CAPÍTULO XVII - GUARDIANES

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IKNAS

¿Qué se siente que tú estés viviendo la vida y él no?

Leo  el mensaje y lanzo el teléfono a la cama.

De pronto el lugar en dónde estoy me asfixia, la conciencia de todo por lo que pasado me golpea, siempre trato de no pensar en eso, pero ahora, en este momento  gracias a este puto mensaje, es inevitable.

Tomo el ascensor y bajo por mi motocicleta, me pongo el casco y conduzco por la ciudad, sin darme cuenta llego al cementerio.

Las veces que he venido aquí es siguiendo a Emilia, siempre permanezco alejado de la tumba, nunca me he acercado, sin embargo aquí estoy a unos metros  del lecho por primera vez.

Camino con paso vacilante, siempre es escalofriante pensar en estar en el cementerio de madrugada, ni siquiera sé por qué estoy aquí, acabo de pasar uno de los momentos más intensos de mi vida, lleno de emociones y sensaciones, fueron tantas que no se cómo mi cuerpo lo pudo soportar y no estoy hablando solo del sexo fenomenal con la mujer más extraordinariamente increíble de este planeta, sino lo que vino después, ella quedándose dormida prácticamente en mis brazos y yo llevándola a su cama, aún con el olor a mí en su cuerpo.

Sin embargo no  puedo expresar la sensación de culpa que sentí cuando vi la fotografía en su buró y ella balbuceando mi nombre en sus sueños, debería sentirme halagado completamente y orgulloso, pero no es así.

Cuando le dije que dijera mi nombre, no sé qué esperaba.

Ahora que estoy aquí la culpa se asienta con el peso de una tonelada sobre mis hombros, leer el nombre en la lápida hace que un escalofrío me recorra el cuerpo y no es por el ambiente terrorífico del lugar, los perros ladrando en la lejanía, el viento haciendo murmurar las hojas de los arboles alrededor o el solemne canto de los grillos, sino  por esta delgada línea de la que muchas personas no somos consientes, la vida y la muerte, estar y no estar, sentir o no sentir.

Cuatro palabras resuenan en mi cabeza, haciendo eco en mi cráneo como si del sonido de un gong se tratara.

Pero el hubiera no existe y en esta ocasión lo agradezco y eso me hace sentir aún peor.

En el fondo sabía que no iba a soportar mirar este lugar de cerca, por eso nunca llegué hasta aquí, siempre era mejor mirar de lejos, pero ahora que el nombre está tan claro frente a mis ojos me hace querer hacer algo pero no sé qué, porque, qué se supone que haga.

No había pensado mucho en éste hecho desde que me enteré de la verdad y,  ahora que estoy aquí no puedo dejar de pensar en ello.

Mi  sangre.

— Perdón — digo en voz alta a la tumba — perdón, perdón, perdón —repito como un inútil mantra, ¿de qué sirve un perdón tardío cuando la otra persona no te puede escuchar?

Siento humedad en las mejillas, me las limpio de manera furiosa, doy media vuelta y me marcho, dejando atrás la tumba de Máximo Becquer, sonrío amargamente, quien sea quien esté enviando esos mensajes logró joderme ésta vez.

No sé qué hacer, pensé que hacía lo correcto pero ahora ya no estoy tan seguro.

Ni siquiera sé qué estoy haciendo, me siento completamente perdido.

Llego de nuevo a mi departamento, mi teléfono está sonando,  camino con paso derrotado para contestar la llamada entrante, ya hay varias pérdidas.

— Papito — contesta Simón alegremente en cuanto acepto la llamada.

— Hola monito — trato de igualar su alegría aunque es difícil — ¿cómo estás?

— Te estraño mucho —contesta y aunque no lo puedo ver sé que está haciendo un puchero.

— Yo también te extraño mucho.

— ¿Cuando vas a venir? Mi hemanito me pregunta pol ti. — su ocurrencia me hace reír olvidándome un poco del trago amargo de hace rato.

— Dile que estaré allí cuando llegue al mundo,  por ahora tengo trabajo.

— Está bien — ahora su voz se escucha un poco triste.

— ¿Me has hecho algún dibujo últimamente? — Trato de cambiar el tema.

— No.

— ¿Por qué? — Inquiero.

— No me dan ganas.

— ¿Pasa algo? ¿Te sientes enfermo?

— No papito, no me duele nada, solo siento feo aquí, mira — es tan inocente que cree que puedo ver dónde seguramente está señalando.

— Monito, no puedo verte, dime con palabras en dónde sientes feo.

— En mi pechito, mamá y la abuela dicen que es polque te estraño, polque siento feo cuando me acueldo de ti o cuando no me consuelas cuando tengo pesadillas.

Siento un latigazo de dolor en el pecho por sus palabras, le estoy fallando, estoy fallando en todo y no sé cómo remediarlo.

— Prometo que después ya no me voy a separar de ti monito, solo dame tiempo ¿De acuerdo?

— Si papito —hace una pausa — te quiero mucho.

— Yo también te quiero mucho monito, ahora ¿Puedo hablar con tu mamá?

— Si — contesta con su pequeña vocecita — mamá — grita — mi papito quiele hablar contigo.

Escucho pasos y el movimiento de la transferencia del teléfono de Simón a Isabel.

— Hola — la suave voz de Isabel me saluda.

— ¿Cómo va el pequeño? — sé que está sonriendo ahora mismo.

— Más grande cada día, cada vez me siento más pesada. — deja escapar una risita a la cual correspondo.

— ¿Ya sabes el sexo?

— Aún no, ya puedo saberlo, pero quiero que nos enteremos juntos — su respuesta me hace arrepentirme de mi pregunta.

— Isabel yo — empiezo cauteloso.

— No te preocupes — me interrumpe — no tengo prisa, se que estás ocupado por tu trabajo.

— ¿Qué pasa con Simón? — decido cambiar el tema nuevamente.

— Las pesadillas se han vuelto frecuentes — contesta con aprehensión — cada vez es más difícil consolarlo después de que despierta y no ha querido jugar mucho ni ayudar a su tío con los autos.

Soy el peor hombre del mundo, mi animo cae en picada.

— Has lo que tengas que hacer para que las pesadillas se detengan — es todo lo que puedo aportar, no sé qué hacer, nadie me preparó para ser padre, y aunque no estaba en mis planes en el momento, acepté la responsabilidad con gusto, ahora entiendo que es muy fácil juzgar a nuestros padres cuando a ellos nadie les enseñó a serlo — consigue un psicólogo, inscríbelo a algunas actividades de su interés. El dinero no es problema, Isabel, pero trata de distraerlo un poco.

— Con tu mamá estábamos pensando en…

— No importa la que sea, hazlo, pero quiero que mi monito esté bien — la interrumpo.

— Está bien — su voz adquiere un entusiasmo evidente , seguro lo que está pensando hacer es algo que a ella también le gusta. — Me pongo desde ahora en ello.

— Solo cuídate mucho y cuídalo por favor — recomiendo antes de colgar.

Suspiro y me jalo el cabello, miro el reloj, son las seis de la mañana, no he dormido nada y mi cuerpo me exige un descanso de inmediato.

Tomo una ducha solo por higiene, pues no quiero borrar el olor del cuerpo de Emilia en mi piel.

Emilia, Emilia, por qué todo tiene que ser tan oscuro, o simplemente soy yo quien no soy capaz de ver las cosas con claridad, ya me arrojé al vacío sin pensar al acercarme a ti, todas mis decisiones me han traído hasta el día de hoy,  y ya no puedo detener la caída, solo esperar el impacto,  espero que el daño no sea irreversible.

Son las ocho de la noche y ella aún no ha abierto sus cortinas, cuando desperté tomé mis binoculares para observarla pero era imposible ver algo con las cortinas cerradas, aún no las abre, fui un idiota en caer en su trampa, ahora sabe que puedo verla por eso lo hace.

No tenía planeado lo que hice, simplemente iba a observarla de lejos, cuidando todos los movimientos del imbécil de Jake, después de que se fue, me quedé más tranquilo, solo iba a mirar una vez más su rutina de noche para después irme a intentar dormir con una furiosa erección como casi todas las noches, pero entonces la vi desnudarse,  salir en esa bata y después mostrar esa lencería y me perdí, pensaba solo masturbarme, pero sabía que eso no sería suficiente.

Ahora no sé si está sola o tiene compañía, y esa duda me está matando de celos.

Estoy a punto de dedicarme a mis cosas cuando veo que en las cortinas de la sala de estar una bola de pelos negra se esconde, ese no es Steven, no pasa mucho tiempo para ver cómo Steven jala la cortina con sus dientes buscando al otro perro y  se pone a juguetear con él.

Tiene un amigo.

Los perritos juguetean hasta lograr safar la cortina de dónde se sostienen, veo a Emilia y su papá correr a comprobar que estén bien y no se hayan lastimado.

Después de conversar entre ellos,  veo a mi suegro volver a colocar la cortina en su lugar.

Con una sonrisa bajo los binoculares y busco algo para comer.

SIEMPRE FUISTE TÚ [+18] COMPLETA ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora