- Te amo, te amo, te amo... - cantaba yo una y otra vez entre beso y beso.
No podía dejar de besarlo, de repetirle que lo amaba. No bastaba con decirlo una vez, no bastaba con decirle una vez, no bastaba con un sólo beso. Es más, si en ese momento el cielo estuviera en venta, no dudaría en pagar cualquier suma por regalárselo y lograr explicar mínimamente el tamaño de mis sentimientos hacía él.
¡Por Dios! ¡Era hermoso! Y yo gastando el tiempo en estupideces cómo depresiones y lamentaciones, era el hombre más afortunado del mundo y me daba el lujo de sentirme mal.
Escuchaba de fondo las risas de mi mamá y casi también reí yo, sólo que tenía la boca ocupada ó lo hubiera hecho.
Joaquín me tomaba de los hombros, su costumbre era enredar sus dedos en mi pelo, pero me estaba recuperando de una operación grave y tenía la herida en su lugar predilecto (y nada de cabello al que enredarse). Sentía sus labios curvarse entre los míos y los mordí juguetonamente. Ni él ni yo queríamos detenernos. Ni siquiera por educación. Todo podía irse al mismísimo demonio en aquel instante.
De repente se escucharon dos golpes en la puerta.
- Permiso, no llegamos tarde ¿Cierto? - pronunció una voz masculina que yo conocía. Me giré hacía ella contra todo pronóstico.
Parpadeé rápidamente, aún me resultaba incomoda la luz, aunque ésta sea muy tenue.
Era Diego quién asomaba su cabeza por la apertura de la puerta. Al verme sonrió.
- Roy se quedó almorzando en la cafetería y nos retrasó - explico mientras entraba con Nikolás y Roy a sus espaldas.
- ¡¡Emilio!! - exclamó éste último corriendo a mi lado. Se limpió la boca con el dorso de la mano, tragó lo que sea que estuviera comiendo y me miró de punta a punta - ¿Ya eres mujer? - preguntó y reí - pero... - agregó dando un paso hacía atrás y haciendo una observación teatral de mi persona - Sigues igual de plano amigo, no veo... protuberancias ¿Entiendes? - dijo haciendo con las manos el gesto de dos bolas a la altura de su pecho - te estafaron susurró volviendo a mi lado.
Todos, incluso el doctor Arath, reímos.
- Lo sé, lo sé... - dijo moviendo la cabeza - Oye ¿me ves? - quiso saber sonriéndome abiertamente.
- Si, te veo Roy - dije, aún me mantenía tomado de la mano de Joaquín que estaba soportando todo aquello con los ojos llorosos de tanto reír.
- No te creo - discrepó mi amigo frunciendo los labios - Hagamos una prueba. ¿Ves ésto? - Preguntó y jaló a Joaquín de la mano y le cruzó el brazo por la cintura. Fruncí el ceño exageradamente.
- Veo eso, Roy - Musité fingiendo estar molesto. Joaquín rió tiernamente. Hermoso era poco.
- ¿Ves que guapo es? - exclamó mi amigo - mira no más - lo giró sobre su eje.
- No es guapo - discutí. Seis pares de ojos me miraron extrañados - Es perfecto - susurré tirando de nuevo de Joaquín y dándole un beso en la mano.
- Bueno, bueno - intervino Diego, empujó a Roy y se acercó a mí - ¿No hay un abrazo para tu mejor amigo? - dijo y se inclinó a abrazarme - ¿Te lo dijimos ó no te lo dijimos Marcos? - me reprochó - y tú que no creías en la medicina - agregó negando con la cabeza.
- Yo nunca dije que...
- ¡Es una broma! No se ofenda doc. - le dijo al médico.
El próximo en acercarse a saludarme fué Nikolás. En silencio, sin bromas, pero muy emocionado por lo que pude ver. Su abrazo fué el más apretado de todos y supe que había sufrido conmigo todo el proceso.
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Luz De MediaNoche // Adaptación Emiliaco
أدب الهواةEmilio pierde la visión en un accidente automovilístico. Dispuesto a rendirse ante la oscuridad y todo lo que venga de ella, cae en una solitaria depresión. Pero hay alguien que no dejará que se hunda, alguien que estará cada día de su travesía con...