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Chrissy no dejaba de posar frente al espejo con su hermoso vestido color esmeralda que tanto le había costado elegir, estaba decorado con miles de lentejuelas para resaltar entre las personas a la hora de bailar.
—Solo mírate, estás preciosa, muy linda.
Yo estaba portando una falda negra pegada al cuerpo, un top color vino de infarto y una chaqueta de cuero al igual que la falda, ¡madre mía! los rizos nos lucían increíbles.
—Tú también lo estás —me tendió la mano para darme una vuelta— extrañaba esta versión de ti, por favor nunca la dejes ir otra vez.
—No quiero hacerlo —la miré y después me miré en el espejo— no voy hacerlo, por nada, ni por nadie.
—¿Ni aunque te lo pidiera Eddie?—me pinchó el hombro, reflejando una sonrisita maliciosa.
—No —fue inevitable sonrojarme. Es decir, le llegué a gustar por lo que era, jamás me obligo a cambiar mi estilo solo para estar con él.
—Ajá y yo sigo siendo virgen, como diría mi abuela —se colocó los pendientes girándose completamente hacia mi— ¿ya pensaste sobre tu fiesta de cumpleaños? es el próximo mes, y yo quisiera ser la organizadora.
—¿El próximo mes? —elevé las cejas, sorprendida—oh, dejé de contar las semanas, creí que todavía faltaban tres meses.
—¿Por quééé?
—Porque entre menos le doy importancia, los días avanzan más rápido —me resté de hombros, sonriendo con duda.
La puerta de su habitación se abrió y la señora Cunningham se dejó mostrar con una encantadora sonrisa en los labios.
—El grupo musical llegó, y la sala se acaba de llenar con invitados que no dejan de preguntar por ti, cariño.
—Ya estábamos por bajar, mamá.
—Entre los que llegaron... ¿se encuentran los chicos del baloncesto? —cuestioné de repente mordiéndome el labio inferior. Habían quedado en llegar juntos.
—No recuerdo haberlos visto —pensó un poco y después negó con la cabeza—creo que no, querida.
Gracias Diosito
Chrissy y yo sonreímos con complicidad, en cuanto su madre cerró la puerta. Ambas suspiramos y salimos de la habitación a pasos cortitos. Me sentía nerviosa de volver a escucharlo tocar o tenerlo cerca en caso de coincidir entre la multitud. Cuando bajamos el último escalón, lo miré dándole un beso a su guitarra, por estar distraída se me dobló el tobillo y me golpeé la frente con la pared, un grupo de chicos corrieron auxiliarme
—Estoy, estoy bien... solo fue un error de coordinación en las piernas, je, je —sonreí con vergüenza.
—Cariñooo, no me asustes así —Chrissy exclamó alarmada, dejando a un chico con los brazos tendidos en el aire a punto abrazarla, el pobrecito se sintió tan apenado que mejor se retiró a la mesa de las bebidas.