PASAR PÁGINA

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- Vale, creo que esta es la última caja de piedras.

Me giré hacia Rubius rápidamente.

- Perdona, ¿has dicho piedras?

Él sonrió.

- ¿Qué crees que hemos estado descargando del camión hasta hace unos minutos?

- ¿Para que iba a tener Nieves veinte cajas llenas de PIEDRAS?

- Pregúntale a ella – Rodó los ojos con una sonrisa – se le da genial el "rockbalancing" ese o como se diga. Pregúntale a Luzu por la pronunciación, yo ahí no me meto.

- ¿Cómo se dice en tu idioma natal?

- Prefiero no saberlo.

Habían pasado casi dos meses desde aquel incidente en la cárcel. Después de eso, el oso y lobo nocturno había tenido la prudencia de no volver a aparecer hasta pasado un tiempo. Aunque por supuesto, eso no significaba el fin de sus fechorías...

Alexby había tomado también algunas medidas dentro del cuerpo de policía, y tanto Rubius como yo habíamos empezado a tener claro que si un agente volvía a encontrarnos, no tendríamos la misma suerte que la última vez.

Aquella tarde estábamos en casa de Akira. Desde que Nieves y ella habían decidido mudarse a vivir juntas, Rubius había tenido mucho trasiego para ayudarla con la mudanza, y yo había terminado por ofrecerme voluntario para respaldarlos. Total, el trabajo era mover unas cuantas cajas de sitio... claro que no sabía lo que llevaban dentro.

Akira vivía en un chalet, un dúplex cerca de los lagos "Aguamarina" que había al otro lado del pueblo. Había tres grandes y seis pequeños, todos juntos, y el agua siempre estaba limpia: reluciente. Y aunque Nieves prefería las zonas completamente rodeadas por la montaña, juntas habían llegado al acuerdo de alquilar una pequeña cabaña para el invierno.

Después de que Nieves entrase al club de boxeo (sí, al final había entrado, y Rubius no entendía que estaba pasando con aquella chica tan... dulce) había empezado a conocer a más gente de pueblo, y de vez en cuando salía con las amigas de Akira, y los chavales con los que entrenaba. Y al final, un poco por enchufe, había terminado en el ayuntamiento como gestora del guardabosques. Nunca llegué a entender demasiado bien su trabajo, pero parecía entusiasmada siempre que hablaba sobre eso. Y Rubius no podía estar más orgulloso.

- ¿Nos quedamos aquí a merendar, o salimos a tomar algo? – Preguntó Nieves a Akira, antes de depositar un casto beso en sus labios.

Ah, también había aprendido a manejar el idioma como si lo hubiese estado hablando toda su vida. Aunque nunca faltaban sus pequeñas conversaciones con Rubius, que nadie en todo el pueblo era capaz de entender todavía.

- Lo que quieras ¿estás muy cansada? – Akira le sonreía, tras separarse unos centímetros.

- No.

- Entonces salgamos a por un helado. Parejita ¿os venís?

Le lancé una mirada interrogativa a Rubius, que estaba terminando de apilar tres cajas una encima de otra.

- Por mi bien. Tampoco tenemos mucho más que hacer.

Y echamos a andar los cuatro hacia el pueblo.

- ¿Y vosotros dos no os habéis planteado mudaros también? – Preguntó entonces Akira, un poco de la nada.

Miré a Rubius unos segundos. Lo cierto es que eso era algo que y ya había pensado, y que sabía que él también le daba vueltas. Pero dado que ninguno de los dos daba un paso adelante por iniciar aquella conversación, interpreté desde un principio que ninguno de los dos nos considerábamos preparados todavía. Era un paso muy grande, y aunque Akira y Nieves lo habían dado juntas en unos pocos meses... bueno, no todo el mundo es igual. Y nosotros necesitábamos más tiempo.

Tras la máscara - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora