La soledad [2]

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~Narra Tae~

Él seguía sonriéndome mientras mi cuerpo se llenaba de incertidumbre y mala espina. Mi lógica era que si esto era un reclusorio y estaba lleno de lunáticos, ¿Por qué este gran Alfa de aspecto temible no sería uno?

¿Quien sabe? Tal vez salvó mi culo hace un momento para poder “jugar” con el chico nuevo.

— ¿Cuál es tu nombre? — preguntó para romper el silencio, cosa que no hizo otra cosa que ponerme aún más nervioso.

— Soy Kim... Kim TaeHyung.

Él me mostró su mano con la intención de estrecharla, sin rechistar lo saludé, no quería ofenderlo. Su aspecto grande no mentía, el apretón estaba siendo un poco brusco, lo que mi cerebro interpretó como una amenaza.

— Un gusto conocerte, Kim. — no dejó de sonreír después de que dejamos de saludarnos. — No tienes nada que temer aquí, nadie quiere hacerte daño.

Eso decía, pero a sus espaldas había un sinnúmero de reos mirando insaciables a su nueva presa. Si su intención era que yo bajara la guardia para poder dañarme más fácilmente, entonces haría todo lo contrario.

— ボス!— un Omega pelirrojo lo llamó desde una cancha vieja y quebradiza.

— Tengo que irme. Fue un gusto conocerte. — se despidió con un ademán corto.

Una vez me dejó solo, mi alma volvió a mi cuerpo. Ese infeliz no hacía otra cosa más que ponerme los pelos de punta y a la defensiva, pero de inmediato lo quise de vuelta cuando los demás reos se acercaron a mí lentamente.

— 名前はなんですか? — preguntó un Alfa de cicatriz en toda la extensión de su ojo.

—あなたが上司と話しているのを見ました。 — no entendía una mierda de lo que decían.

—可愛いカール、私もあんな髪になりたい~ — una Alfa se tomó la libertad de acariciar uno de los mechones de mi cabello.

Golpeé su brazo para hacerlos retroceder, se apartaron como conejos asustados.

— ¡No vuelvan a tocarme, malditos fenómenos! — los apunté a todos y cada uno con el índice, se asustaron de sobremanera, como si mi dedo se tratara de un arma.

Aproveché aquello para hacerme paso entre ellos con mi “arma” y poder salir de la multitud que se había formado. Me escabulli por todo el jardín, esquivando a los grupos grandes y, sobre todo, a los solitarios, hasta que encontré una caseta de guardia que parecía abandonada.

Las ventanas estaban rotas, la construcción era a base de cemento así que hacía bastante calor adentro; además de eso, había un fuerte olor a orina. Pero sinceramente, prefería eso a encontrarme con otro reo.

Me refugié en ese pequeño lugar hasta que llegó un guardia que parecía buscarme para decirme que todos debían volver a sus celdas. En cuanto salí, el mismo guardia de siempre se encargó de guiarme hasta mi habitación.

Irónicamente, suspiré de alivio en cuanto cerraron la puerta a mis espaldas. La habitación que antes me parecía tortuosa, ahora la veía como un refugio impenetrable. La que me mantenía a salvó del resto de los convictos.

Aunque esa idea se desvancecío después de una semana sin ver la luz del sol, tan solo recibiendo la comida de siempre, escuchando la misma estúpida canción y frecuentando al mismo guardia.

STIGMA ~•Un Beta defectuoso•~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora