Chapter 22 ; xmas tree

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Las festividades habían llegado por fin

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Las festividades habían llegado por fin. El frío quemaba siempre que salías a la calle. Aunque a mí me gustaban mucho estas épocas, ahora podía decir que me gustaban cada vez más por el simple hecho de tener a Kyoki a mi lado en estos momentos, con muchísimas capas de ropa y con la punta de la nariz roja. Pero a mi lado, después de todo. Sonreí de solo verla.

Estuvo todo este tiempo, desde que bajamos del coche para ir a buscar los regalos de navidad, quejándose por el frío que estaba haciendo y maldiciendo a todo lo divino por dejar que nuestra ciudad fuera un congelador.

―Pero es que, joder, ¿estamos en la Artántica o qué? ―se quejó ella en un susurro, el cual pensaba que no escucharía, era obvio que las quejas eran solo para sí misma. No tenía la intención de que yo la escuchara, pero era imposible cuando se encontraba tan cerca de mí.

Reí un poco, llamando su atención. No le tomó demasiado tiempo en enteder de por qué me estaba riéndo. Lo supe por la manera en que sus mejillas se colocaron de un color carmesí. Así lucía demasiado tierna.

―¿No decías que preferías el frío por sobre el calor? ―me burlé de ella, ganándome una mirada de odio.

―El frío es mil veces mejor que el calor, por lo menos no tengo el culo pegajoso ―su queja venía junto con una mueca de molestia ―. No hay argumento válido que diga lo contrario.

Miré la manera en que sus dedos tocaban algunos adornos de navidad, dudando un poco lo cogió para meterlo al carrito que yo empujaba. Hoy habíamos decidido buscar adornos para adornar el piso, pues a Yoongi se le ocurrió que ahí haríamos la reunión de navidad y se quejó diciendo que éramos unos aburridos de mierda por no decorar. Por Dios, que estamos a dos días de navidad, ¿para qué lo hacíamos si teníamos que quitarlo todo dentro de unos días más?

Pero la idea había sido de mi atolondrado hermano, por lo que teníamos que hacerla, de lo contrario estaría jodiéndonos por el resto del año y del siguiente.

―¿Qué te parece este? ―me preguntó Kyoki, apuntando un adorno que se veía un poco raro. Por la mueca que tenía, sabía que estaba de coña.

―Me encanta, llevémoslo, seguro que a Yoongi también le gusta ―dije en una sonrisa cómplice.

Es lo que me gustaba de Kyoki, ella estaba comenzando a ser demasiado bromista. ¿Esa mierda que le decía mi hermano acerca de ser mejores amigos? Se cumplió como él había predicho. La mayor parte del tiempo se la pasaban jodiéndose el uno al otro, jugándose bromas. La otra parte del tiempo, se la pasaban recomendándose y criticando animes o películas que nunca nadie conocía.

Con Sana también se llevaba de maravilla. Ya que Kyoki estaba acostumbrada a ser técnicamente hija única, ahora que tenía a mi hermana como dongseng, es que ella se tomaba muy enserio ese papel. Creo que era la manera en que le hubiera gustado tener una hermana. Y mi hermana la adoraba.

No pasamos mucho tiempo comprando decoraciones, la verdad es que ni a Kyoki ni a mí nos gustaba mucho eso de salir de compras. En realidad solo íbamos a la tienda a comprar la despensa porque ella se quejaba que yo no sabía escoger los plátanos adecuados, que supuestamente escogía unos que eran demasiado maduros. Esa era la única vez que salíamos a comprar, fuera de eso, todo lo pedíamos en línea. La ventaja de vivir en el siglo veintiúno.

―¿Qué iremos a cenar? ―preguntó Kyo una vez que nos encontrábamos guardando las cosas en el maletero del coche.

―Seguro que a Yoongi se le ocurre algo y me pide hacerlo ―bufé ―. No sé porqué siempre lo hace, si de los dos, él es el que mejor cocina.

Kim Kyo se mantuvo callada por un segundo, lo suficiente hasta que nos colocamos los cinturones de seguridad, incluso luego de que yo haya encendido el motor del coche. Siquiera dijo algo cuando encendí la calefacción, parecía un poco sumida en su mente.

Me atreví a acercarme lo suficiente como para besar sus labios y traerla a la realidad, ver la manera en que sus mejillas se colocaban de un color carmesí por el contacto, me hacía sentir como el puto amo del maldito universo.

―¿En qué tanto piensas?

Sus mejillas se pusieron un poco más rojas de lo que anteriormente estaban ―. No es nada.

Sonreí, su pobre intento para hacerme el desentendido o que no presto atención a su persona me daba risa.

―Venga, guapa, no te hagas la listilla, ¿qué es lo que anda por tu mente? ¿Por qué de pronto te has quedado muda?

Kim Kyo comenzó a jugar con sus dedos de manera nerviosa ―. Es que... estaba pensando en que podría hacer la cena de navidad... si es que quisieran, claro. No soy la mejor chef, pero me defiendo. ¡Prometo que no se intoxicarán!

Las palabras de la chica que estaban a mi lado me sorprendieron. Sabía que ella tenía conocimiento de la cocina, lo había comentado una vez, también recuerdo haberle dicho que podía prepararme algo, pero, al igual que sus cuadros: claro que me haría esperar para probarlo. Aunque no me esperaba que fuera en un evento tan especial.

―¿Podré ayudarte? ―pregunté, cuando por fin estábamos en la provincia en donde vivíamos.

Negó con la cabeza, por el ravillo del ojo pude darme cuenta que tenía apretujado su labio inferior entre sus dientes.

―No, quiero hacerlo sola.

Sonreí para mis adentros ―. Pues, vale. Pídeme todo lo que quieras y mañana te lo compro después del trabajo.

Sus manos comenzaron a moverse en su regazo ―. Eso también lo haré yo sola.

La miré por un segundo ―. ¿Es algo que quieras que te ayude?

Sonrió ―. No, Jongguk, yo lo tengo todo manejado. Solo, llega a casa para que comas, ¿vale?

―Me pone nervioso que no me pidas ayuda.

―No siempre voy a pedirte ayuda con las cosas. Puedo valerme sola ―no necesitaba verla para saber que tenía una ceja alzada y que me estaba juzgando con la mirada.

Reí ―. No, cielo, pero me refiero a que quiero ser útil para ti.

―Quiero sorprenderte, es por eso que no quiero que estés con las narices metidas en la cocina ―refutó, por cómo se escucharon las palabras, seguro que se encontraba haciendo un mohín.

No pude evitarlo, pero llevé mi mano hacia su mentón para apretar la zona. Con un vistazo rápido, para no tener la necesidad de matarnos, reí al ver su mueca de fastidio. Aunque sabía que le gustaba que yo hiciera eso.

―Bueno, pero déjame a mí comprar las cosas, ¿vale? Te dejo el dinero si eso es lo que quieres y las llaves del coche.

Kim Kyo quitó mi mano de su mentón, pensé que la dejaría sobre la palanca de cambios, pero como ya sabía: Kim Kyo era una caja de sorpresas, por lo que tuve que morderme el carrillo por dentro cuando cogió mi mano y entrelazó sus dedos con los míos.

Sin duda esta sería la mejor navidad de todas en muchísimo, muchísimo tiempo. Me sentía emocionado con el hecho de pasarlo con ella.

Hard to love | ʲᵘⁿᵍᵏᵒᵒᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora