Cap. 29 - De Noticias A Impulsos

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- No entiendo Joaquín, ¿Qué quieres decir? – Le pregunté después de analizar sus palabras todo un minuto. Sin resultados, obviamente. Temí estarme volviendo lento de pensamiento

Joaquín inspiró y exhaló varias veces, aparentemente intentando calmarse – Ok, ¿Por dónde empiezo? – se preguntó a sí mismo antes de seguir, aguardé pacientemente... en apariencia - ¿Recuerdas que te dije que éstos días estaba muy ocupado porque el doctor Arath estaba en una convención? – Asentí, sabía que me estaba viendo – Bueno, resultó que era una cumbre muy especial en la que discutían nuevas técnicas de cirugía - dijo emocionado otra vez, sin embargo, aún no comprendía que tenía que ver conmigo.

- Y eso me afecta porque...

- ¡Emilio! ¿No lo entiendes? ¡El doctor encontró una nueva técnica de operar la ceguera cortical!

La información penetró lentamente en mi cerebro, cómo el agua enjabonada en una esponja hasta que al fin estaba comprendiendo, y aunque me parecía hilarante que se tratara de una... ni siquiera podía decirlo, ni siquiera podía creerme alguna esperanza, aún.

- ¿Eso quiere decir que...? – Me levanté del sillón y comencé a caminar en círculos tomando mi cabeza entre las manos - ¿...que el doctor sabe cómo...?

- El doctor aprendió de los mejores médicos alemanes la mejor manera de operar la ceguera, Emilio - completó Joaquín y me detuve en seco.

- ¿De verdad? – Quise saber girándome hacía su voz, todavía no podía creerlo. Casi 1 año de ceguera no me permitía confiar del todo en las cosas que sólo lograba escuchar.

- Emilio - pronunció cerca de mí – De verdad - aseguró – El doctor sabe que somos amigos y me mandó a comunicarte la noticia, quiere verte mañana en el hospital...

Y de nuevo me quedé congelado. Pero sólo por un segundo, lo que duré en tomar a Joaquín entre mis brazos y dar saltos por toda la habitación sin que me importara si chocaba con algo.

- ¡Es verdad Emilio! – grito Joaquín, todavía más eufórico que yo.

Lo siguiente me dejó estupefacto. Y no sólo estupefacto, también asustado y desconcertado al principio, y feliz y eufórico en un segundo después, cuándo supe que esas suaves y calidad carnosidades que acariciaban mis labios eran los labios de Joaquín, que me tomaban y soltaban en un juego hasta entonces sólo imaginado por mí.

No sabía qué hacer, ¿Porqué estaba pasando aquello? ¿Qué se suponía que significaba? Sin embargo, el elíxir de sus besos pronto invadió mi cabeza y no pude pensar en preguntar y mucho menos en respuestas. Una pequeña, solitaria y casi olvidada voz, la misma que en antiguos tiempos me decía qué estaba bien, qué estaba mal, la misma que había escondido y amordazado desde que había conocido a Joaquín para no cometer el mínimo error en su presencia ahora me gritaba delirante que lo besara, que aprovechara el momento sin importar nada más. Nada más que él y yo, ni las razones ni los tiempos.

Coloqué mis manos en su espalda, sin apretarlo, sonrió entre mis labios y acudí a besarlo cómo si fuera lo último que hiciera en mi vida. Bien podía darme una cachetada en algún momento, ó podría sonar el despertador de fondo devolviéndome a la realidad, pero mientras tanto disfrutaría de aquella sensación que me apretujaba el corazón con ternura y hacía que las mariposas en mi estómago revolotearan.

Besé sus labios y resultó ser cien veces mejor a cómo lo había imaginado, los acaricié cómo si pudiera romper con la mínima presión, su aliento se mezclaba con el mío conforme aumentábamos el ritmo y nuestras respiraciones se aceleraban. Nunca me había importado menos olvidar lo básico de la naturaleza humana que era el acto de respirar.



Luz De MediaNoche // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora