CAPÍTULO XXXII - NOVIO

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EMILIA

Llego al pueblo con calles empedradas, el estilo rústico antiguo es lo que predomina, algunos de los establecimientos, aunque son franquicias comerciales nuevas, se mantienen fieles a la esencia  del lugar, al ser un pueblo mágico las calles están repletas de turistas todo el año, los lugareños son amables y sonríen a todo el que se encuentran  sean locales o no, quisiera devolverles una sonrisa entusiasta pero no me es posible, un débil amago de sonrisa es todo lo que les ofrezco.

Dejo mi coche en una pensión en el pueblo, el camino para llegar a la cabaña, según me dijo mi arrendador, es inclinado e  irregular, lleno de baches y curvas peligrosas, mi amigo de aventuras es viejo y no creo que lo logre, así que me evito el riesgo de quedarme tirada a medio camino y me detengo en un sitio de taxis para abordar el que me llevará a la cabaña que renté por tiempo indefinido.

Mentalmente me prometo dar un paseo por el lugar en los días posteriores, ahora solo quiero llegar a la cabaña para descansar un poco.

Me ciño más a mi abrigo cuando el viento frío sopla alborotando mi cabello.

— ¿Está disponible? — pregunto al único taxi que está estacionado en el lugar.

— Si claro — contesta amablemente el hombre.

Le doy la dirección de la cabaña, el hombre, Juan, me dice que se llama, me ayuda a subir mi equipaje.

— ¿De dónde es señorita? — pregunta durante el trayecto a mi lugar de residencia indefinidamente temporal.

—Vengo de la ciudad de México — contesto sin querer dar muchos detalles al señor, empieza a parlotear sobre el clima y las atracciones que este pueblo mágico ofrece, yo solo asiento y contesto con monosílabos para no ser descortés ante la amabilidad de mi chófer.

Los piedras y baches del camino me hacen rebotar en mi asiento durante casi todo el trayecto.

Cuando el taxi se detiene le echo un vistazo al lugar, el follaje de los pinos bailan con el vals impuesto por el viento que no se calma y la corteza de los árboles cruje en consecuencia.

El clima contrasta perfectamente con mi estado de ánimo, nublado, gris y presagiando una tormenta.

—Gracias — le digo al amable chófer que me ayudó a traer mis maletas hasta la estancia y después le doy una generosa propina por sus servicios. Se despide muy contento y se marcha dejándome sola.

Con un suspiro echo un vistazo a la decoración del lugar.

Las paredes y piso son de piedra rústica, hay un candelabro hecho con cuernos de venado sintéticos, o por lo menos eso quiero creer.

El cielo nublado oscurece el interior de la cabaña, así que enciendo las luces para no tropezar en las escaleras de piedra que dan acceso a la cocina y sala.

La cabaña está situada en una montaña ocasionando que ésta esté en un desnivel. Bajo para llegar a la sala en dónde hay una chimenea, la casa es fría, sé que no fue una decisión sabía venir a un lugar como este tomando en cuenta que los climas fríos no me favorecen, lo ideal hubiera sido un clima temblando o cálido, como una playa o algo por el estilo, pero en estos momentos no me caracterizo por tomar las mejores decisiones, creo que nunca lo he hecho.

La cabaña más cercana está a un kilómetro entre el bosque siguiendo el lindero. El pueblo se encuentra a cuatro, media hora en auto y hora y media caminando.

Pedí a mi arrendador que me abasteciera de víveres para no tener que bajar al pueblo en por lo menos una semana, así que en los próximos días solo pretendo estar aquí en mi cabaña y hacer caminatas por el bosque en completa soledad.

SIEMPRE FUISTE TÚ [+18] COMPLETA ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora