BUSCANDO UN ÁNGEL

507 30 6
                                    

---------------------------------------------💜💜💜---------------------------------------

Bajé por el pasillo, notando la mirada de Akira en mi nuca. La ignoré por completo.

El archivo estaba al fondo, a la derecha. Era una sala muy alta, circular, con una cúpula en la parte más alta, y una escalera de caracol que descendía justo por el medio, y que llevaba, arriba, a la cámara de los héroes. Ese era un lugar muy especial, donde se recogían todos los documentos y archivos de cada uno de los héroes de Karmaland, y de todas las aventuras que hubieran vivido. Claro que al ser tan importante, también tenía su seguridad especial, y no todos podían acceder. Bueno, podían subir. Consultar los archivos... ya era otra cosa.

A cada héroe nos entregaron en su momento una llave de oro, con una piedra incrustada diferente. Nuestro deber era guardarla y protegerla. Que nunca nadie supiera donde la escondíamos. Y si eso pasaba, que nunca consiguieran apoderarse de ella. Ni siquiera nuestros compañeros podían saber donde estaban. Era un protocolo que había que seguir al pie de la letra.

Yo recordé inconscientemente donde estaba la mía. Dentro de una caja de madera, escondida en el quinto ladrillo a la derecha, que había tras la primera tabla del cabezal de mi cama. Estaba todavía más oculta que el traje de lobo nocturno. Sonreí. Hacía tiempo que no subía a la cámara.

Llegué hasta la puerta del archivo, y empujé, sabiendo perfectamente que no se abriría. Suspiré, y eché un vistazo a la cerradura. Maldije a Akira en 200 lenguas que ni yo conozco. Había olvidado que era una cerradura de panel. Necesitaba un código, una tarjeta, y una huella completa de la mano. Estupendo. Eso quiere decir que las llaves con las que jugueteaba no eran las del archivo. Al menos, no las del que yo necesitaba ver.

Y es que en el ayuntamiento hay dos archivos. El principal, con la información básica de las empresas y aldeanos; y el central, con la información más delicada, importante, y con todos los secretos de Karmaland. Hasta los más oscuros. Aunque he de decir que la última vez que fui no había tanta seguridad. Imaginé que con el tiempo habían ido teniendo problemas, o robos de alguna clase.

Volví a la entrada. Allí seguía Akira, con su sonrisa sarcástica.

- ¿Cómo te ha ido forzando la puerta?

- Sabes que ese no es el archivo al que necesito entrar.

- ¡Mira quién ha llegado! – Dijo ella de repente, señalando a la puerta giratoria por la que se entraba al ayuntamiento - ¡Kristina amiga! ¿No estabas enferma?

Suspiré. Ahora tal vez me atendiera alguien menos insoportable.

La chica alzó una ceja.

- ¿Enferma? Akira te he dicho que solo iba a cruzar la plaza y coger un café.

Akira me sonrió, mientras yo trataba de asesinarla con la mirada. Maldita...

- Pues has tardado mucho ¿no? Pensaba que en la cafetería de enfrente atendían rápido.

- Ah... es que me he cruzado con Rubén. Me ha extrañado verle por aquí, y me ha dicho que viene a ver a Auron.

- ¿A Auron? – Le pregunté a Kristina.

Ella solo dio un sorbo a su café y se encogió de hombros.

- Ese chico siempre se está lesionando. De todos modos, no parecía herido. Tal vez viene por lo de la psicología que se ha montado Auron.

- ¿Rubén yendo al psicólogo? – Akira levantó una ceja - ¿Se está volviendo loco el mundo? Siempre ha sido un negado para todo eso.

- Qué quieres que te diga chica, yo te cuento lo que he visto – Se giró hacia mi – Bueno Vegetta, ¿te ayudo con algo?

Tras la máscara - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora