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—Me quedaré contigo este fin de semana, pospuse la salida con los chicos porque ellos creen que estoy sufriendo por no saber de ti —Jason se sentó a mi lado colocando un tazón de palomitas sobre mi regazo, después me abrazó por los hombros y me estremecí por la mala sensación que me estaba provocando— Antes de que se me olvide. Tu mamá fue a dar al hospital, según se desmayó por llorarte demasiado —anunció de lo más tranquilo y normal.
Me quedé en silencio centrándome en las palomitas de mantequilla.
—¿No dirás nada, amorcito?—besó mi sien.
—No hay nada que decir.
Bufó tomando un puñado de palomitas y se lo llevó a la boca.
—¿Quieres hacer algo? —cuestionó volviéndome a besar. Burlándose como si pudiéramos hacer muchas cosas en un lugar sumamente reducido.
—Que me desates la pierna, la cadena me está irritando la piel. Me arde, Jason, se me puede infectar.
—Sabes que no puedo hacerlo —curvó las comisuras hacia abajo—. Pero podríamos ver una película de romance y olvidarnos del mal rato que estás pasando.
—Jason... en verdad me arde.
No mentía, sentía que me rasgaba la piel con los pequeños filos oxidados que se estaban adhiriendo a mi tobillo.
—No ____ —negó consecutivamente—. Mi padre me sancionará. Además, no soy tan idiota como para no saber que saldrás huyendo por aquella puerta —señaló al frente.
—No lo haré —lo miré con suplica—. Por lo menos déjame darle un respiro a mi piel, cuando regrese el señor Carver vuelves a colocarme la cadena. Anda.
Se hizo el pensativo, después tomó el tazón y lo colocó en una mesa al frente.
—Tendrás que darme algo a cambio.
—Depende —mi voz apenas se logró escuchar.
—No, sin restricciones, ni peros, ni nada. ¿Es un trato o no?
¿Sería capaz de asumir las consecuencias con tal de salir corriendo? si, necesitaba respuestas. Necesitaba saber si mi Eddie murió como me lo repiten cada día, o si también se encuentra desaparecido. Quería ir con Chrissy, y con Wayne, si era posible lloraría desconsoladamente con ellos. Me dolería, pero enfrentaría la cruda realidad solo para saber la verdad.
—Trato.
Jason se removió del sillón con una sonrisa macabra, se retiró la camisa y la botó al suelo, se quitó el cinturón, desprendió los botones de su pantalón y lo dejó caer a la altura de sus tobillos.
—Quiero que me des una mamada. Esta vez no te vas a salvar.
Alzó las cejas, invitándome a descubrirle el miembro del bóxer. Mi estómago se revolvió al ver la humedad impregnada en la tela, me sentía asqueada de él.
