CAPÍTULO II - NO ES ELLA.

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IKNAS

Subo en el ascensor hasta mi  departamento en Mónaco después de salir a correr, estoy sudoroso y me urge una ducha, me limpio el sudor de la frente con el dobladillo de mi camiseta, mi teléfono vuelve a sonar, ni siquiera me molesto en verificar quien es porque ya lo sé, silencio el teléfono en cuanto entro al departamento, el olor al desayuno que se está preparando me invade y empiezo a salivar en cuanto percibo el olor a café.

— Papi— grita Simón en cuanto me ve y corre hacia a mí, me acuclillo para abrazarlo pero frena en el último segundo para evitar el contacto —no, fuchi, etas sudado — recrimina y arruga su pequeña nariz de la forma más adorable.

— Hieres mis sentimientos — me pongo de pie cuando deja claro que ni loco me va a abrazar.

Mejol solo los cinco — me ofrece su pequeña manita regordeta para chocar las manos.

Sonrío por su ocurrencia, pero al mismo tiempo el pecho se me aprieta, Simón es el niño más pulcro que conozco,  siempre se cuida para no ensuciarse, a pesar de que solo tiene dos años es muy cuidadoso incluso cuando come, nunca esparce la comida fuera del plato, incluso no  come con las manos, sabe maniobrar los cubiertos como si fuera un adulto, de hecho pide utilizar los cubiertos de metal que su mamá y yo usamos, pero eso no se lo permitimos, así que tiene que conformarse con usar los de plástico ideales para su corta edad.

Es así por una razón, una maldita razón y me odio por ello, un niño no debería preocuparse tanto por si en sus inocentes aventuras llega a mancharse.

No tendría por qué tener pesadillas.

— El desayuno está listo — anuncia Isabel saliendo de la cocina, Simón se dirige a su cuaderno para colorear en el que estaba trabajando cuando llegué.

— Huele delicioso, ¿que tal las náuseas está mañana?

— Si no hay pescado, pollo o carnes rojas a la vista, estoy bien — me regala una sonrisa.

— Sabes que no tienes que cocinar — le recuerdo, tenemos personal para todo pero ella se empeña en preparar el desayuno todas las mañanas.

— No quiero sentirme una inútil.

— De acuerdo —concedo, no me voy a poner a discutir con una embarazada.

Después de ducharme desayunamos los tres en la terraza del departamento con el mar de Liguria de fondo,  llaman a la puerta y alguien del personal atiende.

Simón termina su desayuno, recoge su plato y lo lleva al fregadero de la cocina justo antes de que otra persona del servicio llegue a recoger los platos sucios, Isabel y yo simplemente nos miramos al ver los modales del pequeño.

Contemplo el   azul profundo del mar, los yates se balancean en los muelles, mientras empiezo a hacer los planes en mis cabeza.

— Señor — habla quien atendió la puerta — el señor Pierre lo busca.

Ni siquiera me sorprende, era obvio que se presentaría, llevo días ignorando sus llamadas.

— Hazlo pasar — ordeno.

— Hola Pierre, —dice Isabel — los dejo solos —  se levanta  de su lugar,n dándome un beso en la mejilla cuando Pierre llega a dónde estamos.

— ¿Cómo va ese pequeño? — pregunta Pierre a Isabel señalando su vientre apenas abultado.

— De maravilla — responde orgullosa y se marcha a buscar a Simón.

— Atender mis llamadas de vez en cuando, mientras no estamos en temporada de carreras no te vendría mal — reprocha mi agente sentándose en el lugar que ocupaba Isabel hace un momento.

— No estoy trabajando ahora, así que no veo por qué tengo que hacerlo.

— Te equivocas, el que no estés corriendo en la pista no quiere decir que no tengas responsabilidades con el equipo.

— Atiendo mis responsabilidades, —le recuerdo.
— No todas, ya comprobamos que cubrirte el rostro es beneficioso pero los ejecutivos creen que no lo estamos aprovechando al máximo.

— Si decido ocultar mi rostro es para que pueda tener la privacidad que tanto me gusta, odiaría salir a la calle y tener que detenerme cada cinco segundos para atender a los fanáticos que me reconozcan, en cambio así puedo andar libremente por las calles y nadie me aborda poniéndome una gorra o un casco frente al rostro junto con un puto Sharpie. Tu y esa bola de ancianos sabe que no lo hago por el  morbo de la situación.

— Bueno eso lo entienden, pero si bien estamos por encima de otras escuderías en algunas cosas, estamos quedándonos atrás en otras.

— Estamos por encima de todas, yo soy el campeón del mundo.

— Eso es lo más importante, pero no lo es todo —contraataca — este es un deporte de fama mundial y nos estamos estancando.

— ¿En qué?

— En cuanto a popularidad, atraer nuevos fanáticos, y conservar los que tenemos. Fanáticos para nuestro equipo.

— No necesito patrocinadores y lo sabes.

— No hablo de patrocinadores, sé que tienes el dinero para no necesitarlos, pero nuestras relaciones públicas son un asco.

— La última vez que lo comprobé yo era un puto piloto, no un maldito agente de relaciones públicas, ese es tu trabajo.

— Precisamente por eso estoy aquí, para hacer mi trabajo. Los ejecutivos quieren que te muestres más públicamente en representación de la marca.

— ¿A qué te refieres?

— Tu compañero de equipo tiene más fanáticos que tú, a pesar de que no tiene ningún campeonato la gente lo quiere, él da entrevista, asiste a eventos, hace beneficencia, no es posible que tú siendo el campeón del mundo no hagas nada de eso, quieras o no nos afecta al equipo, los fanáticos lo están tomando como soberbia y los ejecutivos no lo van a permitir ¿Cuándo fue la última vez que hiciste una entrevista? — es una pregunta retórica, por eso no me preocupo en contestar — nunca, no has dado ni una puta entrevista, ¡NUNCA! El ochenta porciento de las preguntas que le hacen a tu compañero de equipo son sobre ti, así que ya es tiempo de que hagas algunas actividades.

— No puedo, voy a salir del país en unos días —sentencio.

— ¿A dónde vas?

— México— contesto secamente.

— Excelente, el  evento de exhibición se hará en el autódromo Hermanos Rodríguez, trabajaré en la logística de los eventos posteriores, en cuanto tenga el cronograma te lo haré llegar, habrá entrevistas, bailes…

— No he aceptado — corto su perorata.

— No tienes opción, está en tu contrato.

— Ah ¿sí? ¿En qué parte? — me cruzo de brazos.

— En la cláusula que habla sobre que el hecho de que uses máscara no afectará directamente a la marca.

— No la está afectando.

— La empezó a afectar desde que los equipos en los cuales sus pilotos hacen actividades públicas tienen más popularidad que el equipo que tiene el actual campeonato del mundo.

— No voy a mostrar mi rostro — advierto — por lo menos aún no.

— Lo sé, eso es decisión tuya.

— Entonces ¿Qué? ¿Me voy a presentar en un puto baile con un traje luciendo una maldita bandana a juego?

— No, eso ya lo resolveré, calculo que lo mejor sería un baile de máscaras.

— ¿En verdad? ¿Esas mierdas aún se hacen? La simple idea suena estúpida y cliché.

— Tan estúpida como usar una puta bandana para ocultar la identidad. — sonríe con cara de poker. Touché.

SIEMPRE FUISTE TÚ [+18] COMPLETA ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora