Cap. 41 - Esculturas Divinas

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Abrí mis párpados con moderación y temor. Primero una rendija que dejaba entrever algo borroso, blanco, cómo si estuviera del otro lado de un vidrio esmerilado. Eso era nuevo.

Volví a cerrarlos y lo intenté otra vez.

'Por favor', rogué en mi fuero interno.

Blanco de nuevo... y arrugas grises paralelas. ¿Eran las sábanas? Los cerré de nuevo y los volví a abrir, no quería dejar lugar a dudas.

Efectivamente, eran sábanas que cubrían mis piernas.

Veía, veía colores y texturas, lograba diferenciar las telas pulcramente lavadas de mis sábanas de la piel de la mano que descansaba sobre mi regazo. Sonreí imperceptiblemente, tampoco quería ilusionarme por alguna ilusión creada por mí mismo.

Moví la cabeza hacía un lado. Encontré mi otra mano, con los dedos entrelazados a otros más delgados y cuyas uñas estaban pintadas de rojo. Los seguí hasta encontrarme con un rostro distorsionado.

'No ahora. No podía fallarme ahora, por favor.'

Parpadeé 2 veces antes de intentar enfocar el rostro a medio metro de mí. Reconocí esos ojos azules cielo, lo habría hecho, aunque nunca los hubiera visto, en un rostro angelical que dudaba entre una sonrisa y un interrogante.

No podría describir la sensación que en esos momentos me invadía, decir que estaba eufórico era quedarse corto, pero al mismo tiempo estaba tranquilo, pues me obligaba a mí mismo a estarlo. Quería gritar y agradecer, me sentía incapaz de hacer cualquiera de las dos cosas. Las sensaciones se agolpaban todas juntas en mi pecho sin permitirme siquiera exteriorizar una sonrisa. Era inmensamente feliz.

El pelo de mi mamá se mantenía del mismo corte que recordaba, el mismo tono y las arrugas de la risa aparecieron en las comisuras de sus ojos cuándo una media sonrisa se asomó en sus labios.

Sonreí con ganas.

- ¿Mamá? - pregunté levantando mi mano libre hasta colocarlos sobre sus mejillas cálidas.

Sus ojos empañados se humedecieron del todo cuándo ella río entrecortadamente y se apresuró a abrazarme.

Podía sentir sus mismas lágrimas acumulándose detrás de mis ojos y formando un nudo en mi garganta.

Hundí mi rostro en su hombro al tiempo que mis manos la apretaban suavemente por la espalda, la escuchaba sollozar tenuemente en mi cuello.

- ¡Mamá! - exclamé extasiado.

¡Podía ver!

- ¡Hijo puedes verme! - dijo ella con la voz quebrada cuándo se separó de mí y acariciándome las mejillas - ¡Te lo dije! Te lo dije... - canturreó ella.

Le sequé las lágrimas con mis dedos mientras ambos empezábamos a reír en medio del llanto. Parecía tonto que nos pusiéramos a llorar en un momento tan hermoso.

Hasta que mi mamá calló y me regaló una gran sonrisa blanca, se dedicó a mirarme todo 1 minuto, igualmente por mi parte. Quería memorizarla.

Luego miró algo a su espalda y después de darme un beso en la frente se alejó, ubicándose en una silla de tapizado celeste a mi lado. Se había sentado a esperar.

Miré por un segundo al doctor Arath, las palabras no me alcanzaban para agradecerle todo lo que había hecho por mí. Por primera vez en lo que llevaba de conocerlo, lo ví sonreír. Su intachable postura de médico, inmutable y tranquila, se había resquebrajado en una sonrisa amplia.

Luz De MediaNoche // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora