ATANDO CABOS

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"-Eres un maldito psicópata Rubius. No hay nada que te importe más que tú mismo.

- Eso... eso no es verdad - ¿Acaso no tenía fin esta pesadilla? ¿Iba a repetirse cada noche durante el resto de mi vida?

- Claro que sí. Claro que lo es. Si no ¿por qué ibas a necesitar quitarme del medio para estar con Mangel? Porque es la única manera que conoces para conseguir lo que te propones. Caos. Destrucción. ¿Y pensando en quién? En Mangel no. ¿Por qué no le pides primero su opinión?

- ¡Yo no intento quitarte del medio! ¡Yo respeto sus sentimientos! ¡En ningún momento he obligado a nadie a quererme! Y... y...

- ¿Y qué? ¿Vas a seguir balbuceando?

- ¡Cállate Lolito! ¡Cállate ya!

- Oblígame – Una sonrisa casi diabólica se había instaurado en su rostro – Vamos... ¿o es que no puedes?

La sangre me quemaba, volvía a sentirme como cuando había cogido la red en casa de Auron.

-"Cálmate Rubius" – Pensaba para mis adentros.

- Solo eres una pesadilla – Le espeté a Lolito – Un mal sueño. ¡Un producto de mi imaginación!

- Pero soy más real de lo que te gusta pensar ¿No es así? – Lolito se acercó a mi peligrosamente, y yo dí un paso hacia atrás. – Si no ¿por qué tienes celos de mí?¿Por qué me huyes? Enfréntate a la realidad Rubius. Pon los pies sobre la Tierra de una vez. Lo tuyo con Mangel se acabó – Me agarró del cuello de la sudadera, cortándome la respiración – Para siempre.

Y con eso me lanzó hacia atrás, un agujero negro me tragó, y envuelto en risas diabólicas, y campanas de una iglesia, me engulló la oscuridad."

- ¡Noooooooooooo!

Me desperté gritando, con lágrimas cayendo de mis ojos. Mi respiración estaba alterada y desacompasada. Me costaba recuperar el aire. Y notaba un peso que recaía sobre mi pecho... espera, eso era nuevo.

Me sequé las lágrimas con la manga de la sudadera, y miré hacia abajo, sin incorporarme. Vegetta mantenía la cabeza contra mi pecho, y su pelo oscuro caía de cualquier manera sobre mí. Sujetaba mi hombro con una mano, como había hecho poco antes de que yo cayera dormido a su lado.

El hecho de tenerlo allí conmigo, con una actitud protectora aunque estuviera dormido, me reconfortó en cierto modo. Suspiré, intentando, como ya era costumbre, que las imágenes de la pesadilla se disiparan.

Miré a mi alrededor.

Estábamos todavía en el campo de flores moradas, en el que nos habíamos sentado por la noche, para recuperar fuerzas. Ahora el sol ya había salido, e iluminaba toda la pequeña pradera, que relucía con un verde intenso.

No podía creerme que nadie nos hubiera visto allí tirados.

Con mucho cuidado, y aunque muy en el fondo no quisiera, aparte a Vegetta poco a poco, y logré incorporarme. Lo miré un segundo antes de tomar una decisión. Su cara angelical mientras dormía, me ayudó a optar bastante rápido por lo que tenía en mente. No podía dejarlo allí tirado.

Y mucho menos sabiendo ahora que era él quien estaba bajo la máscara de lobo nocturno. Me costaba un tanto asimilarlo...pero ya encontraría la manera de hacérselo saber... épicamente. Aunque quizás un cartel gigante con luces no fuera la mejor opción, así que descarté la idea, y me centré.


Cargármelo a la espalda de nuevo me costaría mucho, así que me limité a cogerlo exactamente igual que cuando lo hice con la máscara del oso, aquella vez que se despeñó. Osea, estilo princesa. La buena noticia es que él nunca lo sabría. Ni tampoco ahora. De lo contrario quizás le daba una vergüenza terrible, pero eh, eso por batearme la cabeza.

Tras la máscara - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora