EMILIA
— ¿Te divertiste? — pregunta la maldita enfermedad parada frente a mí.
Arrojo las llaves a la mesa auxiliar que está situada al lado de la puerta, pero fallo vergonzosamente, el tintineo de las llaves al caer al suelo me gritan mi desatino.
Hago un puchero a mis estúpidas llaves en el suelo.
— Mucho — respondo con un encogimiento de hombros arrastrando un poco las palabras — para eso salí, sino, no tenía caso.
Normalmente encendería las luces pero dado que el señor enfermedad está aquí, opto por dejar las luces apagadas.
Camino hacia el centro de la habitación para sentarme en uno de los sofás, pero él llega a mi encuentro antes de que lo haga.
Se para en toda su estatura frente a mí, en verdad es muy alto, mis pies punzan dentro de mis zapatillas así que me deshago de ellas de un punta pie.
Mis pies me lo agradecen en cuanto sienten la suave alfombra debajo.
Mi cambio de altura solo me hace ser consiente de cuan alto es, si antes le llegaba a la barbilla ahora tengo su firme y fornido pecho justo frente a mis ojos, incluso tengo que echar la cabeza hacia atrás para poder mirarlo correctamente.
Levanta la mano y me sostiene la barbilla entre sus dedos.
— Si se hubiera atrevido a besarte, ahora mismo sería hombre muerto — declara.
Por alguna extraña razón sus palabras me calientan por dentro, ya había dado signos de celos y posesividad en el pasado y, aunque no tienen cavidad, sentido, ni razón, admito que me gusta.
A eso suma su extraña voz, el hecho de que esté usando una máscara de tela delgada de algún tipo, parecida a un pasamontañas y que está acariciando mi barbilla con las llenas de sus dedos, que mis partes de princesa empiezan a palpitar.
Aún así banqueo los ojos.
— Me recuerdas mucho a alguien — bufo y sus caricias se detienen abruptamente.
— ¿A quien? — Detecto un tinte de ansiedad en su voz, pero es difícil afirmarlo con certeza por el estúpido tono bajo con él que siempre habla.
— A Steven — lo digo como si fuera obvio y él fuera un tonto, para mí lo es. Sus caricias se reanudan y alcanzo a escuchar el bajo retumbar de una risa.
— ¿Me acabas de comparar con tu perro? — Su voz, aunque baja, está cargada de humor.
— Sip — hipeo un poco a causa de mi estado, me balanceo en mis talones, pero me detengo tan rápido como empecé a hacerlo, pues mi mareo está empeorando — pero no se lo digas, se va ofender... Espera — lo agarro de uno de sus bíceps como si fuera a ir a alguna parte, cuando me doy cuenta de su reclamo — ¿Cómo sabes eso?
— Le gustas a ese pendejo y sé que está esperando el momento indicado para tratar de comerse lo que es mío. — ahora es él quien se encoge de hombros.
— Yo no soy tuya — le reclamo apartándome de su toque y sentándome en el sillón, sin embargo mi puntería también falla sentándome muy en la orilla del mueble y cayendo de culo en el suelo.
El bastardo se vuelve a reír y se sienta junto a mí en el piso.
Toma una de mis manos y juguetea con ella entre las suyas.
— Lo sé — de nuevo escucho un tono extraño en su voz, pero ésta vez parecía ser tristeza, aún así asiento complacida ante su respuesta.
— Me alegra que lo entiendas.
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SIEMPRE FUISTE TÚ [+18] COMPLETA ✓
Romance|LIBRO 2: BILOGÍA HUBIERA| •A pasado un año desde de la tragedia y Emilia se dedica en cuerpo y alma a su carrera y a crear un vínculo con su padre, no le interesan las relaciones amorosas y a penas tiene contacto con sus amigos, pero no espera cr...