche que no pasaba con él y él la pasaba con Juan Carlos, confiaba plenamente en mi ex suegro pero aún así no podía estar tranquila.

– Calma, papá se hará cargo, además Abi también va a quedarse en casa de mi padre. – trato de convencerme.

– Vale.

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