BAJO LAS ESTRELLAS

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Ya lo sé, gracias. No hace falta que nadie me recuerde lo IDIOTA que soy. He descubierto que me gusta ser imbécil.

¿Algún problema?

Eso pensaba.

Fui caminando lentamente hacia casa de Vegetta, mientras refrescaba el plan en mi cabeza. No podía ser tan difícil... ¿verdad? Dioses, parecía una serie barata de televisión. De esas que veías con tu tía durante las comidas de la familia.

Aunque me hubiera dicho que me plantara a menos cuarto, lo cierto es que terminé llegando a su casa diez minutos después de en punto.

- Llegas tarde – Fue lo primero que me dijo en cuanto abrió la puerta. Me miraba con expresión seria, pero el tic que tenía en el ojo me indicaba que se moría de los nervios. Y eso iba a ser más importante para él que el enfado.

- Guau ¿Enserio? – Pregunté yo, con una inocencia fingida.

- Vamos cabezón – Dijo él rodando los ojos – y acabemos con esto.

- "¿Acabemos con esto?" – Me mofé – Eso no suena muy romántico De Luque. Más parece que vayas a asesinarle.

- Me lo pensaré si la cosa se complica.

Sabía que estaba de broma, pero igualmente tragué saliva.

- Bueno... será mejor que vayamos activando los transmisores – Dije con la voz entrecortada, mientras caminábamos hacia el bosque.

Lo cierto es que era una noche más bien cálida, y aunque la temperatura fuera perfecta para la cita ideal, también lo era para que a cualquier monstruo o bichejo le diera por atacar. Y no me apetecía ser la cena de nadie precisamente.

Empezamos a andar hacia quién sabe dónde, cuando Vegetta se paró en seco. Titubeó un par de segundos y me miró.

- No sé si debería...

Al principio no entendí a lo que se refería. Pero pronto me di cuenta del camino que estaba tomando. Íbamos hacia mi cueva, pero claro, eso "Rubius" no debía saberlo.

- ¿Quieres que nos separemos ya? – Pregunté de manera inocente, pero con el corazón en un puño.

"Sí" – Pensé.

- Sí – Dijo él, asintiendo con un suspiro. Creo que será lo mejor.

Y sin decir nada más, se internó en el bosque.

Empecé a caminar, ahora solo, un minuto y medio o así. Cuando me cercioré de que nos habíamos alejado suficiente, empecé a correr de vuelta a mi casa. Subí sigilosamente, y volví a largarme de allí tan rápido como pude. Sin embargo, cuando estaba en la habitación, el transmisor empezó a vibrar.

- Mierda.... – Fue todo lo que llegué a pensar. Mal momento.

- ¿Vegetta? – Pregunté como si nada, intentando no sonar nervioso (Pista: Lo estaba)

- ¡Vale! Te oigo. Quería comprobar que funcionase.

- Pero le has encontrado – Obviamente no lo había hecho.

- No. Ni rastro. Pero no deberíamos estar conectados mucho rato. No quiero que me encuentre hablando "solo".

- -No ya, claro. Por supuesto. ¡Adiós!

Y apagué el trasto.

Lo miré unos segundos, con duda.

Lo desactivé. Y lo dejé allí.

Tras la máscara - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora