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Siento un choque de miles de sensaciones maravillosas que nunca había conocido, que nunca había sentido, a las que nunca había tenido acceso. Podría describirlas como peculiares, y raramente me están gustando.
Me aparto, respirando con dificultad al mismo tiempo de que nuestras miradas se encuentran, parece que él se siente un poco confundido porque intenta acercarse a mis labios nuevamente, pero giro mi cabeza a dirección de la puerta cerrada y entonces siento la calidez de sus labios posarse en mi cuello, cierro los ojos, aferrándome más a sus hombros.
—E-Eddie —apenas puedo pronunciar su nombre con la voz entre cortada—. Creo que...
—¿Te hice mojar? —sigue lamiendo mi cuello con hambre.
Si.
—Será mejor que dejemos esto para otro día —susurro dulcemente, dándole unas cuantas palmaditas en la nuca. Entonces él, asciende las lamidas hasta el lóbulo de mi oreja, apresándolo con sus dientes.
—¿Otro día? —murmura— uh, o sea que si te hice mojar y, ¿quieres que lo siga haciendo?
—Eddie, basta —estoy tan avergonzada en decirle la verdad, no quiero alimentar su ego, así por así. Solo quiero cambiar de tema.
—Respóndeme —vuelve a elevarse, sin dejar de mirarme con una sonrisa cargada de diversión.
—Si, Eddie, me hiciste mojar y quiero que lo sigas haciendo ¿contento? —ruedo los ojos.
Su sonrisa se agranda mientras retrocede un paso atrás, visualizándome de abajo hacia arriba con la lengua posada en su labio superior.
—Aquí, mañana a la misma hora.
Me sonrojo, quiero que la tierra me trague, o que algún meteorito me caiga encima. No se si es por la forma en que me está mirando, o por la propuesta que me acaba de hacer. Es tan, taaan pronto.
—N-No creo poder, porque... —él alza una ceja inclinando su cabeza a un lado, sabe que estoy ideando algún pretexto y lo peor es que no soy buena mintiendo en estos casos— porque... —centro la mirada en el logo de su playera— de acuerdo, mañana a la misma hora.
—Seré cuidadoso.
—Yo también.
Ambos miramos la puerta y avanzamos al mismo tiempo, pero me detengo al momento de que Eddie retira el seguro y sujeta el pomo.
—¿Quién sale primero? —cuestiono.
—El villano al último, primero las princesas —guiña el ojo haciendo una ligera reverencia.
—¿Villano?
—Si, así es como me ves tú.
Hundo las cejas, pues nunca lo he llegado a ver de esa manera. Como un raro, si, pero como el malo cruel infame, jamás.
