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🔞Shhh.🔞
Me lanzó a la cama e inmediatamente empezó a desnudarse, lanzando las prendas a una silla en la que tenía una pequeña montaña de ropa. Me hinqué a horcajadas sobre el colchón, admirando cada rincón de su tonificado cuerpo, aquellos tatuajes que a simple vista lo hacían ver como un chico rudo, realmente malo. Y eso me volvía aún más loca, porque hacerlo con él había sido una completa fantasía, en que estaría dispuesta a repetirla todos los días si fuera necesario.
Quedando únicamente en bóxers negros, se dirigió a uno de los cajones, de ahí sacó un condón, sacudiéndolo en el aire mientras se mordía el labio inferior. Madre mía, su erección no dejaba de luchar contra la tela de su ropa interior. Lo noté, en cuánto se acercó a mi, quedando a escasos centímetros de la cama.
—¿Te da miedo? —empuñó una mano al rededor de su "amiguito"—. No pasa nada, solo te atravesará como la última vez.
—Que romántico, Munson —titubeé y él rió sin abrir la boca. Apenada bajé la mirada hacia mis prendas de vestir, todavía las tenía puestas. Ya que él había tomado la iniciativa, y yo solo estaba ahí, existiendo—. Podrías... —hice un ademán para que se girara.
—Claro que si —obedeció, y mi mirada cayó sobre su espalda, bajando hacia sus glúteos marcados por el bóxer.
Dios mío
Pasé saliva, quitándome las prendas con torpeza. Todavía me tomé el tiempo en doblarlas y acomodarlas en una esquina de la cama, Eddie comenzó a silbar tranquilamente.
—Ya puedes girarte —balbuceé cubriéndome los pechos con el brazo y mi feminidad con la mano. Estaba sentada a horcajadas, sintiendo las mejillas taan calientes que podrían cocinarse unos huevos ahí.
Y si, estoy hablando de los de comida.
—Woah —se ruborizó al verme.
—¿Te vas a quedar ahí, o...? —se bajó el bóxer hasta los talones, dejando su amiguito al descubierto—. Oh... —sentí como si me hubiera saludado, diciéndome "hola, soy yo de nuevo". Rápidamente desvíe la mirada a otra dirección.
—Espero no te incomode que follemos frente a los maravillosos posters de mis bandas favoritas —señaló a su espalda, abriendo el empaque del condón con los dedos.
Parecían mirarnos, unos se mostraban orgullosos, otros simplemente nos juzgaban con la mirada y a otros les daban igual.
—N-No pasa nada —carraspeé la garganta, esperando pacientemente.
—Mierda, esta cosa no se abre.
—Pásamelo —tomé una pequeña almohada y la coloqué sobre mi regazo, después extendí el brazo para tomar el sobrecito del condón—. Aquí tienes —dije cuando finalmente lo abrí con las uñas.