Cap. 10 - Cercanía

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Se hizo un silencio eterno que me pareció de 2 horas. Al parecer la compasión de Joaquín no llegaba a tanto, me tenía lástima sí, cómo si fuera un perrito herido... Pero no tan herido cómo para perder el tiempo de enseñarle a cómo volver a vivir.

Me retracté de mis palabras antes de que él me rechazara más bruscamente.

— Ok, ya lo entiendo... olvídelo — susurré.

— ¡No! — exclamó él — estoy dispuesto a ayudarlo.

Pero sus palabras ya no sonaban convencidas.

— No tiene porqué perder el tiempo conmigo, joven. No quiero que se vea en la obligación de nada.

— No me siento obligado — expuso un tanto... ¿ofendido? —. Sólo que me toma por sorpresa.

— ¿Sorpresa? — el sorprendido era yo. Sorprendido y ahora también molesto — ¡¿Acaso un inútil cómo yo no tiene derecho a aprender?!

— Señor Osorio... — quiso persuadirme.

Lo ignoré.

— ¡¿Qué diferencia hay entre su tío y yo?! Ok, es plausible... él es de su familia, yo soy un maldito desconocido.

— Señor Osorio...

Comencé a hiperventilar de ira.

Era el momento en el que la mínima esperanza de superarme había brillado en el fondo del túnel eternamente oscuro de mi vida y éste chico me hacía entender que no daría esa esperanza a cualquiera y menos a mí.

Un desgraciado e inútil ciego.

Me tapé la cara con la mano sintiendo entre ella mis lentes de sol, obstruyéndome. Me los quité de un tirón para poder presionar mis ojos y evitar llorar. Sería muy humillante.

Joaquín se calló un buen rato hasta que mi respiración se regularizó y comenzó a hablar con esa voz tranquila suya.

— Señor Osorio... cuándo dije que me tomaba por sorpresa no me refería en ese sentido en lo más mínimo — guardó silencio midiendo mi expresión, tanteé la mesa y volví a colocarme los lentes —, sentí sorpresa porque... bueno, para serle sincero... pensé que me odiaba.

Giré mi rostro hasta la dirección de dónde provenía la voz. ¿Odiarlo? Hice un recuento mental retrocediendo hacía los pocos días que llevábamos compartidos... Claro que iba a pensar que lo odiaba, lo había tratado cómo una mierda desde que lo conocí, desde que supe que cuidaría de mí.

— Lamento que se haya formado esa impresión de mí.

— ¿No me odia? — preguntó escéptico.

Sólo negué con la cabeza volviendo mi cara al vapor del café. No sabía si la temperatura que había empezado a subir era por el café mismo ó me había sonrojado.

— Y sí, acepto ayudarlo — agregó y ésta vez apoyó con decisión su mano en mi hombro izquierdo —. Sólo dígame cuándo quiere empezar.

— Lo antes posible. ¿Podemos empezar mañana mismo?

— Claro.

—... Pero... quiero pedirle un favor.

— Lo que desee.

— Me gustaría que mi mamá no se enterara de... nuestras clases — hice una pausa corta —, ya sería lo suficientemente duro para mí mismo si no lo lograra cómo para que ella también tuviera que soportarlo.

— Yo sé que usted puede, señor Osorio.

— Tiene demasiada fé en mí... Lo cierto es que no me siento capaz de nada — murmuré —. Si mi papá y Ethan desaparecieron... debe ser porque no sería bueno para tantas cosas.

Luz De MediaNoche // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora