Capítulo 4

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En el presente

Doy la última calada de mi cigarrillo mientras lo veo vestirse. Siempre es una delicia ver un cuerpo marcado, tatuado y sudoroso enfrente de mí.

Sólo es lubricidad.

Nunca ha habido amor, y ese siempre ha sido el trato, desde hace casi tres años cuando lo conocí en la sala de incitación, en el polígono del infierno, fue una atracción un poco enfermiza. Sus grandes ojos y sus pupilas se dilataron en todo mi entonces inocente cuerpo.

Es un animal.

Es un caballero.

Él no es un sueño, es una amarga realidad de la cual muchas veces quisiera salir corriendo, pero de nuevo me encuentro en su lujoso apartamento. Echando un vistazo por el gran despacho de paredes grises y azules, un gran escritorio de vidrio transparente donde descansa un ordenador, pila de papeles y un cenicero.

En un rincón hay un pequeño bar donde muchas veces me encargo de dejarlo barrido.

Me dejo caer desnuda sobre el gran mueble de cuero negro y me deleito viendo cada uno de sus diplomas.

LICENCIADO EN HISTORIA CONTEMPORÁNEA.

MÁSTER EN HISTORIA UNIVERSAL.

Premios de seminario en historia universal y contemporánea y muchos reconocimientos y diplomas sobre su larga carrera.

Y ahora el doctor Faulkner me observa con una sonrisa pícara en su rostro mientras le sonrío tímidamente al dejar uno de sus libros antiguos sobre el gigantesco librero de grandes e importantes maestros de la literatura.

—Siempre entras a hurtadillas aquí—No se sorprende al verme que después de saciar nuestros cuerpos me escondo en su despacho.

Nunca he llegado a arrepentirme, ni siquiera la primera vez.

Mi primera vez con un hombre diez años mayor que yo. Al menos la primera consentida.

William me salvó o al menos eso creo. Después de darme cuenta que Matt pertenecía a un mundo oscuro, luché con todas mis fuerzas por no enfrentarlo.

Nick lo sabía. Él sabía que estaba a cargo del negocio sucio del tío Dan y nunca dijo nada, dejé de culparlo al darme cuenta de que no lo hacía porque quería, también estaba huyendo de algo.

Al igual que yo.

Mis hermanos nunca supieron lo que el tío Dan me hacía mientras todos dormían, ni siquiera mi madre.

Después de que mi padre falleciera, se hizo constante y estoy segura a ciencia cierta que también ocurrió antes, sólo que ahora no puedo recordarlo.

—Me gusta estar aquí. —Le digo acercándome a él—Dime que soy la primera en entrar aquí.

He aprendido a jugar tan sucio como él lo hace conmigo.

El profesor William Faulkner tiene una debilidad, le gusta recibir órdenes, y más cuando éstas se hacen en el dormitorio o una sala de condenación.

—Eres la primera, preciosa.

—No me llames preciosa.

Él me susurraba lo mismo cada vez que levantaba mi pequeño vestido.

Bajo la mirada y mis ojos están perdidos.

—Él ya no puede lastimarte—Dice levantando mi barbilla para que lo mire—Está lejos de ti, sólo está en tu mente.

—No sabía que eras un psiquiatra también, profesor.

Amarga Inocencia (En físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora