ROMEO Y... ¿JULIETA?

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- "¿Otra vez?¿Es enserio?¿Cuándo vas a marcharte?

- ¡Yo no me quiero quedar!

- Entonces ¿porqué sigues aquí? ¿Dependencia emocional? ¿O es que acaso me tienes miedo?

- ¿Miedo? ¿A ti? Vamos, no me hagas reír.

- Si no me temieras, no sería más una pesadilla. Pero aquí sigo ¿verdad?

- Vete.

- No me iré hasta que tú dejes a mi niña. ¡Eres patético! ¡Piérdete ya de una vez! ¡Inútil!

- ¡Cállate! ¡Eres tú el que tiene que irse!

Unas campanas volvieron a resonar a lo lejos. Otra vez. Y otra. Y otra. Como siempre desde que la pesadilla empezó a atormentarlo... cada noche.

Todo empezó a dar vueltas. De nuevo. Todo era oscuro y asfixiante. Risas psicópatas, un empujón de Lolito que le hace caer al vacío. Y se repite. Y se repite. Y se sigue repitiendo.

Pronto se volvería a despertar de sopetón, sudado y gritando.

Sin embargo, aquella vez fue diferente.

Rubius notó un agarre repentino en su muñeca. Una mano que le sujetaba firmemente. Y esa mano lo arrastró hacia una luz que empezaba a abrirse en la oscuridad. Y la angustia se fue. Y todo volvió a verse claro. Y esta vez, estaba sobre un suelo firme, que no se lo iba a tragar en cualquier momento. La luz del sol le daba en la cara, y los rayos le calentaban la piel. La persona que le había sacado del agujero de oscuridad, ahora le daba la mano.

El contacto le hacía cosquillas en la piel, y unas mariposas habían aparecido, de la nada, en su estómago. Miró hacia delante, para ver a quien le había devuelto a la luz del día.

Era un chico algo más bajo que él, con el pelo negro peinado hacia atrás, y una sonrisa amplia y alegre. Tenía el rostro tranquilo, y una postura nada forzada. Sus ojos morados le miraban intensamente, cuando de repente, y sin soltarle la mano, echó a correr.

- ¡Más despacio! – Gritó Rubius, tras él.

El chico empezó a reírse. De una manera dulce y casi musical. Su risa era encantadora, y pegadiza. Rubius empezó a reír con él, y cuando tropezó, se llevó al chico de pelo negro con él, que dio un traspié, y calló a su lado.

La hierba era suave, y se extendía hacia el infinito. El cielo tenía nubes blancas con formas extrañas, y empezaron a señalarlas, intentando averiguar qué era cada una.

Rubius estaba tranquilo. Se sentía... extrañamente bien. Miró una última vez al chico de los ojos morados, susurrando su nombre.

- Vegetta...

Y el sueño terminó por acabarse, llevándole a una noche de descanso, por primera vez en mucho tiempo.


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Me levanté sin ningún tipo de prisa. Había dormido bien esa noche, y definitivamente me sentía mucho más tranquilo de lo que hubiera imaginado. Si bien desenmascararme con Rubius no había sido la mejor de las opciones, confiaba en él para mi plan.

Sé que podría haber hablado con Willy, pero su punto fuerte no eran precisamente las relaciones. Por muy bien que le fuera con Fargan.

Me cambié de ropa y bajé andando hasta el pueblo. Hacía un sol extrañamente brillante, pero no me molestó en absoluto. De hecho, creo que el calor me vino bien.

Tras la máscara - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora