Cap. 11 - Reconocimiento

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Joaquín gimió del susto cuándo aterrizamos en la cama y de nuevo su aliento me supo a dulzura aturdiéndome hasta el punto de quedarme colgado de la nube más alta.

El chico sobre mí era delgado, podía sentir su cálido cuerpo presionando el mío contra el colchón. No pesaba mucho por lo que no era incómodo de ninguna manera, al contrario, se me antojaba placentero tenerlo tan cerca. Una parte minúscula de mi cabeza pedía a gritos que se congelara el tiempo, otra más grande y racional le decía a la otra que se callara.

Estaba cubierto por un sweater de lana bastante grueso para amainar el frío. Por alguna razón siempre me lo imaginaba con la bata blanca y aburrida de un enfermero, sin embargo, el uniforme no parecía ser obligatorio fuera del hospital. Me contuve las ganas de acariciar su piel bajo aquella prenda.

Su nariz rozó la mía una fracción de segundos llevándome al cielo, a una nube todavía más alta, sus cabellos cayeron sobre mi cara haciendo que el aroma de su champú llegara a mi olfato de forma intensa y devastadora, olía a naranjas… mezclados con el aroma a vainilla de su perfume.

La cabeza comenzaba a darme vueltas. Las manos de Joaquín descansaban entre mi pecho y el suyo, no nos separaba la suficiente distancia cómo para no percatarme de los latidos acelerados de su corazón. No tanto cómo los míos, por descontado.

Volví a sentir aquella corriente eléctrica parecida a la estática entre él y yo, y desde mi interior atrayéndome a él.

— Lo siento — musitó mientras se levantaba y bajándome de nuevo a la tierra —. Creo que perdí el equilibrio.

— No te preocupes, no creo haberme roto nada más —respondí con un amago de risa que Joaquín secundó.
Sacudí la cabeza para aclararme, ¿porqué demonios me pasaba ésto?

— Eso es bueno, no me gustaría que te llenaran de yeso. Parecerías una momia — comentó.

— Oh, pensé que ya lo era. Esa es una buena noticia — ambos reímos de nuevo.

La risa sonaba tan extraña de mi boca, cómo si no fuera mía. Y es que había pasado tanto tiempo antes de que volviera a reír que escucharme ahora era casi cómo si fuera la primera vez.

— Buenas noches, Joaquín — dije animado mientras me acomodaba en mi cama.

— Buenas noches, Emilio — susurró al tiempo que me arropaba.

Mi nombre sonaba cómo música de sus labios.
Pero ¿Quién era yo y qué rayos había hecho con el antiguo Emilio, pensante y cuidadoso?

Los párpados me pesaban por lo que no me costó conciliar el sueño. Me zambullí en aquella espiral de paz que cada noche me rodeaba cariñosamente. Me sentía cómo un bebé en brazos de su madre.

Agradecí no haber tenido pesadillas, al menos no esa noche. En su lugar, mi mente sólo me rodeaba de negro – cómo siempre - pero a la par del negro iba el delicioso aroma a naranjas y Vainilla…



 En su lugar, mi mente sólo me rodeaba de negro – cómo siempre - pero a la par del negro iba el delicioso aroma a naranjas y Vainilla…

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Luz De MediaNoche // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora