Capítulo 25: La otra cara

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Gian White

La oscuridad de la noche comenzaba a teñir los cálidos toques anaranjados del atardecer.

Y con la llegada del anochecer se acercaba la hora en que la vería, como suelo hacerlo cada que lo necesito, cuando no hay peligro de que me observen, cuando nadie pueda enterarse que ella es lo único capaz de doblegarme. Mi única debilidad.

Pido la desconección total de las cámaras al equipo de seguridad, apenas la noche se ha puesto parto hacia mí destino, rocío el perfume que le encanta detrás de mis orejas y en mi pecho, tomo un sorbo de whisky mientras la camioneta blindada sigue avanzando.

Hasta que se detiene en la mansión que se encuentra iluminada, los hombres que la custodian se dispersan en cuanto reciben la orden, bajo del coche y me adentro al lugar.

- Dolce...- canturreo caminando por la sala.

Escucho sus pies descalzos bajar las escaleras con rapidez, queda parada en el último escalón observándome como si no creyera que estoy aquí, parece indecisa de qué hacer; luce un camisón de satén color vino y su cabello completamente lacio está a los lados de su bello rostro, a pesar de los años y de su semblante que me indica que no ha podido dormir bien, luce radiante, preciosa y todos los adjetivos que refieran a algo hermoso.

- ¿Por qué no te acercas?- pregunto con el ceño fruncido.

No me contesta y voltea el rostro, arremango mi camisa mientras me acerco hasta estar frente a ella, tomo su barbilla y la volteo logrando que me mire.

- Sigues enojada.

Aprieta la mandíbula y quita mi mano de un golpe.

- No quiero que me toques...vete con ella....y-yo no te necesito.

El corazón me late fuerte y sonrío un poco al notar sus celos, me gusta tenerla así, loca, celosa y caprichosa.

- Ella no es tú, la única que puede hacerme volver eres tú Mónica White....

Intenta hacerse la fuerte pero la atraigo hacia mí por la cintura, se cruza de brazos y forma un puchero en mis labios.

- No es justo- se queja con los ojos aguados- Jamás te engañé...

Beso sus mejillas mientras refunfuña, ella no se atreve a estar con otros porque sabe que jamás me tendrá de nuevo si lo hace y ella no puede vivir sin mí, para Mónica soy una droga adictiva, me encargué de que jamás quisiera alejarse de mí.

- Perdóname mia Dolce....- susurro contra su oído- Ella está muerta, ya no existe- confieso captando su atención enseguida.

- ¿De verdad?- pregunta emocionada.

Parece una niña y es lo que siempre me ha gustado de ella, me encanta malcriarla, me fascina que sea mala a su manera y que se emocione cuando borro una marca en mi historial, Antonella....ya no existe en este mundo.

- Todo por ti, Dolce...

Se tira hacia mí enrollando los brazos en mi cuello y sus piernas en mí cintura, su boca se aplasta con la mía y sigo su beso recorriendo sus muslos desnudos.

- Te amo, Dolce...

Besa mi rostro mientras me la llevo hacia las habitaciones de arriba, necesito a mi mujer, necesito saciarme de ella.

- Te amo, te amo, te amo, mi amor- susurra abrazandome- te extrañé...

La recuesto en su cama recalcandole mi necesidad de ella y lo unica que es, me coloco sobre ella quitando su ropa y disfruto de su delicioso cuerpo.

El Abismo de Nuestras Verdades [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora