CHOCOLATE CALIENTE

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Maldita sea ¿por qué estaba tan nervioso? No era la primera vez que Vegetta se quedaba en mi casa. Sin embargo, había algo raro en él. Era como si se comportara de forma distinta. Más precavido, pero también más cercano. Más observador, pero con cuidado de no hacer preguntas. Era... extraño. No sé si para bien o para mal.

Pero empezaba a ponerme nervioso.

Cerré la puerta tras de mí, cuando él hubo pasado.

- ¿Rub? ¿Ya has llegado? ¿Cómo ha ido? - Escuché a Nieves decir, desde las escaleras.

- ¡Perfecto! ¿Qué tal el desayuno?

- Genial. ¿Y la miel?

Tuve que pensarlo dos veces para acordarme de que en la nota que le había dejado a Nieves, antes de irme, le había dicho que iría a por la miel que me debía Auron.

- Pues... es que justo me he cruzado con Luzu, y la necesitaba urgentemente. Así que se la he dado. Pero no te preocupes, otro día haremos algún postre.

- Bueno... de acuerdo – Contestó ella algo afligida.

Bajo las escaleras, hasta llegar a donde nosotros estábamos.

Miró a Vegetta, y con un gesto de duda, a mí.

- Verás Niv, es que con la que está cayendo... he pensado que era mejor que Vegetta se quedara. – Me giré hacia Vegetta - ¿Verdad?

Pero él solo me miró confundido. Cierto, a veces olvidaba que los demás no hablaban el idioma de nuestro pueblo natal. Y me había dirigido a Vegetta de manera que solo Nieves podía entenderlo.

Me corregí con una risita, y se lo traduje.

- ¡Ah! Sí, sí... – Contestó Vegetta – La verdad es que cada vez llueve con más fuerza.

Se hizo el silencio.

- Bueno... – Empecé yo - ¿Por qué no pasas hacia el salón Veg? Yo me voy a cambiar de sudadera, y ahora bajo. Kristina me la ha secado pero... prefiero ponerme algo más cómodo.

- Sin problema – Contestó Vegetta.

- Meg mens jeg går for å lage noe å spise! – Dijo Nieves.

Y con una sonrisa de medio lado, Vegetta volvió a mirarme con duda.

- Que va a hacer algo de picar – Dije yo, dejando escapar una risa.

Vi a Vegetta entrar en el salón, y yo terminé de subir las escaleras.

Abrí la puerta de mi habitación, y fui directo al armario. La sudadera que había llevado al lago estaba tirada en un lado, en el suelo. La recogí, pensando si ponérmela. Definitivamente era más cómoda que la otra, y ya no estaba empapada pero... no. Solo la usaba debajo de la máscara, y no podía poner en riesgo ese secreto. Ni siquiera delante de Nieves o Vegetta.

La dejé tirada donde estaba, y rebusqué en el armario. Por lo visto todas mis sudaderas estaban para lavar. Suspiré y bajé en manga corta. Puede que fuera lloviera como nunca, pero en mi casa tampoco hacía tanto frío... bueno, sí lo hacía. Me enrollé en una manta y bajé al salón.

La escena que me encontré entonces fue una mezcla de ternura y gracia.

- Yo... me... llamo... Vegetta... ¿Cómo... te... llamas... tú?

- Yuo... me... iamo... Nievesss... ¿ Comment t'appelles-tu?

- ¿Pero de donde sacas ahora el francés?

Tras la máscara - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora