Capítulo 40

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Al abrir los ojos me llevo una gran sorpresa que al mismo momento me dan ganas de llorar.

¿Cuándo hizo todo esto?

No sé cuánto tiempo estuve dormida, pero sé que anoche no había nada de esto a mi alrededor.

—Buenos días, mi niña—Me sorprende cuando lo veo que me observa desde el marco de la puerta, llevando solamente unos pantaloncillos cortos de algodón y todo su pecho perfectamente formado expuesto ante mí.

—¿Cuándo hiciste todo esto?—Pregunto levantándome de la cama para tener una mejor vista y seguir observando a mi alrededor.

—Mientras dormías—dice atrapándome por detrás y su aliento caliente me quema el cuello del deseo y la emoción por lo que ven mis ojos. —Alguien me dijo que las paredes de mi habitación eran deprimentes.

—¿Cuándo tomaste esas fotos? —Digo señalando.

En la primera salgo tocando el violín de espaldas, estoy completamente desnuda.

Me ruborizo de inmediato al ver la siguiente, estoy de perfil y desnuda, pero mi desnudez lo cubre la posición de mi brazo tomando el arco del violín.

La otra imagen solamente son mis manos tocándolo.

Y una donde salgo sonriente y con una mirada muy familiar, una que solamente aparece cuando estoy con él.

Mi inocencia.

—Recuerdo cuando tomaste ésa con tu cámara.

Pero la última imagen me deja sin palabras, somos nosotros.

Todas son hermosas y el brillo que deslumbra su marco dorado la hace ver una verdadera obra de arte.

—Me encanta verte tocar con los ojos cerrados, ni siquiera te das cuenta que te estoy viendo mientras lo haces, eres más hermosa que mi cuadro y tú definitivamente no estás sola en el mundo, mi niña.

Lo sé.

—Si te preguntas cuándo nos tomamos esa—dice señalando la fotografía más grande de nosotros—Fue mientras dormíamos.

Estoy abrazando su pecho desnudo mientras que su mano se ve claramente que acaricia mi espalda. Es lo que siempre hace antes de dormir cuando estamos juntos.

Es el único cuadro que está sobre su cama, las demás están desplazadas por toda la pared gris de la habitación.

—Definitivamente ya no es una habitación deprimente.

—¿Te gusta?

Me acerco a él y sujetando fuerte sus manos, le digo:

—Es perfecto.

Me abraza y así nos quedamos por unos cuantos minutos, no quisiera irme, pero hay un asunto muy importante del cual debo ocuparme antes de que sea demasiado tarde.

Aquí está otra vez mi sueño prohibido demostrándome que me ama.

—Te amo, mi niña—susurra rompiendo el silencio—Perdóname por lo de ayer.

Lo recuerdo, ha sido la peor pelea que hayamos tenido, pero no salí huyendo, él no lo iba a permitir ni yo tampoco. Ya es tarde para eso, le pertenezco, ambos lo sabemos.

—Perdóname tú a mí—Lo veo a los ojos y digo las mágicas palabras que sé que ha querido escuchar desde que estamos juntos—Te amo y jamás volveré a dudar de tu amor.

Para él es el goce que ni siquiera me da tiempo de analizar la situación cuando me levanta del suelo y se deja caer en la cama junto conmigo y me quema los labios con ímpetu y muchas ganas de tenerme dentro de sí.

Amarga Inocencia (En físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora