- ¡¿Joaquín?! - preguntó una vocecita aguda que reconocí.
Una niña que no debía de llegarme a la cintura, de un hermoso y brillante cabello castaño, ojos mieles y pecas arriba de una sonrisa que esa misma mañana había visto en un rostro muy parecido, hizo su aparición desde una puerta al fondo del comedor. La niña (que llevaba una muñeca barbie en las manos) se detuvo un segundo antes de correr hacía mí gritando mi nombre. Me agaché hasta ponerme a su altura y tomarla entre mis brazos.
- ¡Emilio! - me saludo y me dió varios besos en las mejillas -¿Cómo estás? Mamá me dijo que estabas en el hospital y no me dejaban ir a verte.
- Estoy bien Ren, ¿Y sabes qué? - ella negó con la cabeza - Puedo verte, hermosa.
Sus ojitos se abrieron de par en par con el mismo brillo que los de su hermano, con ese aire infantil parecía patrimonio de los Bondoni.
- ¿De verdad? - quiso saber incrédula.
Asentí una vez. Renata volvió a gritar al tiempo que me abrazaba. Fué cuándo apareció quién supuse era el padre de Joaquín, Uberto, con una prematura calvicie en las entradas y expresión malhumorada.
- ¡Oh Emilio! ¡Eres tú! - exclamó acercándose desde el mismo lugar del que había salido Renata hasta darme un apretón de manos afectuoso. Su expresión cambió completamente al verme, tornándose incluso, jocosa.
- Buenos día Uberto - lo saludé.
Me invitó a sentarme y ocupé un lugar en el sillón de tres cuerpos a mitad del living con Ren sentada en mis piernas.
- Pensé que ésta niña estaba delirando de nuevo contigo, ha estado fastidiando con que quería verte desde hace días - me explicó desparramándole el cabello a su hija menor. Ella rió avergonzada jugando con el cabello de su muñeca - y dinos, ¿Somos cómo te lo imaginaste? - preguntó entre risas - Espero que no me hayas hecho tan gordo y feo.
También reí.
- Lo cierto es que no Uberto, y lo bueno de todo ésto es que tengo mucha imaginación - dije riéndome, él me secundó.
- ¡Mamá, no encuentro mi pantalón negro! - grito Joaquín desde lejos. Uberto meneó la cabeza en tono divertido.
- Así que te llevas a mi niño, otra vez... - musitó apesadumbrado. Sentí que un sudor frío caía por mi nuca.
- No es mi intención... - comencé a decir. Uberto levantó una mano para detenerme.
- No lo digo en mal plan, Emilio, al contrario. Me parece genial, al menos tú podrás darle lo que nosotros no podemos - dijo con la vista perdida en un punto detrás de mí - Aquí le faltan muchas cosas y sé que contigo es feliz - de repente soltó una risita - No lo he visto sonreír de ese modo desde que tenía 13 años y le hicimos una gran fiesta por su cumpleaños, tampoco era mucho, pero él creía que tenía el palacio de Buckingham a su disposición - volvió a reír - incluso hay veces que se le oye cantar en la ducha a todo pulmón.
Sonreí abiertamente, al menos no era el único loco que se ponía a cantar en el baño. Emilio suspiró.
- Lo cuidarás ¿Cierto? - me preguntó ésta vez serio.
- Más que a mí mismo - aseguré con el corazón en la mano.
- ¿Emilio? - habló una mujer de cabello castaño y ojos color miel del mismo tono que del chico por el cuál ando totalmente enamorado, asomándose desde otra de las puertas al fondo de un pasillo. Ella debía de ser Lizz, tan dulce y amorosa cómo sus hijos, con una brillante sonrisa y un delantal de cuadritos atado a su cintura.
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Luz De MediaNoche // Adaptación Emiliaco
FanfictionEmilio pierde la visión en un accidente automovilístico. Dispuesto a rendirse ante la oscuridad y todo lo que venga de ella, cae en una solitaria depresión. Pero hay alguien que no dejará que se hunda, alguien que estará cada día de su travesía con...