Capítulo 32

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No sé cuánto tiempo ha pasado, estoy en su regazo llorando como nunca lo había hecho, la garganta me duele y pude escuchar que él también respiraba con dificultad conmigo. Es difícil para él darse cuenta que su dulce e inocente Susan, está rota.

—No voy a permitir que él se vuelva a acercar a ti, mi niña—Me abraza—Voy a matarlo primero y Dios sabe que lo haré.

—¿Por qué?—Le pregunto enfadada, no quiero que sienta lástima por mí—Es tarde, soy lo que soy.

Me ve sin decir nada, acaricia mi rostro y atrapa mis lágrimas. Me da un rápido beso en los labios, pega su frente con la mía al mismo tiempo veo que abre su boca para decir algo.

—Te amo, Susan.

Me levanto bruscamente de su regazo y mi palma va a dar directamente a su mejilla, veo que se pone roja en cuestión de segundos pero no parece dolerle.

— ¡No, no me amas! ¡La amas a ella! —Grito llorando

Se levanta y me toma a la fuerza para que lo bese y no lo aparto.

—Di que me amas también, Susan.

— ¡No, no te amo!

Me levanta del suelo y nuevamente nuestros labios se estrellan, nuestro beso salado se intensifica, hasta que nos conducimos hasta su habitación, no se molesta en encender la luz y me deja caer sobre la cama.

Me desnuda como sólo él saber hacerlo y con las lágrimas evaporándose en mi rostro, lo permito.

Se desnuda rápidamente él también y regresa su boca en todo mi cuerpo. Tantea mi hendidura para sentir que ya estoy preparada para él y se lleva su dedo a la boca.

Esa nueva faceta no tan dulce, ni inocente me enciende como volcán y ataco nuevamente acercándolo más a mí y abriéndole paso para sentirlo dentro.

—¡David!—gimoteo cuando me arremete de un solo empellón.

Está adorándome de una manera diferente, está dejando huella, pero no es necesario, no es necesario tenerlo dentro para que se quede grabado en mí, lo hizo desde que nuestras miradas se cruzaron.

—Di que me amas también, Susan.

No puede ser, nuevamente está haciéndome entrar en razón de la mejor manera que puede hacerlo. Pero no. No lo voy a permitir, no voy a obligar a mi boca a decir esas dos palabras.

Me levanta de la cama y me lleva hacia la pared, puedo verme desde el otro extremo en el espejo sobre su hombro. Su trasero duro y firme se contrae con cada embestida que me da y la vista es tan excitante que podría llegar al clímax en este momento.

Mi boca busca la suya y le hago el amor a su lengua con la mía.

—Di que me amas, mi niña.

Aligera sus perfectas arremetidas y me hace gritar del placer, y del dolor en mi corazón; porque ha abierto de par en par las puertas de él y de mi alma para instalarse ahí.

—¡Di que me amas, joder!—Grita excitado casi llegando al clímax, puedo sentir el palpitar por dentro—Di que me amas tanto como yo a ti.

Entonces me doy por vencida y grito.

—¡Te amo, te amo, te amo! —Grito llorando del placer y de la liberación que siento en mi pecho de aceptar y hacerle saber que también lo amo.

Lo Amo.

Sigue dentro de mí y caemos juntos a la cama, no sé si cuando le grité que lo amaba llegué al orgasmo al mismo tiempo que él me gritaba, pero la sensación es única y lo único que puedo hacer es abrazarlo, abrazarlo fuerte y que nunca me deje.

Amarga Inocencia (En físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora