LA CUEVA DEL OSO

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Vegetta empezó a abrir los ojos. Unos tablones de madera terminaban en pico en el techo, y unas vigas bien lijadas hacían de soporte. Miró a su alrededor. Las paredes eran de piedra, y entraba la poca luz de la tarde a través de un agujero que se veía al fondo. No lograba distinguir cuanta distancia los separaba.

Estaba recostado sobre un sofá muy blando, que casi parecía que se lo quisiera tragar. Sobre una pequeña mesita de madera había un farolillo que brillaba en la negrura.

Trató de incorporarse. No pudo.

Se miró las manos, tenían varios cortes, que aún escocían, pero que parecían extrañamente limpios, tal vez incluso... curados? ¿Con una poción? Muy ilegal...

Una venda se enroscaba sobre su brazo izquierdo, tapando quien sabe cuantas heridas. Muy cerca, había varios frascos extraños, y material médico.

Ya estaba a punto de gritar para llamar la atención de alguien, cuando oyó unos pasos encima de él. Por encima del techo de madera. ¿Acaso eran dos pisos? Podría ser. Sin embargo, parecía una cueva. Al fondo, se desplegó una escalera de madera, y los pasos se acercaron. Samuel se hizo el dormido rápidamente, dejando su brazo caer a un lado, mientras que con uno de los ojos entre abierto, espiaba a su... ¿Salvador? ¿O secuestrador? No lo tenía muy claro.

Alguien bajó por la escalera. Eran pasos firmes, decididos. Unas zapatillas negras asomaron en los escalones de arriba. La figura bajó hasta el suelo, con un bote extraño en la mano. Parecía un spray.

El chico que había aparecido junto a él, llevaba unos pantalones negros bien ceñidos, y una sudadera, negra también. Tenía unos guantes de tela fina que recogían hasta el dedo corazón, en forma de triángulo, pero que dejaban el resto de la mano libre.

No podía ver su pelo. La capucha con orejas de osito de la sudadera, bien sujeta, lo tapaba. Pero lo más extraño de aquel chico, era la cara. No, tampoco podía verla. Llevaba puesta una máscara, con un diseño infantil de oso pardo. ¿Extraño?

El chico se acercó hasta Vegetta, que seguía haciéndose el dormido. No pareció notarlo. Se arrodilló a su lado, y cogiendo su mano, le echó el spray en los lugares donde tenía los cortes.

Vegetta notó un escalofrío en la columna con el roce del chico. Pero no uno de miedo o de frío, era... diferente. Entonces el spray empezó a hacer su efecto. Las heridas empezaron a escocerle mucho, demasiado, y dejó escapar un pequeño grito. El oso pareció sobresaltarse, lo miró atentamente unos segundos.

Vegetta se maldecía por haber hecho eso. Su tapadera de sueño ya no le serviría de nada... Pero el oso volvió a su trabajo. Le vendó la mano con un par de tiras, se levantó, y subió la escalera para dejar el bote, vete tu a saber dónde. Vegetta pensó que había logrado, pese a todo, engañarle... por lo visto no. Antes de desaparecer por la escalera, la voz dulce del chico murmuró:

- Si intentas escapar, tal vez mueras.

Vegetta se quedó helado ante esa frase. ¿Era una amenaza? ¿O quizás realmente sus heridas eran lo suficientemente graves como para matarlo si se iba? Solo había sido una caída... por un barranco.

El osito volvió a bajar, esta vez, con las manos vacías.

- ¿Cómo está la bella durmiente?

Vegetta ya no tenía los ojos cerrados, ni fingía dormir. ¿De qué hubiera servido?

- ¿Quién eres tú?

- Yo te he preguntado primero.

- Bien... supongo. ¿Quién eres?

- No lo sé.

- ¿Cómo que no lo sabes?

- Supongo que no había pensado un nombre hasta ahora. Tampoco lo había necesitado, no me había cruzado con nadie.

Se paró a pensar un momento, pero después simplemente se encogió de hombros, lo miró y dijo:

- Puedes llamarme oso, u osito, o no sé, algo así.

- Vale oso... pero yo me refería a qué te dedicas. ¿Qué haces aquí apartado del pueblo? ¿Nunca te había visto? ¿Eres un ladrón? ¿Secuestrador? ¿Contrabandista? – Vegetta empezaba a subir el tono - ¿Qué quieres de mí?

- Bueno, bueno – Dijo el oso riendo – eso son muchas preguntas. ¿Acaso se está alterando la princesa?

- No soy ninguna princesa – Lo miró Vegetta, molesto.

- ¿Seguro? Eres muy mono como para no serlo – Dijo el oso con un poco de descaro.

Vegetta hizo todo lo posible para no sonrojarse. ¿Quién se creía que era ese tipo para soltar esos comentarios sin más?

- Solo soy un oso que quiere tener espacio para si mismo. Que a veces prefiere escapar del agobio del pueblo.

- Entonces... sí vives allí?

- Puede. Supongo que nunca lo sabrás.

- Lo sabré... si me lo dices.

- De acuerdo, entonces nunca te lo diré.

Vegetta frunció el ceño.

- ¿Dónde estanos? ¿Y porqué me has traído aquí?

- En una cueva, obviamente. Y te he traído porque te estabas muriendo desangrado. Aunque claro, si lo prefieres, puedo volver a tirarte por el barranco y dejarte morir al pie de la colina-

- Inténtalo – Lo miró Vegetta desafiante.

El otro solo sonrió.

- Me parece que no estás en condiciones de tentarme.

- ¿Y tú que sabrás?

El oso se detuvo.

Se giró, pues había estado de espaldas. Se acercó a Vegetta. Se acercó mucho. Se lo quedó mirando a los ojos, a muy pocos centímetros de sus labios. Vegetta empezó a sonrojarse, y a ponerse nervioso. Muy nervioso.

- Probablemente sepa mucho más que tú Samuel De Luque.


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Resubido el cap pq me han hecho una preciosa recreación del final, y obv tenía que ponerla. Por aquí os la dejooo.


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Es de Kim79_JN y de verdad muchísimas gracias por el draw!!! ♡♡♡

Tras la máscara - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora