Mi rutina.

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—¡Uff! - jadeé cansado, mi vista estaba borrosa debido a los golpes.

— ¡Ahora no eres tan valiente, ¿He?! — se burló de mí JuYe, mi matón de cabecera que a reprobado las veces que son posibles. — ¡Las escorias cómo tú deberían morir! ¡Solo le hago un favor al mundo!

Él y sus amigos me golpeaban con fuerza detrás de los baños, todos eran Alfas de gran tamaño, y yo no podía hacer mucho contra eso.

— ¡Me das asco! — hizo un gesto de náuseas mientras me encestaba tres golpes directos al estómago.

Esos últimos golpes lo lograron, perdí el conocimiento durante unos segundos y mi cuerpo cedió al cansancio. Me recargué por completo en la pared detrás de mí y me resbalé hasta llegar al suelo. Fue entonces que ellos dejaron de golpearme.

— ¿Cuando será el día en el que le hagas un favor al mundo y te mueras? — se sacudió las manos llenas de polvo y sangre el infeliz.

El resto de Alfas se rieron de sus palabras mientras yo me desvanecía.

— ¡Por aquí, profesor! ¡Los ví meterse por aquí! — escuché una alejada voz.

— ¡Mierda! ¡Es el profesor! — gritó asustado uno de mis agresores.

-—¡Huyan! — ordenó JuYe, saliendo de mi borrosa vista.

Ellos hyueron escalando la pared del callejón en sus formas lobunas, mientras yo solo trataba de soportar el dolor más ardiente que había sentido recorrer todo mi cuerpo.

— ¡Hey, basuras! — gritó el profesor, corriendo en mi dirección pero dirigiendo su cuerpo hacia el muro por el que JuYe y sus amigos escaparon. — ¡Min JuYe, tu padre sabrá de esto!

— ¡Jungkook~ah! — sollozó mi ángel. Jimin se había arrodillado frente a mi, manchando sus rodillas desnudas con barro y mi sangre derramada en el piso. Se le veía bastante preocupado.

No pude responder a todas sus preguntas, ni siquiera podía escucharlas todas. Solo pude sonreírle, alegre de que estuviera aquí.

— ¡Profesor, hay que llevarlo a la enfermería! — pidió Jimin al profesor, de sus bellos ojos derramaba cómo cascadas innumerables lágrimas.

— N~no... — susurré con dificultad. — No llores...

Intenté estirar mi mano para sacarle las lágrimas, pero él la bajó rápidamente.

— ¡Conserva tu energía! ¡No puedes moverte, ¿Me oíste?! ¡El profesor te llevará a la enfermería! — me ordenó, yo solo podía pensar en lo tierno que él se veía cuando me regañaba.

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— Esos chicos otra vez... — el profesor se paseó por el cuarto de la enfermería mientras apretaba de su barba. Se le veía frustrado. — Les llamé la atención, los reporté, llamé a sus padres innumerables veces y, ¡No entienden! ¡Esos chicos me van a sacar canas!

— Profesor Ho, no debería gritar... — sugirió Jimin, quien se encontraba sentado a orillas de mi camilla.

— ¡Shhh! ¡¡Silencio en la enfermería!! — exclamó una enfermera que atendía a otro chico.

— ¡Lo~lo siento, señorita! ¡No volverá a pasar! — se disculpó el hombre, nervioso.

Jimin solo sonrió de lado ante la situación, para después voltearme a ver. Desde que llegué aquí no soltó mi mano, apretó el agarre al momento de verme.

-—¿Te sientes mejor? — estiró la mano y acaricio mis vendajes de la mejilla.

— Si... — le respondí. La verdad, no sentía dolor, o al menos, no tanto.

Jimin era como mi penicilina, el solo verlo me producía una sensación extraña de analgesia.

— Que bien... — me sonrió ampliamente. Para después cambiar por completo su semblante y comenzar a gritarme. — ¿¡En qué estabas pensando!?

Él tomó el cuello de mi uniforme y me sacudió, estaba entre furioso y triste, ya que se encontraba rojo de ira pero aún así brotaban lágrimas de sus ojos.

_ ¡¡No debiste irte con esos matones!! ¡Pudieron haberte matado! ¡No seas insensato! — me regaño. Yo estaba tan acostumbrado a sus cambios de humor que simplemente pude susurrar disculpas con una sonrisa en mis labios.

— ¡¡Silencio!! — gritó desesperada aquella enfermera.

— ¡Lo siento! ¡Lo siento! — se disculpó avergonzado Jimin.

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El pitido característico del microondas sonó y solo bastó medio segundo para que yo abriera la puerta del electrodoméstico y sacara con cuidado la sopa instantánea que estaba dentro.

Coloqué mi cena en la mesa y rápidamente tomé mis palillos para comenzar a engullir mis fideos, estaba por colocar mi celular de manera perfecta para poder ver un vídeo cualquiera de internet pero una video-llamada entrante apareció en mi pantalla.

"Chérie" esta llamando.

Me atraganté con los fideos que apenas estaba introduciendo a mi boca. Me había tomado por sorpresa.

Contesté lo más rápido que pude.

— ¡Ho~hola! — sonreí mientras colocaba el celular de forma vertical.

— ¡Jungkook~ah, ¿Cómo te sientes?! — me saludó Jimin, se encontraba estudiando ya que llevaba puestos sus anteojos.

— Me~mejor, ya no me duele tanto... — le respondí, volviendo a colocar los fideos en mi boca.

Jimin sonrió, para después mover la cámara un par de veces, ví borroso por un par de segundos. Cuando la imagen se aclaró, pude notar que él se había desplomado boca arriba en su cama, sus lentes se descolocaron, su cabello negro se alborotó y el primer botón de su pijama de abrió, descubriendo sus clavículas y parte de su pecho.

— ¡Cof, cof, cof! — aspiré sin querer uno de los fideos debido a la impresión.

— ¿¡Te encuentras bien!? ¿¡Ya te tomaste tu medicamento!? — me preguntó preocupado.

— ¡Estoy bien, estoy bien! — sacudí mis manos para mostrarle que me encontraba bien. — Es solo que los fideos estaban calientes...

Jimin se carcajeó un poco, pero yo no podía ver precisamente su rostro...

El karma me golpeó duro, volví a toser pero esta vez uno de los fideos se asomó por mi nariz. Rápidamente lo aspiré mientras me tapaba el rostro con mis manos, pero nada le impidió a Jimin ver lo que acababa de suceder.

Él se carcajeó por un minuto de mí y yo no podía hacer más que fingir molestarme. Me quería morir de vergüenza.

Charlamos por un par de horas más sobre otras cosas mientras cenabamos, aunque yo no tocaba mucho mis fideos.

Llegó el momento de despedirnos y, en cuanto él cortó la llamada, yo me quedé solo de nuevo.

Me sumí en el silencio y la oscuridad de mi casa, ya que mi abuela se encontraba cenando con unas amigas.

Ya ni siquiera me apetecían los fideos fríos. Debí comerlos cuando aún estaban cálidos.

Me levanté de la mesa y me dirigí a mi habitación, me acosté en mi cama y decidí tomar mi celular para distraerme.

No quería ir a la escuela. No quería volver a ese infierno.

Mi día constaba de esa horrorosa rutina: levantarme, ducharme y vestirme, estudiar un poco para al final del día terminar entre los puños de gente idiota.

Suspiré cuando ví que era la una de la mañana y decidí dejar mi celular y acostarme.

Observé el techo por unos segundos.

— Ojalá pudiera... — susurré miemtras se me cerraban los ojos lentamente debido al cansancio. — Ser normal...

Y me sumí en un sueño profundo.

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STIGMA ~•Un Beta defectuoso•~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora