EPÍLOGO

4.9K 204 108
                                    

MAX

Sostengo a mi pequeña entre mis brazos, admito que siento un temblor recorrer mi cuerpo, tengo miedo de lastimarla, es tan pequeña y frágil, diminuta y suave.

Me quedo hipnotizado viéndola, disfrutando de la sensación de su pequeña manita aferrarse a mi dedo, no quiero apartar la vista de ella, pero después miro a mi esposa, a mi dulce Emilia, tiene el cabello revuelto y algunos cabellos  se le pegan a la mejilla por el sudor, pero aún así me sigue pareciendo la mujer más hermosa que he visto, bueno,  ahora ya  tiene competencia con la pequeña que duerme plácidamente en mis brazos, no me decido a cual de las dos mirar, si a mí esposa o a mi hija, ambas son tan bellas y perfectas.

Siento que el pecho me va a explotar por tan feliz que soy  ahora mismo.

Me acerco con cuidado a mi esposa y le doy un casto beso.

— Gracias Kätzchen, te amo.— susurro contra sus labios, escucho que alguien se aclara la garganta, pero no le presto atención.

Alguien me toca el hombro y veo a Enzo reclamando a mi pequeña, a regañadientes se la entrego. Me duele un poco el corazón cuando tengo que hacer que su manita suelte mi dedo, mi pequeño solecito se remueve un poco pero continúa durmiendo, quedó exhausta de tanto llorar cuando llegó a nuestras vidas.

La esposa de mi suegro y él, se pierden contemplando a mi hija mientras la cargan.

Mi hermano, mi cuñado y nuestros amigos están en la sala de espera ansiosos  porque les permitan entrar a conocer a nuestra pequeña.

Mi solecito apenas tiene unas horas de nacida, pero ya está controlando nuestras vidas y no me importa, ella manda. 

Después de un rato de mimos por parte de sus abuelos, empieza a llorar, incluso su llanto es perfecto, sin embargo no me gusta que llore, pues es un indicativo de que algo le molesta.

Mi esposa extiende los brazos a su padre para que le dé a mi hija, una vez que la tiene la acerca a su pecho y la amamanta interrumpiendo de inmediato su grito.  Su pequeña boquita se cierra entornado a su pezón y empieza a comer.

— Hija te dejamos descansar — anuncia mi suegro — volveremos mas tarde.

Nos despedimos de ellos y se marchan.

Vuelvo mi atención a mi hermosa esposa y suspiro. Ahora sus tetas pasan de ser mías a ser de mi hija. Con una mirada de añoranza me despido de mis niñas y saco mi teléfono para una búsqueda rápida en Google.

¿A qué edad se desteta a un bebé?

— ¿ Qué haces? — mi esposa interrumpe mi búsqueda.

— Nada mi amor.

La abrazo y ambos contemplamos a nuestro solecito alimentarse. Ella nos ve alternando la mirada entre ambos.

Sus pequeños ojitos del color de los míos me hipnotizan, en este momento y con su mirada fija en mí pareciera que está viendo mi alma.

Que Dios me ayude, haría cualquier cosa por ella.

Después mira a su madre, talvez preguntándose si somos sus papás. ¿Entenderá quienes somos? ¿Aún siendo apenas una recién nacida sabrá que la amamos más que a nuestras propias vidas?

¿Ella nos amará igual?

— Te amo — le digo para que reconozca mi voz, si es cierto lo que dicen que los bebés pueden escuchar desde que están en el vientre de la madre, entonces espero que sepa que soy su padre, el hombre que desde que se enteró que venía en camino habló con ella día y noche en cada oportunidad que tenía — te amamos.

SIEMPRE FUISTE TÚ [+18] COMPLETA ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora