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—¿Vas a venir, o no?—Inquiere por último, volviendo a sonreír con perversidad.
—Ya que. —Avanzo suspirando hacia la salida, cuando finalmente atravieso la puerta, él la cierra de un solo portazo y se posiciona a mi lado.
—¿Qué tal te pareció el club?—Rompe el silencio.
—Es... entretenido. —Respondo un poco dudosa, mientras me concentro en la oscura y desolada carretera.
—¿Solo eso?—Me mira ofendido.
—¿Que quieres que te diga? solo es entretenido, y ya.
—¿Mucho mas que tus clases de animación? si.
—Que gracioso, friki. —Lo fulmino con la mirada y él únicamente suelta una carcajada.
—¿Te ofendí princesa? solo dije la verdad.
—La animación es una disciplina, no un jueguito con invocaciones al diablo.
—Pues «mi jueguito con invocaciones al diablo» —dijo en un tono burlesco— es mucho más liberal que la estúpida «disciplina escolar» puagh.
Sonreí divertida, mirándolo de reojo. A pesar de intimidar con su apariencia y voz profunda, en el fondo reflejaba tener alma de cachorrito, o bueno... espero así sea.
Ojalá no me termines decepcionando, Eddie Munson.
—Parece que tú, si te ofendiste, friki. —Respondo finalmente. Y él únicamente suelta una risa, enrollando un mechón de mi cabello en su dedo.
—Cuando un insulto proviene por parte de los perdedores, lo tomo como un completo halago, princesa.
Perdedores...
Seguimos debatiendo en todo el trayecto, así como haciéndonos bromas disfrazadas de "ofensas" y cuando menos lo esperé, atravesamos el letrero de Forest Hills. Lugar donde él reside.
—Vaya...—Exclamo admirando el panorama nocturno de las caravanas alineadas, con poca iluminación.
—¿Creíste que vivía de bajo de un puente? Pfff —Señala el remolque de enfrente, sonriendo amplio. —Tengo mi propio castillo. Siéntete afortunada de venir aquí. —Toma mi mano sin consultarme y me guía hacia la entrada de su vivienda, sacando las llaves de su bolsillo para abrir la puerta. —Procura no hacer mucho ruido, mi tío está durmiendo. —Susurra cuando estamos dentro.
—De acuerdo. —Me enfoco en la colección de gorras que tiene sobre la pared.
—Nunca me verás con una puesta. —Él me guía hasta su habitación, en donde cierra la puerta y enciende la luz. —Dos reglas, no toques mi guitarra por más que te atraiga y no destapes mi caja de metal.
—¿Tienes un corazón ahí dentro, además de tus drogas?—Cuestiono centrándome en el hermoso estampado de su guitarra situada sobre la pared. —Es broma, no vengo asaltarte. —Sonrío girándome para verlo.
