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Con un nudo en la garganta y los ojos cristalizados, termino de contarle los hechos que ocurrieron con mi ex novio y sus estúpidos amigos. Me siento muy nerviosa, porque en todo este rato no ha dejado de contemplarme con esa profunda e intimidante mirada felina, a diferencia de los otros chicos, ellos me observan como si fuera un infame.
—Estamos en paz, princesa. —Eddie sonríe, ofreciéndome su mano. Dudo en estrecharla pero termino cediendo el apretón.
—Estamos en paz, friki.
—Bien. —Ambos sacudimos nuestras manos, sin apartar la mirada, ni bajar la guardia. Y de un momento a otro me siento protegida. Es extraño.
Alguien carraspea la garganta, Eddie y yo cortamos el saludo para girarnos hacia el chico.
—¿Estarán así toda la noche? —Jeff señala el tablero.— Nos quedamos en el mejor momento, ¡hay que retomarlo!
—Si amigo, hay que hacerlo. —Dustin me contempla.— ¿Te quedas con nosotros?
Estoy a punto de responderle, cuando uno de sus amigos interrumpe mi turno.
—¡No! No confío en ella, Eddie. —Exclama mirando a su líder.
—¡Sigo aquí!—Me defiendo.
—¿Y por qué no te vas? ¡No perteneces a este lugar!
—¡Gareth, estás siendo muy cruel! —Mike me defiende. Eddie parece estar disfrutando del espectáculo.
—¡Es una chica!—Me señala.
—¡¿Y?! —Mascullo con total fastidio.
—No seas grosero con nuestra invitada especial. —Dice Eddie en tono divertido.
—De especial no tiene nada. —Sigue sin dejar de apuntarme— ¡Solo traerá problemas! En especial a ti.
—Gareth, será mejor que cierres la maldita boca. No me hagas perder la paciencia —Sentencia Eddie entre dientes, con la mandíbula tensa. Gareth baja la mirada al suelo, presionando los puños a los costados.
Mal momento para buscar al Eddie.
—Creo que mejor me... —Arrepentida señalo la puerta. No quiero causar un conflicto entre ellos por mi presencia.
—¡Al carajo! Yo me largo. —Se gira y nos pasa por un lado, Lawrence intenta detenerlo pero Gareth remueve el hombro para que lo suelte y por fin salir del lugar azotando la puerta.
—Sufre de mamitis crónica, ya se le pasará. —Eddie sonríe con falsa inocencia, devolviéndose a su asiento en forma de trono. —¿En que nos quedamos?
