El sol estaba bañando de un color rosado el cielo cuando miré por la ventana. El reloj de mi móvil indicaba que estaban por ser las seis cuarenta de la tarde. Si tomaba en cuenta el tiempo que llevo en la biblioteca, podría decir que eran poco más de un par de horas. Había llegado aquí con la intención de poder estudiar para uno de los poquísimos exámenes que me tocaban hacer durante mi carrera: administración.―Es suficiente, no puedo más ―me quejé en un murmullo bajo llamando la atención de Sana, una chica que siempre estudiaba conmigo ―. Voy a irme, deberías hacer lo mismo.
La rubia arrugó su nariz, ajustó sus gafas y metió un poco más su cabeza en el libro, como si quisiera decir que en realidad no tenía pensado alejarse de este lugar hasta dentro de otro rato. Y, como sabía que no tendría la oportunidad para hacerla cambiar de opinión, pues ya sabía que ella era demasiado testaruda, solo la dejé. No sin antes dejarle una barrita de proteína y mi botella de agua.
Cogí mis cosas para meterlas en mi bolso, le di una palmadita de apoyo a Sana y después comencé a caminar hacia la salida de la biblioteca. Mi atención estaba en mi móvil al tiempo que empujaba la puerta de cristal, cuando por la parte superior de la pantalla, apareció una llamada entrante.
Mi entrecejo se frunció cuando me di cuenta que se trataba del nombre de Seokjin.
Dudé en atender, sin embargo, al final terminé por presionar el botón verde.
―¿Dónde estás?
―¿Para qué me llamas? ―pregunté con recelo.
―¿Acaso no puedo llamar a mi hermanita?
―¿Ahora sí soy tu hermana? ―mis pasos se detuvieron al filo de las escaleras de la biblioteca, mirando cómo es que las copas de los árboles comenzaban a moverse con la suave brisa del crepúsculo.
―Eres una Kim, siempre serás mi hermana. Al igual que aquellos dos ineptos.
―Ya dime qué es lo que quieres, tengo prisa.
Por el otro lado de la línea, escuché cómo es que se alejaba un poco el móvil. Se quejaba con alguien, algo de que no tenía caso que me hablase, sin embargo, la otra voz le insistía en que lo hiciera. Seokjin soltó un suspiro pesado y después regresó a la línea.
―Pasaré por ti, dime en dónde estás ―y antes de que yo abriera la boca, él intervino ―. No estoy preguntando, Kyoki.
―No te diré hasta que me digas qué quieres.
Seokjin no se consideraba una persona con mucha paciencia. Su nivel de aguante era mucho más pequeño que el de un tigue hambriento. Aún, no habría algo que me haría decirle dónde me encontraba, después de todo, ¿qué podía hacerme, desheredarme? ¡Ja! Me cago de risa.
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Hard to love | ʲᵘⁿᵍᵏᵒᵒᵏ
FanfictionA lo largo de mi vida, he conocido personas que solo me han utilizado para algo en concreto. Ya sea para prestarles dinero o porque necesitan a alguien que haga las cosas que ellos no quieren hacer. Me es difícil confiar en las personas, pensé que...