Cap. 13 - ¡Maldita Sea Emilio!

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Joaquín estaba muy concentrado en su trabajo de quitarme el yeso de las partes de mi cuerpo, y yo muy concentrado en el perfume que desprendía su persona. Si el agua me quemaba, no me había dado cuenta.

Algo me decía que debía comenzar a preocuparme por las reacciones que él producía en mí, pero acalle ese ‘algo’ con el mismo aroma tropical que casi me sabía de memoria.

Al final y cuándo él comenzaba a hablarme de nuevo, sentí el roce de las tijeras cuándo el yeso estuvo lo suficientemente reducido a gasas tanto en la pierna cómo en el brazo.

- ¡Vaya! Se siente bien - exclamé, mientras movía mis extremidades entumecidas.

Me había sentado en el borde de la tina, con el frente de mí y mi pierna en su regazo. No quise pensar mucho en esa escena.

- ¿Verdad que sí? ¿Quieres intentar ponerte de pié?

- Lo voy a intentar

No fué difícil, ni que volviera a caminar después de años de parálisis, igualmente me sentí cómo el niño que dá sus primeros pasos. Joaquín se mantuvo cerca, con sus manos en mis hombros, listo para atraparme en caso de que perdiera el equilibrio, pero no hizo falta.

- ¡Vaya! se siente genial - dije maravillado cuándo estuve de pié —. Mañana mismo tienes que llevarme a dar un paseo cómo la gente — medio amenacé al chico frente a mí. Se me daba tan fácil hacer bromas ahora.

Él rió. — Ok. Ahora deberías bañarte, ya puedes hacerlo sólo, cómo querías desde el principio.

— Es verdad. Al fin voy a dejar de sentirme violado con la mirada — bromeé, ó intenté hacerlo.

Por alguna razón, no estaba tan emocionado cómo debería. Es decir, comenzar a hacer las cosas por mi propio medio era lo que quería desde el comienzo, sin embargo tal emoción no llegaba nunca.

— ¡Oye! — me retó él dándome un golpe en el hombro. Exageré con una mueca de dolor —. ¡Tú eres el culpable!

— ¿Yo? — pregunté inocentemente.

— Sí, tú. Tal vez si no tuvieras un cuerpo tan… — se calló de repente.

— Tan ¿qué? — quise saber enarcando una ceja.

Era verdad que antes me pasaba mis buenas horas en el gimnasio ejercitando mis músculos, pero todo era pura vanidad y no pensaba que hubiera logrado tan buenos resultados, si es que era a eso a lo que se refería.

— Nada, Emilio. Ya estoy diciendo estupideces — susurró —. ¡Báñate! — me ordenó.

— Ok, mamá — reprendí e imité un saludo militar.

— Ja-ja — rió sarcástico —. Estaré afuera si necesitas algo.

— No creo que el patito de goma quiera asesinarme, no te preocupes.

Y él volvió a reír mientras salía.

Me quité las prendas en cuánto estuve seguro que no estaba Joaquín y me decidí por usar la ducha en lugar de la tina, que aún debería de estar llena de los restos de yeso.

Era indescriptible la sensación de libertad que experimentaba ahora que me había liberado y que podía hacer más cosas sólo.

Podía leer, podía darme un baño. Casi ya no necesitaba de ayuda, casi no necesitaba de Joaquín.

Por poco, el jabón se me escapa de mis manos al considerarlo desde ese punto.

¿Cuánto tiempo más podría contar con él? Pronto debía marcharse, otros pacientes lo necesitaban.

Luz De MediaNoche // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora