Cap. 33 - Lo Mejor De Mí - Parte 1

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De un momento a otro sentí el cuerpo de Joaquín a mi lado, con la tibieza que conllevaba aquella cercanía. Él encontró un hueco en mi hombro en el que su rostro encajaba perfectamente, cómo si esa parte de mi cuerpo hubiera sido hecha para que él se refugiara.

Suspiramos al mismo tiempo y comencé a acariciar su rostro con las yemas de mis dedos, la deliciosa suavidad de su piel me encantaba. Sus mejillas estaban cálidas, su nariz fría. Le coloqué un mechón de pelo sobre la frente y ubiqué mi mano a un lado de su rostro.

Con mi otra mano que la tenía en su espalda baja me dí cuenta que vestía un pijama de una tela delicada que pude identificar cómo seda, demasiado liviana para esa estación del año, por lo que no tuve mejor idea que envolverlo entre mis brazos para transmitirle un poco de calor.

- ¿No te parece que estás un poco desabrigado para una noche cómo ésta? Hasta dónde sé, está nevando - le reprendí cuándo sentí que su camiseta era lo suficientemente delgada cómo para sentir su piel a través de ella.

- La verdad es que no tengo frío ahora - aceptó.

- La verdad es que yo tampoco - ambos medio reímos en la silenciosa noche.

- Si quieres voy y me pongo uno de los camisones de tu madre...  - ofreció y se sentó en la cama. Sabía que era pura actuación, tomé su mano y tiré de él hasta que retomara su lugar.

- Ni se te ocurra, diva.

- No lo hice a propósito, es el pijama que tenía más cerca...

- Ajá, y yo soy el personaje Aristóteles Córcega - repuse con sarcasmo

- Pues no tienes nada que envidiarle...porque tienes mucho parecido a él - susurró sensualmente.

Se revolvió entre mis brazos antes de girarse y ponerse encima de mí para empezar un beso que no parecía tener final, ni tampoco quería encontrarlo. Nuestro beso comenzó cómo siempre, con suaves caricias de labios, con tanta delicadeza que daba la impresión de que se romperían ante la menor presión. Eran de esos besos a los que él me había acostumbrado, y eran los mismos que me llenaban de cosquillas el estómago.

Pero después de 1 minuto de ese tierno beso algo cambió. Él abrió un poco su boca y delineó mi labio inferior con la punta de la lengua, en el mismo instante pasaron varias cosas: un escalofrío nació en mi nuca descendiendo por mi columna hasta instalarse en forma de calor en el vientre bajo de mi cuerpo, su mano se enredó en mi cabello y mis dedos encontraron un sitio entre la seda de su camiseta y su piel, más concretamente en su esculpida cintura, que para entonces su piel parecía de gallina, al igual que la mía.

Me había vuelto un cazador, uno que aprisionaba sus labios para soltarlos y volver a hallarlos de nuevo, un segundo después, era yo la presa.

El ritmo comenzaba a acelerar a una velocidad que hasta entonces no sabía que podía tomar, estaba descubriendo sensaciones nuevas, intensas, inagotables, excitantes... mordisqueé su labio suavemente y él suspiró en mi boca llenándome de su aliento mentolado y automáticamente nos acercamos un poco más hasta que cada parte de la anatomía de Joaquín se acoplaba a mí.

Volvió a repetir su estrategia de desarmarme a base de caricias de lengua, me estremecí con más fuerza mientras lo estrechaba en mis brazos. Las comisuras de sus labios se curvaron hacía arriba maliciosamente disfrutando de lo que lograba en mí. Si quería guerra...

Lentamente y cómo si estuviera pidiendo permiso introduje mi lengua entre sus labios, cómo si quisiera saborearlos y nada fuera suficiente para lograrlo. Él los separó enseguida y su lengua encontró la mía a mitad de camino al tiempo que sus manos descendían desde mi cuello, pasando por mi pecho que estaba cubierto por la camiseta que solía usar para dormir, deteniéndose en el borde dónde se encontraba  mi pantalón corto.

Luz De MediaNoche // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora