NIEVES

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Akira y yo la mirábamos con los ojos desencajados.

- Perdona ¿Qué? - Dije con la voz un poco tensa, pensando por un momento que me había imaginado la voz de la chica.

Ella parpadeó, pero después se llevó una mano a la frente, y dijo con un acento del norte:
- ¡Oh, cierto, cierto! Excuse me please, no hablo demasiado bien your language so, I hope I could...mejorar... - Parecía que le costaba encontrar las palabras correctas.

Me acerqué a ella después de darle unas palmaditas a Akira, que ahora bebía agua en un vaso después de haberse atragantado.

- ¡Tranquila! No te preocupes. Buscaremos la manera de comunicarnos sin problemas.

- Å! Det er Rubén her borte? Fordi han... - Se retractó de lo que decía - ¿Está... here... Rubén? ¿Dónde Rubén?

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La puerta de entrada se abrió con un chasquido antes de que Vegetta pudiera responder, y apareció por la puerta Rubius, con una exhalación, y con el pelo hecho un lío. Iba todo desaliñado, pero en cuanto vio a la chica, sus ojos brillaron.

- ¡NIEVES! - Gritó corriendo hacia donde ella estaba - Snø jenta mi, lenge uten å se deg vakker! Hvor lenge!

Y cogiéndola por la cintura, la alzó en volandas, y la giró sobre él, riendo, mientras ella también lo hacía.

- ¡Rubén! Herregud, det har gått århundrer! Jeg har savnet deg så mye kjære...!

Y con eso se dieron un abrazo en el que el tiempo pareció congelarse. Vegetta, sin embargo, sintió una punzada de dolor en el pecho, y cada segundo que pasaba le parecía eterno.

- Bueno... - Carraspeó Vegetta con la voz un tanto cortada, después de la escena, y con Rubius cogiéndola a ella de las manos. - Entonces ¿se quedará en tu casa Rubius?

- ¿Eh? ¡Ah! Sí, sí. En mi casa... ¿Dónde tienes las maletas preciosa?

Ella alzó una ceja.

- Esto... Hvor er veskene dine, pen jente?

- Jeg har forlatt dem ved resepsjonen! Før jeg går inn her... går jeg for dem

Y con eso salió por la puerta.

- Ehh... - Dijo Akira, dirigiéndose a Rubius - No dijiste nada de que no hablara nuestro idioma.

- Ya, lo siento... supongo que se me pasó... En mi pueblo natal no hablamos la misma lengua que aquí.

- ¿Y cómo se llama ese sitio exactamente, Rubius? - Preguntó Vegetta - Porque en la ficha de Nieves pone que...

- Jeg har dem allerede! - Exclamó la chica, volviendo a aparecer por la puerta con un par de maletas - I'm ready!

- Eh... perdonad chicos - Dijo Rubén, dirigiéndose a Vegetta y Akira - pero será mejor que nos vayamos yendo. Yo le enseñaré el pueblo y como funcionan las cosas por aquí. - Rió - Recuerdo lo mucho que me costó acostumbrarme cuando llegué aquí. Y solo tenía diez años... - Sus ojos brillaron melancólicamente, pero volvió a la realidad - En fin, ya nos veremos. ¡Adiós!

- ¡Adious! - Exclamó Nieves, sonriente mientras movía la mano.

Rubius cogió sus maletas, y ambos desaparecieron por la puerta.

Akira silbó.

- ¡Menudo bombón!

- Y que lo digas... - Susurró Vegetta.

Y aunque se referían a personas diferentes, ninguno de los dos consiguió captarlo. Se miraron un momento, sonrieron falsamente, y cada uno se dedicó a lo suyo. No volvieron a hablar ese día.

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¿Qué se supone que llevaba Nieves en las maletas?¿Piedras? ¡Esas cosas pesaban demasiado!

Después de salir corriendo de casa de Vegetta, riéndome por el camino, llegué a mi casa maldiciendo la carrera. Me fallaba la respiración. Paré unos segundos para regularla, y entré para dejarme caer en el sofá.

Pensé en ir a la cueva detrás del río, y preparar la excursión que había planeado, hacía días, para esa noche. Era luna azul, sí, esa que aparece una vez al año. Dicen que esa noche la laguna de las sirenas se vuelve mucho más peligrosa de lo normal... perfecto para tomar apuntes.

Fue entonces, estando en mis ensoñaciones, que pensé en la pequeña charca de peces de colores que había en mi pueblo natal. Nieves y yo solíamos ir allí a ver los peces (algunos brillaban), y alguna vez intentamos llevar un par al acuario. Era tiempos bonitos, inocentes...

- ¡NIEVES! - Exclamé de repente. Se me había olvidado por completo.

¡Tonto tonto tonto tonto tonto! - Me repetía para mis adentros - ¡Tontísimo!

¿Cómo podía haberme olvidado de ella?

Acababa de reponerme de la carrera de casa de Vegetta a la mía, y ya tenía que volver a ponerme en marcha. Corrí todo lo rápido que pude hasta el ayuntamiento, cayéndome un par de veces por llevar los cordones desatados (sigo siendo malo con los nudos), abrí la puerta del ayuntamiento corriendo, pregunté por Akira, y entré en el archivo con una exhalación. Y allí estaba ella. Con su dulce sonrisa estampada en la cara.

Dejé las maletas en el suelo nada más entrar en casa. Tenía los brazos destrozados...

- Bueno - Dije dirigiéndome a Nieves, con una sonrisa - Espero que te guste. Siéntete como en casa.

- ¡Oh Rubius! - Exclamó ella emocionada, abrazándome - ¡Esto es precioso! ¡Muchísimas gracias por todo!

- Que va. Estoy para lo que necesites... por todos esos viejos tiempos.

Ella sonrió más, y yo hice lo mismo. Teníamos una amistad realmente inquebrantable.

Suspiré.

- ¿Te ayudo con las maletas?
- ¡No, no! Tranquilo. Ya me has ayudado mucho... solo, ¿podrías decirme donde voy a dormir?

- Claro. Está escaleras arriba, junto a mi cuarto. La habitación de invitados es esa de ahí abajo, y el baño... - Le enseñé toda la casa, y aunque le ofrecía subirle las maletas, ella insistió en dejarlas un momento en el salón.

Empezó a abrirlas.

Debo admitir que mi cara cuando empezó a sacar piedras tuvo que ser de payaso, porque ella solo me miró, y se rió.

- ¡Son para decorar! - Fue su excusa. Yo solo me quedé con el hecho de que me había hecho cargar, literalmente, piedras.

Esa tarde, mi casa ya estaba llena de esculturas de "Stone Balance"... esa chica tenía un verdadero arte para el equilibrio.

Lo único que me preocupaba en ese momento era la noche. Mis amigos me habían invitado a ver la luna azul con ellos, pero yo había dicho que no podría. Lo que no recordaba era que Nieves estaría también. Y a ella no podría decirle que no. Mi plan de la noche se estaba cayendo en pedazos, pero no podía perder esa oportunidad.

Me mordí el labio, mientras pensaba que hacer. Impulsivamente cogí el móvil, y me puse a revisar los contactos. Se me ocurrió una idea. Una idea precipitada. Pero no se me ocurrió otra mejor, de modo que marqué el número en el teléfono, y los llamé.

Tras la máscara - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora